miércoles, 31 de julio de 2019

What if Dinosaurs were Pink? (Jarrett Whitlow & Daniela Dogliani)

"What if Dinosaurs were Pink?" es un libro infantil escrito por Jarrett Whitlow publicado en 2018 por Warren Publishing. Se trata de una historia corta, escrita con rimas y profusamente ilustrada por Daniela Dogliani, que se puede resumir en los siguientes versos:

Maybe dinosaurs went to school / Or rode in cars and played sports too!
(Tal vez los dinosaurios iban a la escuela, / ¡O conducían coches y practicaban deporte!)
Maybe you can imagine dino fun that could have been / Considering we don’t know it all from way back then
(Quizá puedas imaginar como pudo haber sido la diversión de los dinosaurios, Teniendo en cuenta que no sabemos todo desde hace mucho tiempo).
Perhaps one day we may know, and not just think / How cool it was that dinosaurs were pink!
(Tal vez algún día podamos saber, y no sólo pensar, ¡Qué guay fue que los dinosaurios fueran rosas!)
Parece que será la primera referencia de una serie de libros que escribirá Whitlow para motivar la lectura en el público infantil, con historias que vayan más allá de lo que se conoce gracias a la ciencia. Por ejemplo en este caso, el color de los dinosaurios... Aquí dejamos algunas de las ilustraciones de Daniela Dogliani para el libro:





martes, 30 de julio de 2019

Los dinosaurios rusos de Yulija Kuzmicheva

Poco sabemos de Yulija Kuzmicheva, salvo que es de Serov (Rusia) y que hace unas preciosérrimas ilustraciones de dinosaurios mezclados con folklore ruso que son una delicia... Ahí dejamos un ejemplo de su trabajo, esperando encontrar más obras de este tipo en el futuro.


lunes, 29 de julio de 2019

El Archidiácono y los Dinosaurios (Eden Phillpotts) (y III)

El Archidiácono y los Dinosaurios

Eden Phillpotts
Traducción de Charlie Charmer

Parte III


Resumen de lo publicado: El archidiácono acaba de perder a su fiel gato Tom, víctima de la voracidad de un plesiosaurio. Esta desgracia afecta a su estado de ánimo... (Puedes leer las Partes I y II del relato aquí y aquí).


Ilustración de Le monde avant la creátion de l'homme (1886, Flammarion) que recoge el literal bíblico según el que Dios creó a todos los animales (incluyendo, pues, a los dinosaurios) en una semana para que compartieran el mundo con el hombre. Nuestro archidiácono parece tener una visión más abierta del tema.

Entonces recordé que estaba enredado en un período millones de años antes de Adán y Eva. Esta reflexión me puso serio y me hizo sentir por primera vez algo solitario y separado de mis semejantes. Sabía que acababa de cumplir sesenta años solo una semana antes y sentí que, humanamente hablando, era dudoso en grado sumo que pudiera vivir hasta el comienzo de la era cristiana. También me irritó pensar que debía morir doce millones de años antes de que naciera mi esposa; ¿qué tenía de bueno ser un archidiácono de la iglesia anglicana eras antes de la época en que “Gran Bretaña primero, a las órdenes del cielo”, se hubiera erguido sobre la superficie azul [1]? Dos cosas estaban transparentemente claras: no habría ocupación profesional para mí, ni salario, por un número considerable de razones. Recuerdo claramente haberme preocupado por el salario, y también por la indiscutible certeza de que nunca volvería a ver la catedral.

¡Por qué, en el cómputo más generoso, nuestro mundo solo había alcanzado el verso veinte del primer capítulo del Libro del Génesis! Sinceramente me desanimé; y, en este momento de depresión, conocí a brontosaurus excelsus, casi el más grande de los dinosaurios. Caminaba a cuatro patas, medía dieciocho metros, y probablemente pesaba veinte toneladas. No es que me importara. Pasó de largo con silencioso desprecio, y tengo el recuerdo de haberme burlado también de él mientras se dirigía hacia el agua. Le dije: “No eres tan grande como el atlantosaurus para tanta aparatosa corpulencia. ¡Y él también se levanta sobre sus patas traseras y camina como yo, que soy el rey de los animales, y un archidiácono!” Pero no me prestó atención. Dudo que me llegara a escuchar. Estos comedores de hierba eran todos unos brutos adormecidos, perezosos y sin aspiraciones.

Atlantosaurio de Le monde avant la creátion de l'homme

“¿Qué -me dije amargamente en mi sueño- es lo bueno de tener dieciocho metros de largo si no tienes cerebro ni conversación? Preferiría ser un árbol o una roca que uno de estos estrafalarios monstruos. Pero la naturaleza todavía es una niña, y estos son sus burdos juguetes y estúpidas muñecas.”

Entonces me encontré con el rastro de algo que me dejó sin aliento. Supuse que debía ser el ceratosaurio, y sabía que él dependía de comer a otros animales y no temía a nada. Sus enormes huellas habían dejado una profunda huella en el suelo húmedo, y entre ellas se extendía un profundo surco, como si un gran arado hubiera pasado por allí. Esto parecía apuntar a la impresión de una vasta cola. La criatura sin duda caminaba sobre sus patas traseras, según la costumbre; y de los destrozados restos de varios monstruos menores que se extendían por su senda, no dudé de que estaba almorzando mientras vagaba por su camino.

Ceratosaurio (1901, J.M.Gleeson bajo supervisión de Charles R.Knight)

Las nubes se acumularon más densamente, la lluvia cayó en gotas pesadas y solitarias; había un olor volcánico en el aire, y oí al gigantesco dinosaurio rompiendo huesos tras la siguiente esquina. Mi pulso se aceleró, miré a mi Remington y luego me apresuré a avanzar con el coraje que pude reunir.

El ceratosaurus estaba cerca de ese matojo de coníferas. Acababa de terminarse un pequeño cocodrilo, y estaba mirando alrededor en busca de otro cuando me vio. Nunca contemplé una mole viva tan poderosa e imponente. Sus mandíbulas estaban abiertas, su cabeza era enorme, sus dientes verdaderamente terribles. Sus amarillos ojos, desorbitados, eran tan grandes como las ruedas de un tren, su cuello era una torre, su cuerpo mayor que muchos elefantes. Inexperto como yo era, sentí que se había detenido ante mí un dinosaurio carnívoro de incluso mayores dimensiones que cualquiera cuyos huesos fósiles se hayan descubierto hasta el presente. En realidad, no permaneció quieto ni un instante. Se acercó a pasos gigantescos y lanzó la cabeza hacia adelante como una serpiente. Parecía tener más de quince metros de altura, pero no vamos a discutir las mediciones científicas exactas. La ingobernable prisa del bruto era tal que, de hecho, no tuve tiempo ni de una nota taquigráfica en el puño. Me pregunté un par de cosas: si mostraría algún respeto por mi ropa; y, si no lo hacía, si mi Remington le detendría cuando estuviera sobre mí. Inclinó la cabeza hacia un lado y se apoyó en sus patas traseras. Se relamió los labios con una lengua negra, sin duda con anticipación. Disparé mi rifle en el momento adecuado, pero no le causó impresión, y en un segundo estuvo encima de mí cuando me giré para salir volando. Mi ropa ciertamente no obtuvo ningún respeto por su parte, pero le sometió a una severa prueba, ya que, doblando sus enormes patas traseras, me agarró como a un bebé entre sus garras delanteras y me elevó por completo a casi ocho metros de altura. Cómo resistieron los faldones traseros de mi abrigo y el traje que llevaba debajo, nunca lo sabré. Incluso en ese supremo instante, me maravillé porque no había cosido ninguna puntada. El dinosaurio dio un bufido fuerte y gutural, me abrazó contra su pecho, inclinó su cuello hacia abajo, puso los ojos en blanco y apartó los labios de sus dientes. Pero yo no podía hacer ningún movimiento, porque mis sentidos y músculos parecían paralizados. Colocó su cabeza sobre mí, tenía su fétido aliento en la mejilla, sus ojos amarillos me miraban con furia y me embistió con el cuerno de la nariz hincándomelo en las costillas. Entonces retomé en cierta medida la capacidad de acción: Luché, pataleé y grité, y mientras luchaba, el terrible abrazo de la bestia contra mi pecho se relajó un poco y su silueta se hizo borrosa. Pero el ojo amarillo se volvió cada vez más brillante.

El despertar -de S. Jerónimo- (dibujado por Alberti, grabado por Chataigner)

Entonces, me desperté en fases lentas, y aparecieron los contornos de las cosas modernas, y fui consciente de un desorden general, del techo de mi dormitorio y de otras visiones familiares. Pero el ojo amarillo me seguía mirando. Finalmente, me quedé sin aliento y jadeé por ese repunte de la pesadilla, empapado de sudor, temblando por temor a la presencia del dinosaurio. Había amanecido y tenía sobre mí un montón de ropa de cama y la convicción de que estaba casi haciendo el pino, que es como suelo poner los pies para descansar en tiempos de apacible sueño. Pero el ojo amarillo se quedó inmóvil, y no entendí la situación y me encontré de regreso a principios del siglo XX hasta que me di cuenta de que la cosa centelleante era un gran pomo de latón al pie de mi cama.

Ese día, durante el desayuno, Peter me suplicó e imploró una sardina como de costumbre. Pero cuando le dije: '¿Qué hay de ese pterodactilo, viejo amigo?' y '¿Cómo te fue dentro del plesiosaurio, viejo?', solo pestañeó y pataleó suavemente con sus patas delanteras y ronroneó como de costumbre. Peter es un gato realmente grande, pero lo que me llamó la atención de él esa mañana, después de mi excursión en medio de la fauna mesozoica, fue su tamaño ridículamente pequeño.

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[1] “When Britain first, at Heaven's command/ Arose from out the azure main” son los dos primeros versos de la canción patriótica Rule, Britannia! (1741) con letra de James Thomson y música de Thomas Arne, asociada a la marina británica.

jueves, 25 de julio de 2019

Nope (Poorly Drawn Dinosaurs)


LO QUE REALMENTE SUCEDIÓ

VIÑETA 2
¡Oh, bravo! ¡Dinosaurios! ¡Deben estar aquí para salvarme!

VIÑETA 3
¡Nop!


Nueva tira del wébcomic "Poorly Drawn Dinosaurs", creado por Henrik Tomenius, en la que narra un conocido suceso de la historia tal y como pudo pasar en realidad... Puedes ver más tiras de la serie aquí.

miércoles, 24 de julio de 2019

Viajando al pasado con Afton Kern

Afton Lindsay Kern es una artista estadounidense recientemente graduada en una Licenciatura de Antropología Biológica por la Universidad Estatal de Sacramento (California). Está muy enfocada e interesada en la historia natural, la anatomía, la biología y la reconstrucción de organismos, tanto extintos como actuales, y su objetivo es convertirse en ilustradora científica. Sus trabajos han aparecido en varias publicaciones, incluyendo ImagineFX’s Sketchbook, Delta college’s Artifact y Cosumnes River College’s Journal. Entre sus reconstrucciones de animales extintos, parece sentir predilección por los homínidos y los manirraptores. Aquí os dejamos una muestra:







martes, 23 de julio de 2019

Sexual Tyrannosaurus (Saturday Morning Breakfast Cereal)

"Nena, soy un tiranosaurio sexual"

Más tarde...
"¿Por qué no usas las manos?"
"¡Te avisé de ello!"


Hacía tiempo que no compartíamos algo de SMBC (Saturday Morning Breakfast Cereal), el webcomic de Zach Weiner que de vez en cuando incluye alguna referencia paleontológica. En este caso, la tira muestra a un flipado que se define como "tiranosaurio sexual"... y parece sincero. Puedes ver más tiras de SMBC publicadas en Koprolitos aquí.

lunes, 22 de julio de 2019

El Archidiácono y los Dinosaurios (Eden Phillpotts) (II)

El Archidiácono y los Dinosaurios

Eden Phillpotts
Traducción de Charlie Charmer

Parte II


Resumen de lo publicado: una copiosa cena tardía altera el sueño de nuestro archidiácono, que se ve trasladado al Jurásico en sus pesadillas... (Puedes leer la Parte I del relato aquí).


Al pasar cerca de aquí, pude notar que mi gato [1] negro por fin encontró algo más pequeño que él, un dinosaurio saltarín no mucho más grande que una rata [2]. Lo destruyó triunfalmente y se comió una parte, sintiéndose mejor y más valiente por hacerlo.

Anchisaurus de Joseph Smit para Creatures of other days (1894)

Por supuesto, me propuse disparar a uno de estos “dragones primitivos”. Sólo quería un gran ejemplar, si era posible. Llegué demasiado tarde para el anchisaurio [3], un gigante cuyas huellas y marcas de la cola se observaron en los estratos de la Nueva Arenisca Roja [4], y demasiado temprano para el claosaurio [5], cuya sencilla costumbre era comer de la parte superior de las palmeras y los helechos arborescentes en la época del Cretácico; pero sabía que esos colosos carnívoros, los ceratosaurios [6], podrían estar al acecho en cualquier esquina; sabía que tenían cuernos en sus frentes y recorrían seis metros de terreno de una zancada; que su huella cubría habitualmente un metro cuadrado de tierra. Estas reflexiones me hicieron cauto, e incluso nervioso.

Entonces volví a recordar al temible estegosaurio, que también brillaba en los días jurásicos. Estaba acostumbrado a tomar el aire a cuatro patas; la naturaleza le había provisto de placas y púas, un gran esqueleto de unos nueve metros de largo y dos conjuntos de cerebros; uno en la cabeza, el otro en la zona de la cola [7].

Estegosaurio (1904) del insigne Charles R. Knight

Tuve el presentimiento de que el estegosaurio seguramente debía estar al alcance y, al llegar a una esquina, encontré a mi fiel compañero, boca arriba, casi en las fauces de semejante monstruo.

Aparentemente, el estegosaurio no estaba usando sus cerebros delanteros ni los que tenía en la parte trasera. Simplemente pestañeó a Peter, pero no se movió ni se propuso molestarle, al ser vegetariano. Dudé si matar a esta gran bestia, y estuvo bien que reservase mi munición ya que, cuando aún no habían pasado cinco minutos de que se hubiera marchado por su camino, me encontré cara a cara con otro de los experimentos primitivos de la naturaleza, uno de los dinosaurios más terribles, fantásticos y de mal genio que jamás haya sacado de su taller. Era el triceratops, un monstruo con una cabeza de metro ochenta de largo y sin un cerebro que valga la pena mencionar, pero con un genio de mil demonios. No era capaz de controlarse, ni siquiera en presencia de un archidiácono. De hecho, bajó sus enormes cuernos y cargó contra mí apasionadamente, mientras yo permanecía en mi sitio y me mantenía extraordinariamente fresco y tranquilo, dos cosas que ciertamente no debería haber hecho si no se tratara de una visión. Disparé al Triceratops ambos cañones. Le acerté, principalmente porque no podía fallar. Llenaba todo el primer plano de esa emocionante escena mesozoica. Se desplomó a cinco metros de mí, pronunció feroces expresiones y falleció sin resistirse. Fue un gran momento, y mi éxito nos inspiró a ambos (a Peter y a mí) con una confianza renovada.

Almorzamos junto a ese Triceratops caído, y descubrí que la bolsa que llevaba colgada del hombro contenía una botella de whisky irlandés bastante aceptable, un paquete de sándwiches y algunos cigarros. Recuerdo que me pregunté de dónde habían salido esos sándwiches y quién los había preparado para mí, y con qué los habían preparado. Tal vez eran sándwiches de dinosaurio o ictiosaurio. También tenía un vistoso pastel en mi bolsa. Sabía a pichón, pero debía ser pterodáctilo. A Peter le gustó esto más que los sándwiches.

"Very passable irish whisky", ilustración de Cecil Aldine para la edición original de Fancy Free

Luego siguió mi –quizá- experiencia más notable. Estaba descansando un rato tras el almuerzo, terminando el whisky y fumando un cigarro, mientras el gato negro deambulaba a su libre albedrío cuando, de repente, el sonido más extraño que alguna vez escuchó oído mortal llegó al mío. Nunca antes había escuchado nada que se le pareciera ni de lejos; no sé cómo describirlo. El sonido era algo entre el siseo de una serpiente y el arrullo de una paloma. La bestia primitiva que fuera responsable evidentemente combinaba las cualidades vocales de aves y reptiles. Naturalmente me maravillé, porque las aves aún eran extrañas al mundo [8]. Y, sin embargo, un elemento musical en el sonido me llevó a sospechar que lo estaba produciendo una criatura de naturaleza al menos semi-ornitológica.

"Peter," -dije, porque estaba muy emocionado por el ruido- "¡Debemos estar en presencia de un arqueopteryx! Ningún otro ser jurásico podría producir esa indescriptible parodia de melodía ".

Arqueopteryx de Joseff Smit para Creatures of other days (1894)

Y tenía razón. Un momento después me encontré con un arqueopteryx sentado en el tocón de un árbol caído y cantando, o, al menos, daba la impresión de que lo estaba haciendo. Me detuve y escuché los primeros balbuceos de la música de las aves; Yo, que sabía lo que la alondra, el zorzal y el ruiseñor eran capaces de producir en su mejor momento, escuché a ese gallo arqueopteryx gorjear de acuerdo con sus limitadas luces. Era patético ver cómo disfrutaba, y cómo disfrutaba su gallina. Era el primero de su clase ideado por la naturaleza; naturalmente, no podía concebir nada más fino que su propio ser primitivo y su ridícula voz. Gorgeó y siseó, y chilló, e incluso trató de trinar. Entonces Peter, que reconoció en él a un verdadero pájaro, a pesar del hecho de que tenía garras en las alas y dientes en la boca, capturó al desafortunado arqueopteryx después de una dura lucha y lo arrastró hacia mí con regocijo.

A continuación, caminamos por la orilla del mar, abriéndonos paso entre prodigiosas tortugas y saurios dormidos, algunos de los últimos de casi nueve metros de largo. Y entonces me sobrevino una desgracia, pues perdí a mi fiel Peter. La tonta bestia se volvió demasiado aventurera. La familiaridad con las maravillas jurásicas generó descuido en su mente felina, y se acercó demasiado al agua. Tras lo cual, un hambriento plesiosaurio sacó tres metros de cuello de las olas y el interés de Peter en los asuntos mesozoicos terminó. Lo sentí muchísimo. Peter había sido, por así decirlo, un eslabón que me unía al futuro. Había pertenecido a mi esposa, y podía imaginarme su amargo lamento ante este burdo final de su pintoresca existencia.

(Continuará...)

¡Pobre Tom! Si hasta el ictiosaurio teme al plesiosaurio (ilustración de Riou para Viaje al centro de la Tierra)

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[1] “Tom” en el original, esto es, gato macho sin castrar.
[2] Aunque el autor no le pone nombre, el dinosaurio más pequeño conocido entonces –y hasta la década de los 90 del siglo XX- era el compsognato, con un metro de longitud y unos tres kilos de peso.
[3] Aunque Phillpotts lo llame “gigante”, se trata de un pequeño sauropodomorfo (un par de metros de longitud) norteamericano que podía alternar la posición cuadrúpeda y bípeda, y tenía un pulgar oponible. Edward Hitchcock lo llamó megadactylus y Marsh lo rebautizó anchisaurus.
[4] Capa perteneciente al pérmico-triásico británico (la “Vieja Arenisca Roja” es del Devónico).
[5] Ornitópodo de tres metros y medio de longitud, al que se tuvo por un hadrosaurio basal, aunque hoy es considerado como un pariente cercano no hadrosauroide.
[6] Terópodos de característico cuerno nasal a los que hemos podido disfrutar en filmes como la pionera Brute Force (1914) de Griffith, Hace un millón de años (1966) o La tierra olvidada por el tiempo (1975).
[7] Aunque tenía un cerebro realmente ridículo, del tamaño de una nuez, carecía de ese segundo órgano al que refiere Phillpotts, que refiere a una antigua creencia –hoy desestimada- originada por el descubrimiento de una abertura en la columna vertebral a la altura de la cadera.
[8] En la 4ª edición (1864) de El origen de las especies, Darwin explica que, aunque se había defendido que las aves aparecieron en el Eoceno, “hoy sabemos, según la autoridad del profesor Owen, que es seguro que durante la sedimentación de la formación Upper Greensand vivió un ave y, todavía más recientemente, ha sido descubierta en las pizarras oolíticas de Solnhofen la extraña ave Archeopteryx”. Conocido como “el bulldog de Darwin”, Thomas Henry Huxley defendió que las aves eran descendientes de los dinosaurios, y agrupó ambos ese mismo año bajo el clado “saurópsidos”.
Cuando Phillpott escribe su relato Gerhard Heilmann aún no ha publicado El origen de las aves (1926) refutando esta tesis basándose en la ausencia de fúrcula de los dinosaurios -Robert Bakker demostró varias décadas después que Huxley tenía razón-.

viernes, 19 de julio de 2019

El dinosaurio y el Ford Ka



Para una de sus últimas campañas publicitarias en Argentina, la conocida marca de automóviles Ford encargó a la agencia GTB Buenos Aires este anuncio, que corrió a cargo de la productora Landia. Dirigido por Nicolás Kasakoff, consiguió un premio Ciclope Latino de plata a los mejores efectos visuales. El culpable de los movimientos de este tiranosaurio persiguiendo a una pareja a bordo de su Ford Ka fue el estudio de animación Bitt.

jueves, 18 de julio de 2019

Fun Die (Extra Fabulous Comics)

Extra Fabulous Comics es un webcómic creado por Zach "ZMS" Stafford en 2011 y que va actualizando varias veces a la semana con tiras cómicas salpicadas por mucho humor negro e ironía. En esta tira, muestra la hipocresía de los fundamentalistas religiosos (el título de la tira es un juego de palabras con el término coloquial "fundie") con respecto a algunos temas como los dinosaurios, dando una imagen diabólica y distorsionada de estos gigantes del pasado.

miércoles, 17 de julio de 2019

El loco mundo pretérito de David Dunstan

David Dunstan (a.k.a. Loopydave) es un ilustrador y diseñador gráfico de Melbourne (Australia) que trabajado en publicidad, revistas y libros infantiles, portadas de libros y discos, diseños de juguetes y desarrollo de personajes para la televisión. Su estilo va desde la caricatura al pin-up, pasando por ilustraciones realistas, y en su obra es fácil encontrar referencias a la cultura popular, tanto al cine, como a los cómics o la televisión. De esta forma encontramos algunos dibujos relacionados con las faunas del pasado como su reinterpretación de los carteles de películas como "Jurassic Park" o "One Million Years B.C." o su homenaje al gran Frank Frazetta:






martes, 16 de julio de 2019

El Archidiácono y los Dinosaurios (Eden Phillpotts) (I)

El Archidiácono y los Dinosaurios

Eden Phillpotts
Traducción de Charlie Charmer

Parte I


El archidiácono se sacó del bolsillo un prolijo rollo de papel de sermón.

- Aquí tengo un pedacito del período mesozoico -dijo, y yo le interrumpí:

- Mi querido archidiácono, eso fue miles de años antes de que el hombre apareciera sobre la Tierra.

- Muchos millones -respondió alegremente el archidiácono- Mi manuscrito trata sobre un período en el que la misma Madre Naturaleza era una niña de pecho. Como sabes, mi hobby es la paleontología. Mi artículo, revisado científicamente, supone cierto conocimiento de este tema adquirido tras el contacto con algo tan peligroso como una cena tardía. Ya ves que no escondo nada. Y he escrito el asunto aquí en un papel de sermón para que pueda hacerle mayor justicia.

Alisó el rollo de manuscrito, se ajustó las gafas y mostró su disposición para comenzar.

Así que me instalé y escuché su singular historia:

- Por supuesto, en un sueño, como en una comedia moderna, uno no debe detenerse a sopesar las probabilidades y ser lógico, si no, en ambos casos la estructura se desploma sobre sus oídos y el placer de seguir el hilo se echa a perder. Por tanto, cuando me encontré en una buena mañana comenzando un día de deporte y ciencia en el período Mesozoico, la circunstancia me sorprendió poco. Puedo decirte que mis polainas negras se transformaron en marrones, llevaba al hombro un rifle Remington y a mi lado caminaba el gato negro de mi esposa, Peter. Por supuesto, mi conocimiento del período me llevó a notar la naturaleza extremadamente mesozoica de mi entorno, y me sentí satisfecho fuera de toda medida al encontrarme sano y salvo tan atrás en la historia de este planeta. No me detuve a recordar que Peter, mi rifle Remington y yo aún no habíamos evolucionado, que incluso el hombre paleolítico tardaría innumerables siglos en aparecer, que incluso sus piedras de sílex eran todavía esponjas en el fondo de los poderosos océanos. Tampoco me sorprendió al principio que estaba solo, y por tanto separado de mi especie por tremendos abismos temporales. Por el contrario, me deleité con mi entorno, comprobé que era claramente jurásico y reí con satisfacción al considerar que llevaba la delantera, alrededor de doce millones de años, a cualquier deportista que hubiera ido de caza mayor con un rifle. También fui generoso. Me acordé de Cuvier, Huxley, Owen, Tyndall, Darwin, Geikie, Marsh, Zittel, Hutchinson [1], o un millar de naturalistas y paleontólogos eminentes que habrían disfrutado una mañana en medio de las maravillas de esa época, y deseé que todos estuvieran allí bajo mi protección y la de mi Remington y Peter.

Me encontraba en las orillas de un lago en una región pantanosa. El paisaje estaba principalmente compuesto por volcanes, pues pude observar una docena de ellos en el horizonte, arrojando columnas de humo que nublaban el cielo. Era un día tormentoso, sofocante, y ocasionalmente caían fuertes aguaceros, aunque el clima era soportable entre las precipitaciones. A mi alrededor crecían gigantescos helechos arborescentes, y en la extensión pantanosa a lo largo de la orilla del agua se alzaban junglas de enormes licopodios [2], desastradas licopodiáceas y algunas coníferas.

Licopodium clavatum, la estrella de la función

En torno a las fronteras de este mar interior, la vida de los insectos se abría camino libremente. Miles de mosquitos de enorme tamaño y casi de veinte centímetros de envergadura bailaban con libélulas gigantes sobre el agua. De vez en cuando un pez ganoide [3] saltaba como una trucha y se comía a alguno, lo que puede resultar algo curioso tratándose de un pez ganoide, pero no lo critiqué. Estos ganoides, por cierto, solo los disfrutaron una insignificancia. Los peces-lagarto, o ictiosaurios, les perseguían aquí y allá, devorando a miles en la superficie; los plesiosaurios, con cuellos como cisnes y cabezas de lagarto, también atrapaban a los ganoides, y sólo Dios sabe qué monstruos les esperaban en las aguas profundas cuando se zambullían.

Entonces sucedió algo extraño. De repente y sin previo aviso, una monstruosa cometa infantil, con una larga cola y alas de seis metros de ancho, apareció aleteando sobre las palmeras. Le siguió otra, y entendí, tras pensarlo dos veces, que se trataba de paraguas. Un descubrimiento de tal naturaleza, incluso en un sueño, me causó cierto asombro. Me costó entender que debieran girar así de promiscuamente en el aire mesozoico, y me pregunté quién los había perdido; pero al instante comprendí la verdad. Estos revoloteadores no eran en absoluto paraguas, sino tan sólo un par de pterodáctilos muy flacuchos. Aprovechando la ocasión, levanté a mi fiable Remington y disparé. Considerando que en toda mi vida no he sido conocido por saber manejar armas de fuego, juzgarás mi satisfacción si te digo que me las arreglé para herir al más grande. Cayó de bruces, y Peter, con una considerable falta de juicio, fue a recuperarlo. La leal y pequeña bestia casi perece en el intento. Es algo complicado recuperar tu pterodáctilo, con seis metros de alas agitándose, cientos de dientes afilados y un apego a la vida de intensidad prehistórica. He de decir, sin la menor duda, que los restos fósiles no dan idea alguna de la ferocidad de estos dragones voladores.

Pterodáctilos de Josef Smit para Extinct Monsters (1893, H.N.Hutchinson)

Pese a estar herido de muerte, el animal mostró una fuerte inclinación a matarnos tanto a Peter como a mí. Así que volví a cargar, y disparé al pterodáctilo en el ojo. Tras lo cual, él recogió sus vastas alas temblando a su alrededor y enterró su cabeza en ellas, y así murió. Marqué el lugar para recogerlo de camino a casa. Por supuesto, no puedo explicar cuál pudo haber sido mi idea de "casa". Tal vez pensé que me alojaba en un balneario mesozoico en algún lugar cercano, “En un agradable vecindario volcánico, con espléndidos baños de mar, tenis sobre hierba y tiro al pterodáctilo. Condiciones económicas.”

El aspecto de mi primera víctima me hizo pensar. Me sorprendió que, si criaturas de tal tamaño volaban por el aire, la Tierra firme pudiera soportar cosas mucho más grandes. Por supuesto, era consciente de que debía haber dinosaurios cerca. Sabía que algunos buenos especímenes alcanzaban a veces casi seis metros de altura, que muchos de ellos caminaban sobre sus patas traseras y que, aunque ciertas variedades se limitaban a una dieta vegetal, otras eran carnívoras, y se comerían tan pronto a un archidiácono como a cualquier otra cosa. También temblaba por mi Peter. Temía a cada paso que él hiciera algo precipitado y perdiera la vida. Por mi parte, decidí no permitir que interfirieran con mi seguridad las nociones quijotescas de lo que era y no era ser deportista. Para ilustrar lo que quiero decir, puedo contar que mi siguiente captura fue un teleosaurio [4] y le disparé durmiendo junto al río. Tenía la espalda dada la vuelta y los ojos cerrados, de modo que fui capaz de acabar con él sin la mayor dificultad.

Teleosaurios de Smit

Demostró ser una insignificancia de cocodrilo de unos seis metros de largo; y murió, por así decirlo, sonriendo. Se me ocurrió que este monstruo podía convertirse en estupendas cajas de puros para regalar a los amigos.

Y ahora sabía, a medida que avanzaba, que la caza mayor estaba por llegar. Pequeños dinosaurios, no más grandes que los canguros, saltaban libremente a mi alrededor, pero reservé mi fuego, sospechando que podría necesitarlo en cualquier momento. Mi compañero había perdido hacía mucho tiempo su nervio. Podría decirse que estaba fuera de armonía con su entorno. Se pensaba allí simplemente como un bocado para algo más grande que él mismo, y al darse cuenta de ello, saltó a mi hombro, evidentemente determinado a que, en el peor de los casos, moriríamos juntos.

A cada momento aumentaba el tamaño de la fauna. De pronto, un dinosaurio blindado -llamado escelidosaurio [5]- sacó la cabeza de un área de tres metros de juncos. Tenía placas y espinas en su monstruosa espalda y una mirada hambrienta en los ojos, del tamaño de un plato de postre. La bestia, afortunadamente, no nos vio, y sintiendo que no sería bueno disparar, salvo en caso de necesidad, me detuve en silencio donde estaba hasta que la criatura se zambulló en el agua. Entonces visité su guarida y fui capaz de resolver una cuestión que ningún paleontólogo ha aclarado nunca. Encontré un nido de dinosaurio con cuatro huevos dentro y, por lo tanto, resolví una gran pregunta para siempre. Los dinosaurios, sin duda, ponen huevos. Estos en particular tenían una textura similar a las ranas, pero estaban separados entre sí y eran algo mayores que calabazas grandes. Tras haber observado todo esto, escuché a la madre dinosaurio regresar y me retiré apresuradamente, sin preocuparme por arriesgarme a compararlos con una criatura de más de tres metros y medio de altura, cubierta de armadura y llena de instinto maternal.

(Continuará...)

Maternal escelidosauria de Alice B.Woodward para Evolution in the Past (1912, Henry R.Knipe)

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[1] Phillpotts hace un repaso de los principales naturalistas y paleontólogos del siglo XIX: Georges Cuvier (1769-1832), Thomas Henry Huxley (1825-95), Richard Owen (1804-92), Charles Darwin (1809-82), Othniel Charles Marsh (1831-99), Karl Alfred von Zittel (1839-1904) o Henry Neville Hutchinson (1856-1927). Llama la atención el olvido del rival de Marsh en la “Guerra de los Huesos”, Edward Drinker Cope (1840-97) y, curiosamente, ignora a paleontólogos como William Buckland o Charles Lyell, e incluye al físico John Tyndall (1820-93), cuyo interés por épocas pasadas se centró en los cambios de temperatura de las eras glaciales, de las que también se ocupó el geólogo Archibald Geikie (1835-1924).
[2] “Club Mosses” (lit.: “Musgos de porra”, por la forma de bastón de sus esporas). Se trata de primitivas plantas vasculares herbáceas que se reproducen por esporas. En el teatro victoriano, se usaban estas esporas secas para simular el efecto de llamas o destellos soplando un puñado, ya son altamente inflamables, aunque no desprenden mucho calor, por lo que se consideraban un “efecto especial” seguro.
[3] Escamas primitivas, llamadas así por estar recubiertas por una sustancia dura llamada ganoina.
[4] Saurópsido talatosuquio (cocodriliano) del Jurásico.
[5] Tireóforo del Jurásico descrito por Richard Owen en 1859, de cráneo triangular como el de los ornistiquios primitivos y el cuello más largo que el de otros dinosaurios acorazados.

lunes, 15 de julio de 2019

El Archidiácono y los Dinosaurios (Eden Phillpotts) (Presentación)

Para hacerte más llevadero el rigor de la canícula, se nos ha ocurrido ofrecerte por entregas a modo de folletín decimonónico un refrescante relato de dinosaurios... de hace poco más de un siglo. Se trata de El Archidiácono [1] y los dinosaurios, la divertida odisea de un clérigo británico y su gato en los peligrosos paisajes volcánicos del Jurásico, fruto de la pluma de Eden Phillpotts. Este post tiene por objeto presentarte este apasionante cuentecito que hizo las delicias de nuestros bisabuelos.

El prolífico autor británico Eden Phillpotts (1862-1960) marchó a Londres con sólo 17 añitos y, aunque su primera vocación fue la de actor, se convirtió en escritor amateur mientras trabajaba en una compañía de seguros. Fue amigo personal de Agatha Christie, adaptado por Alfred Hitchcock (The farmer’s wife, 1928) y admirado por todo un Jorge Luis Borges. Escribió cerca de 250 obras literarias de todo tipo: prosa, verso y teatro. A efectos de la obra que aquí os traemos, debe apuntarse que era agnóstico y sobrino nieto del obispo de Exeter (por lo que las dignidades eclesiásticas le eran bien conocidas a la vez que un buen objeto para la burla) y había nacido en la India, hijo de un oficial del ejército (por lo que las cacerías exóticas también). Lamentablemente, en su biografía también deben incluirse la relación incestuosa con su hija Adelaide, con la que escribió al alimón varias obras de teatro.

Ilustración de Sidney Sime (1865-1941) para el poema The Zagabob

El Archidiáno y los dinosaurios (The Archdeacon and the deinosaurs [2]) apareció en la antología de relatos breves del autor Fancy Free (1901), que también incluía el poema The Zagabob, sobre un extraño ser, rey de una lejana isla desde el Precámbrico, al que rinden pleitesía primero trilobites y luego dinosaurios, o el cuento Una historia sin fin (A Tale without an End), que retrata las discusiones de pareja a través del tiempo, desde los trilobites, pasando por los atlantosaurios [3] hasta el hombre ...y más allá.

Más adelante escribió varias obras de fantasía y ciencia-ficción entre las que debemos destacar Saurus (1938), protagonizada por un reptil extraterrestre que se dedica a observar a los humanos.

Ya has tenido ocasión de leer en el blog en rigurosa primicia el que, probablemente, sea el primer relato jamás escrito sobre dinosaurios, inédito hasta entonces en español: El huevo de iguanodon (1882), de Robert Duncan Milne. Apenas dos décadas le separan de El archidiácono y los dinosaurios, que ve la luz año y pico después de la desaparición de Milne, pero las diferencias entre ambos son patentes: uno es una inquietante historia de misterio en un mundo perdido en una remota isla del Pacífico (Papúa) mientras el que aquí traemos es un onírico relato de caza (muy) mayor con bastantes dosis de humor. Pero sobre todo, mientras Milne prácticamente limita la presencia de dinosaurios en su relato al iguanodón que le da título [4], la cantidad y variedad de especies con que nos deleita Phillpotts es realmente apabullante; seguro que no los conocías a todos.

Fotomontaje con que ilustramos El huevo de iguanodon, partiendo de una fotografía de M.J.W. Lindt para Picturesque New Guinea (1887)

Pero también encontramos similitudes significativas entre ambos. Nos ha llamado en particular la atención cómo aventuran la reproducción de los dinosaurios mediante huevos aunque, hasta 1923, George Olsen y Roy Chapman Andrews no encontraron en Mongolia un montón de huevos que se atribuyen por primera vez inequívocamente a dinosaurios [5]. Lo que viene a demostrar como, a veces, la ficción se adelanta a la realidad.

¡No te pierdas la próxima entrega, en la que conoceremos cómo nuestro archidiácono se embarca en la aventura más bizarra y fantástica de su vida!

Hasta entonces, te dejamos con algunas fotografías de caza MUY mayor que hemos visto por ahí, para ir abriendo boca...




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[1] Antiguamente, el diácono principal de una catedral, llamado también arcediano. Desde Trento será sustituido por el vicario general en el área católica, aunque subsisten en la iglesia anglicana.
[2] Phillpotts emplea aún el diptongo inicial de la raíz griega δεινός. Este arcaismo fue común hasta entrado el siglo XX.
[3] Género hoy considerado nomen dubium al que también hace referencia en El archidiácono y los dinosaurios. Se trata de un saurópodo al que se llegó a tener por gigante entre los gigantes y hoy se considera sinónimo del apatosaurio (antes brontosaurio).
[4] Incluye también al ictiosaurio que, como sabemos, no es un dinosaurio sino un saurio marino, y hacia el final del relato menciona también al megalosaurio. Debemos tener en cuenta que, cuando en 1870 Cope y Marsh comienzan su “guerra de los huesos” sólo se conocían en Norteamérica 18 dinosaurios diferentes.
[5] Jean-Jacques Poech pensó que los que había hallado él en 1859 pertenecían a un ave gigantesca. Diez años después Philippe Matheron descubre otros junto al hypselosaurio (que creía un cocodriliano en lugar de un saurópodo) y duda si serían de éste o de ave; P. Gervais los atribuyó a una gran tortuga en 1877.

viernes, 12 de julio de 2019

Trobadorets - Morelladon

Trobadorets es un grupo de música familiar formado por Pau Sancho (voz), Gerard Chiva (guitarra española), Javi Ruá (guitarra eléctrica y cajón), Víctor Peris (batería), Dani Chiva (contrabajo), Mar Zandalinas (percusión) y Santi Vicente (oboe, dulzaina, acordeón y melódica). Comenzaron su carrera en 2010 por casualidad, actuando en la librería infantil de una amiga. Desde entonces han realizado cerca de 500 conciertos a lo largo de todo el País Valencià, y localidades cercanas de Teruel, Tarragona o Barcelona, actuando en festivales como La Colla en Ruta de ÀPunt Mèdia (Castelló y Valencia), Feretes y Cançonetes (Valencia) en diferentes ocasiones, Formigues Festival (Benicàssim), Capsigrany (Vilafranca), Aplec dels Ports en muchas ediciones, Ruzafa Loves Kids (Valencia), Aplec del Penyagolossa (Atzeneta), Karraska (Ain), Menut Festival (Alcúdia), MIAU (Fanzara), etc. y colaborando con diversas organizaciones benéficas y solidarias como Fundación Ronald Mc Donald, Acción Contra el Hambre, Cruz Roja, Oxfan Intermon, MEF2C, Fundación Alba Pérez, AFANIAS entre otros...

Han publicado cuatro trabajos discográficos: "Sons i Cançons" (2012), "Trobadorets" (2014), "Una Cançoneta y Mo’n Anem" en directo (2016) y "A Xalar" (2018) y por el que han sido nominados, en la categoría de Mejor Disco Infantil, en los Premios Carles Santos de la Música Valenciana 2018 y en los Premios Enderrock 2018. En su disco en directo, incluyeron un tema dedicado a Morelladon beltrani, el dinosaurio ornitópodo descrito en el Cretácico Inferior de Morella (Castelló), ya que Pau Sancho, cantante del grupo y compositor de la canción, es originario de la Comarca dels Ports y vieron que era un motivo de orgullo tener un vecino así y por ello, decidieron dedicarle una letra para que los niños y niñas pudiesen conocerlo. Ahí dejamos la canción:



Si queréis más información sobre la banda y estar enterados de todas sus actuaciones, podéis seguir a Trobadorets en sus redes sociales: Facebook, Twitter e Instagram.

jueves, 11 de julio de 2019

If Dinosaurs Still Lived (Fake Science)

Ya sabéis que somos muy fans de Fake Science y sus coñas científicas, pero hacía tiempo que no los traíamos por aquí. En esta ocasión, especulan con qué pasaría si los dinosaurios viviesen en la actualidad, afirmando que podríamos montarlos fácilmente, después de administrarles fuertes tranquilizantes y realizarles variadas (y dolorosas) cirugías...

Más Fake Science aquí.

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