lunes, 18 de junio de 2018

Los mundos prehistóricos de John Taine (y Lawrence)

De niño, Eric Temple Bell (1883-1960) vivió una corta temporada en una colina cercana a Sydenham, desde donde podía divisar los terrenos de Crystal Palace en los que Waterhouse Hawkins había esculpido sus formidables dinosaurios y otras criaturas prehistóricas. Como confesaría más tarde, esta experiencia le inspiró una fascinación de por vida por las “grandes bestias amorales”.

 
Cocodrilos tomando el sol de modo totalmente amoral en Crystal Palace 

Emigró a EE.UU. en 1902 y terminó dedicándose a las matemáticas, pero en su tiempo libre cultivó una pasión literaria bajo el pseudónimo de “John Taine”, fruto de la cual son diversas historias de ciencia ficción, comenzando por El zafiro púrpura (1924) o El diente dorado (1927), ambientadas en extremo oriente, donde una raza antigua posee un terrible secreto: el poder atómico, en el primer caso, y la transmutación del metal en el segundo [1]. Colaborador ocasional de las revistas pulp, sus relatos más importantes son The greatest adventure (1929) y The iron star (1930), aunque no podemos dejar de mencionar Before the dawn (1934).


La mayor aventura es la que vive el Dr. Eric Lane, embarcado en una expedición a una Antártida volcánica en la que campan a sus anchas los dinosaurios. Pero no se trata de bestias mesozoicas sino de abominaciones propias del Dr. Frankenstein que han evolucionado a partir de esporas creados por una raza prehistórica que experimentó con la ingeniería genética antes de la aparición del hombre.

Ilustrador de noticias para la prensa, cuando en los años 40 los avances de la industria reprográfica facilitan que los fotógrafos le quiten el trabajo, Lawrence Sterne Stevens (1886-1960) redirige sus pasos hacia los pulp, donde trabajó a menudo en colaboración con su hijo Peter (1920-2001). Entre otras, ilustró la portada del número de Famous Fantastic Mysteries de 1944 en que se reeditó esta historia [2].

La estrella de hierro es un meteorito compuesto de “asterium”, un elemento radioactivo que provoca la involución de las especies, se estrella en África. Los habitantes de las poblaciones cercanas acaban adquiriendo caracteres simiescos.

En Antes de la aurora se describe de modo didáctico la era de los dinosaurios a través del épico recorrido vital de un tiranosaurio, Belshazzar [3], contemplado desde una “cámara del tiempo”. Las ilustraciones de Lawrence Sterne Stevens son espectaculares. A pesar de su cuidado estilo, que le convirtió en un meritorio sucesor de Virgil Finlay, Lawrence (solía firmar sólo con este nombre) se retiró a principios de los 50.


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[1] Insistirá en estos temas en La invención de Quayle (1927), en la que un científico juega a alquimista, y Fuego verde (1928), sobre la amenaza nuclear. El jardín prohibido (1947) es otro relato protagonizado por una raza oriental perdida.
[2] Se volvió a reeditar junto a El zafiro púrpura y La corriente del tiempo (1946, seriada en Wonder stories en 1931-32) –que narra viajes al pasado, el futuro y otros mundos- como Tres novelas de ciencia ficción (1964).
[3] El tiranosaurio que protagoniza Our Lady of the Sauropods (1980, Robert Silverberg) se llama igual.

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