WAGNER EN LA ISLA CALAVERA
En 1874, Richard Wagner completó El anillo del nibelungo, un ciclo completo de óperas que le ocupó durante casi treinta años. El compositor alemán se inspiró en la mitología nórdica en busca de una historia épica apta para exaltar el nacionalismo germánico. Los nibelungos eran unos enanos mineros que vivían en las entrañas de la Tierra y tenían un tesoro protegido por un dragón al que vence el protagonista, que se vuelve invisible gracias a un objeto mágico y consigue un anillo de oro que permite dominar el mundo pero arrastra consigo una maldición... Espera, espera, ¿Hablamos de Wagner o de Tolkien?
Lo interesante del ciclo wagneriano es que el autor, que deseaba crear una nueva forma operística “total”, sin la tradicional sucesión de recitativos y arias, partió de la elaboración de grundthemen o leitmotivs que representaban a los distintos personajes y conceptos básicos, acompañándoles a lo largo de toda la obra. Esta técnica será retomada en la banda sonora que transformó por completo la relación entre la música y el cine. Y aunque en el celuloide no aparece ningún dragón, tenemos algo mucho mejor: dinosaurios.
Con la irrupción del sonoro, muchos pianistas perdieron sus contratos con los propietarios de los teatros donde acompañaban a las cintas silentes. A cambio, las bandas sonoras van a permitir que las mejores orquestas del
mundo acompañen las proyecciones en las salas más humildes, perfectamente sincronizadas con las pantallas.
Max Steiner
La primera banda sonora de una película con dinosaurios del sonoro es obra de uno de los grandes compositores clásicos del cine: Max Steiner (1888-1971). Nacido en Viena, tuvo por padrino a Richard Strauss y fue discípulo de Gustav Mahler. Emigró a Estados Unidos al estallar la Gran Guerra y pronto se hizo hueco en Broadway y, luego, en Hollywood, donde fue pionero en componer para el cine, al que aportará partituras inmortales como las de Lo que el viento se llevó (1939), Casablanca (1942) o los musicales de Fred Astaire y Ginger Rogers. Pero la banda sonora que impulsó su carrera y supuso una auténtica revolución en el
mundillo fue la de King Kong (1933).
La historia es original de Merian C. Cooper, codirector de la cinta junto a Ernest B. Schoedsack y fascinado por los gorilas desde niño. Sin embargo, no dejan de llamarnos la atención ciertas similitudes con un serial estrenado cuatro años antes, que traemos a colación no para cuestionar mitos, sino por derecho propio. El primer parecido, irrefutable, tiene lugar ya en el propio título, The King of the Kongo (1929, Richard Thorpe) [1]. A lo largo de sus diez capítulos, nos narra una expedición selvática de los protagonistas en busca de familiares desaparecidos, durante la que se encuentran con un gorila –precisamente, al que llaman “King of the Kongo”- y un dinosaurio –“interpretado” por un lagarto con prótesis pegadas. Se produjo en la transición del mudo al sonoro y está parcialmente sonorizado, siendo la banda sonora obra de Lee Zahler (1893-1947), conocido por haber puesto música al primer serial de Batman (1943).
Kong durante las prácticas del doctorado de odontología
Aunque RKO había encomendado a Steiner reutilizar partituras por razones presupuestarias, Cooper le encargó escribir una banda sonora original. Por primera vez, en lugar de música de fondo un largometraje sonoro va a tener una música temática, que agregará realismo a su fantástica trama, haciéndola más verosímil y marcando un hito al conducir las emociones de la audiencia como nunca se había hecho. Steiner estaba encantado ya que la temática le permitía utilizar desde melodías hermosas hasta acordes extraños y disonancias de todo tipo. Utilizó convenciones operísticas como el uso de leitmotivs al estilo de Wagner: cada personaje y conceptos principales tenían su propio tema. Tanto Kong (Si-Sib-Do) como Ann (a cuya imagen se desarrolla el tema de amor) son representados por motivos de tres notas cromáticas descendentes, en el caso de la joven completado por otras tres notas que también resuelven en Do (Sol-Fa#-Fa-Si-Re-Do). No deja de resultar curioso que Steiner echara mano de Wagner, reconocido antisemita al que el régimen nazi iba a volver a poner de moda [2], tratándose de un compositor judío (y alumno del también judío Mahler).
Motivo de Kong
Motivo de Ann
Además de dar soporte a partituras originales, el sonoro permitirá también afrontar nuevos retos en el terreno de los efectos especiales, especialmente notorios en el cine de dinosaurios, como devolver la voz a seres extintos millones de años atrás. El técnico de sonido ruso Murray Spivack [3] utilizó un compresor de aire y su propia voz para simular el siseo y rugido de los dinosaurios, mezclando la grabación de un puma para dar voz al tiranosaurio y graznidos de aves para el pteranodón.
"King Klunk"
El impacto de King Kong fue enorme y, ese mismo año, Steiner musicó también la secuela The Son of Kong, cuyas pretensiones y éxito fueron
mucho más moderados, y el animador Walter Lantz realizó la parodia “King Klunk” (penúltimo corto de la serie de Pooch the Pup), con una partitura jazzística de James Dietrich (1894-1984). Lantz y Dietrich ya habían colaborado en otro corto con dinosaurios: “Stone Age” (1931), protagonizado por Oswald the Lucky Rabbit, el personaje que Charles Mintz había arrebatado a Walt Disney.
King Kong tai Gojira
King Kong fue repuesta numerosas veces. En los 60, la nipona Toho le enfrentó con su emblema, el dinosaurio radiactivo Godzilla (King Kong tai Gojira, 1962; King Kong no Gyakushū, 1967), con música
del especialista Akira Ifukube, al que veremos cuando corresponda dentro de esta serie. Dino de Laurentiis dirigió un remake (1976) y una secuela (1986) sin dinosaurios. Sí pudimos verlos, sin embargo, en stop-motion en la parodia erótica King Dong (1984, Yancey Hendrieth), con una funky partitura original del bajista Hutch Hutchinson.
James Newton Howard
Curiosamente, la versión que volverá a reunir al simio gigante con dinosaurios, ya en 2005, será la de un renovador del legado de Tolkien (cerramos así el círculo -del anillo- volviendo a la mitología nórdica que inspiró a Wagner): Peter Jackson. Firmó la banda sonora James Newton Howard (1951), que ya había puesto música a las aventuras de Aladar, el Dinosaurio (2000, Ralph Zondag) de Disney. Howard fue contratado cuando Howard Shore (precisamente, quien escribió la partitura de El señor de los anillos para Jackson) abandonó el proyecto, tras haber grabado varios temas e incluso ser grabado dirigiendo a la orquesta en el teatro donde se iba a presentar al gorila gigante. En sólo cinco semanas, debía completar tres horas de banda sonora, por lo que se impuso sesiones maratonianas apoyado por copistas y orquestadores.
Motivo de Howard para Kong
En homenaje al primer Kong, utilizó también como motivo para el gorila una escala descendente (Sol-Mi-Mib-Do), armonizada en quintas (y octavas) paralelas. Pero,
a diferencia de la versión original, sus motivos se desarrollan, van evolucionando con los personajes, en particular humanizando progresivamente a la bestia. Howard pondría luego música a Mi monstruo y yo (2007, Jay Russell), una revisión del mito de Nessie.
Kinky Kong
El rey de la Isla Calavera volvió a ponerse de moda. John Bacchus dirigió la parodia erótica Kinky Kong (2006), comercializada directamente en video, con música del grupo Pink Delicates. Las últimas
revisiones del mito son Kong: La isla Calavera (2017, Jordan Vogt-Roberts), con banda sonora del ayudante de Hans Zimmer, Henry Jackman, o Godzilla vs. Kong (2021, Adam Wingard), a la que puso música el disc-jockey holandés Thomas Holkenborg, más conocido como Junxie XL.
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[1] Según su biógrafo Mark Cotta Vaz (Living dangerously: The Adventures of Merian C. Cooper, Creator of King Kong, 2005), a Cooper simplemente le gustaban las palabras fuertes y sonoras que comenzaban por K, como Komodo, la isla del famoso lagarto, donde había viajado su amigo Douglas Burden, que estaría en el origen de la pelea del gorila con el dinosaurio.
[2] El 30 de enero de 1933, poco más de un mes antes del estreno (el 7 de marzo) de King Kong, Hitler había llegado al poder y ese verano convirtió la celebración del cincuentenario del fallecimiento del
compositor en el festival de Bayreuth –los suscriptores extranjeros cancelaron en masa su asistencia tras el cambio de régimen- en una cuestión de Estado.
[3] Nominado al óscar por Tora! Tora! Tora! (1970), lo ganó con Hello Dolly (1969). También fue profesor de batería y entre sus alumnos hay percusionistas de jazz como Joe Morello, Louie Bellson o David Garibaldi.
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