DINOSAURIOS SILENTES
Comenzamos una nueva serie que hemos bautizado utilizando el término anglosajón que equivale a “pista”, buscando el mismo doble sentido que tiene en castellano (“rastro, huella” o “grabación musical”), pero ya sabemos que el inglés siempre queda más “cool”. Y es que la música cinematográfica tiene un carácter a la vez descriptivo y conductor de las emociones del público que la fuerza de algún modo a reflejar los acontecimientos de la pantalla, a trasladar su huella hasta el oyente. Naturalmente, las películas que nos interesan aquí son las de dinosaurios.
Primeras pruebas fonográficas de Mr. T. rex
Apenas nació el cine, allá por 1895, resultó evidente que necesita del acompañamiento de la música. Ya antes del triunfo del cinematógrafo, Edison había pensado en unir dos de sus patentes, el kinetoscopio y el fonógrafo, para impulsar un espectáculo único... pero la sincronización ofrecía demasiados problemas y hasta 1927 el cine fue mudo. Aunque no del todo.
El pianista de cada sala decidía la música que sonaba en The Lost World
Con objeto de ocultar las estridencias del proyector y añadir más emoción, las salas comenzaron a contratar pianistas que improvisaban, rebuscando entre su repertorio la pieza que mejor se acomodase a cada escena. Como no siempre acertaban, pudiendo transformar el drama en comedia o viceversa, a partir de 1909 comenzaron a publicarse hojas con sugerencias musicales para distintos tipos de películas y escenas, y desde 1913 proliferan los volúmenes de partituras de todo tipo de repertorios (clásica, folklórica, jazz...) clasificadas por géneros. Uno de los más completos fue Motion Picture Moods for Pianists and Organists (1924, Erno Rapee), que incluía casi 700 páginas que abarcaban 52 estados de ánimo, con índices en cada página para poder pasar rápidamente a la parte deseada [1].
Una de las páginas del "Guíaburros" para pianistas de Erno Rapee, con el índice de piezas en el margen izquierdo
El primer cineasta en comprender que la única partitura idónea para acompañar una película es la que se ha escrito ex profeso para ella fue D. W. Griffith, que encargó a Joseph Carl Breil (1870-1926) la primera banda
sonora original (aunque fue complementada con numerosas piezas de compositores clásicos) para su superproducción de 1915 El nacimiento de una nación. El éxito fue incuestionable y Breil escribió partituras para acompañar a las subsiguientes películas de Griffith. Desgraciadamente, la única incursión del genio en la paleoficción es inmediatamente anterior a El nacimiento de una nación.
Joseph Carl Breil
Brute Force
En 1914 se había estrenado Brute Force (o Primitive Man, 1914), ampliación de otro corto previo: Man’s Genesis (1912). Si Griffith hubiera pospuesto este proyecto algunos meses, podríamos hablar de la partitura de Breil como de la primera muestra musical de la paleoficción. Sin embargo, parte de su metraje fue reutilizado en Teenage
Cavemen [2] (1958), para la que Al Glasser (1916-1998) escribió esta banda sonora, de modo que podemos disfrutar de música escrita para acompañar esas
escenas, aunque sea cuarenta años después de su rodaje. Por cierto, Glasser es también autor de la partitura de The Neanderthal Man (1953), en la que no hay dinosaurios pero sí un simpático smilodón.
Albert Glasser
"Cara de palo" en versión muñeco en Las tres edades
Aunque en su momento no tuvieron banda sonora original, podemos hacernos una idea de cómo sonaban algunas escenas gracias al trabajo de músicos como Lee Erwin (1908-2000), organista del cine mudo que se recicló en el sonoro como compositor e intérprete para la radio y, a partir de 1967, se dedicó a poner banda sonora a antiguas películas mudas para su reposición. Entre ellas, encontramos Three Ages (1923, Buster Keaton), a la que en su momento dedicamos este post y que también se incluye entre las películas a las que pusó banda sonora con motivo de su reedición para el mercado del video el compositor Robert Israel, que también escribió esta partitura para The Lost World (1925, Harry Hoyt).
El clásico de Arthur Conan Doyle ha tenido más versiones cinematográficas, por lo que tenemos más opciones musicales para disfrutarlo, como la de 1960 del polaco Paul Sawtell (1906-1971) y el ruso Bert Shefter (1902-1999), las de los filmes The Lost World y Return to the Lost World (ambos 1992, Timothy Bond), escritas al alimón por Isaiah Sanders, Gerard Shadrick, Lawrence Shragge y Larry Wolff, las versiones en formato largometraje y serie de televisión que Bob Keen dirigió a finales de los 90, obras de Milan Kymlicka y Garry McDonald y Laurie Stone, respectivamente, o la miniserie que protagonizó Bob Hoskins (2001, Stuart Orme) y contaba con esta partitura de Robert Lane, que también pondría música a otras adaptaciones de Doyle (The Hound of the Baskervilles, 2002).
Irwin Allen (izquierda) y Willis O'Brien (derecha), preparando al triceratops de The Animal World
Pero el verdadero especialista en Sherlock Holmes era Sawtell, que había comenzado su carrera cinematográfica poniendo música a varios largometrajes protagonizados por Sherlock Holmes (The Pearl of Death y The Scarlet Claw, ambas de 1944) y también había experimentado con el cine de dinosaurios, ya que fue el encargado de poner banda sonora al documental animado por Willis O’Brien y Ray Harryhausen The Animal World (1956, Irwin Allen). Por su parte, Shefter había escrito música adicional para la versión anglófona de clásicos kaiju nipones
como Gojira no Gyakushû (1955) o Sora no daikaijû Radon (1956). De manera que nos parecen los artistas idóneos para poner música a la versión de El mundo perdido que Allen dirigió en 1960.
Triceratops del Consorcio Regional de Transportes en Fig Leaves
Tampoco conocemos la música con la que los pianistas del mudo acompañaron paleocomedias románticas como Fig Leaves (1926, Howard Hawks) o Adam’s Rib (1923, Cecil B. DeMille), pero la versión de ésta última que dirigió George Cukor en 1949 fue musicada por Miklós Rózsa (Recuerda, Ben-hur).
Stone Age Stunts
Las fábulas de Esopo (1920-1933) fue una serie animada para RKO por Fable Pictures, de Paul Terry y Amadee J. Van Beuren, que incluyó centenares de cortos, incluidos varios de ambientación prehistórica. Durante la etapa muda encontramos “Stone Age Romeo” (1922), “The Bonehead Age” (1925) o “A Stone Age Romance” (1929), que eran acompañados por un pianista que improvisaba, pero las últimas entregas de la serie brillaron con sonido propio. La banda sonora –sin acreditar- de Stone Age Stunts (1930, John Foster) es la canción “I Just Roll Along” (1928), del compositor de Tin Pan Alley Peter De Rose y su letrista Jo Trent. Está protagonizada por diversos animales antediluvianos –dinosaurios incluidos- y un calco de Mickey Mouse cuya fisionomía se modifica en Stone Age Error (1932, Foster y Mannie Davids), con una alabada [3] partitura de Gene Rodemich (1890-1934), director musical de Van Beuren Studios desde 1929 hasta su fallecimiento casi al pie del cañón: aún tras sufrir unos escalofríos, enfermo de neumonía, Rodemich continuó dirigiendo la grabación de su orquesta para un programa de la NBC y murió tres días después.
Dinosaur Movies (1993) es un documental que incluye fragmentos de un puñado de filmes silentes que introdujeron fauna del Mesozoico en el reparto. El impulsor de la iniciativa no podía ser otro que Don Glut, quien a su vez se encargó de escribir una banda sonora de acompañamiento (“Dinosaur Movies”, “Dinosaur Tracks”) que interpretó junto a su amigo Pete von Sholly y su banda Iridium.
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[1] Paul F. Boiler Jr. (1985) “The Sound of Silents”, en American Heritage, vol.36, 5.
[2] También aprovechó escenas de One Million BC (1940, Hal Roach).
[3] Según Bethany Cox (para IMDb), “El mejor activo de 'Stone Age Error' es la partitura, prácticamente lo mejor de la producción de Van Beuren. A veces incluso lo único bueno. Está tan bella e inteligentemente orquestada que es muy entretenida de escuchar y está llena de energía vital, lo que realza muy bien la acción.”
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