La trampa de Jacobs
Miembro del estudio de Hergé especializado en los fondos de Tintín, Edgar Pierre Jacobs (1904-87) destacó en solitario con su saga Blake y Mortimer (1946). Una de sus aventuras, de profético título La trampa diabólica (serializada en 1960-61 y publicada en álbum en 1962), resultó una auténtica trampa para el autor.
En primer lugar, su visión distópica del futuro (que hoy estaría tan de moda) no fue del agrado de la censura, que vetó el álbum en Francia. La segunda zancadilla se la puso él solo, al complicarse la vida con la ambientación.
El protagonista, Mortimer, viaja a diferentes momentos del pasado, entre ellos el Mesozoico. Al ver una williamsonia deduce que, como muy lejos, ha viajado 150 millones de años atrás, pero pocas viñetas después ya duda y reduce la cifra de modo incongruente a solo 100 millones.
Puesto que el siguiente hallazgo que hace es un elasmosaurio (y dado que la williamsonia no se extinguió hace 150 millones de años como cree Mortimer, ya que se han encontrado fósiles hasta en yacimientos del campaniense), parece que podríamos concretar la visita en el Cretácico Superior, lo que confirmaría la ulterior presencia de pteranodontes y un tiranosaurio…
…pero también aparecen un plateosaurio (a punto de comerse a Mortimer, pese a ser hervíboro), prosaurópodo propio del triásico, y lo que es peor, una meganeura del carbonífero.
Jacobs también comete algunos errores geográficos: sitúa la acción en Europa, donde podríamos encontrar al plateosaurio o la meganeura (e incluso se han descubierto williamsonias en Inglaterra), pero no a las criaturas cretácicas, propias de Norteamérica. No coincidieron ni en el lugar ni en el tiempo: este combate entre un plateosaurio y un tiranosaurio nunca sucedió.
Lógicamente, el autor debió desechar el carbonífero si quería dibujar dinosaurios, pero pudo centrarse en el triásico superior europeo, donde aparte del plateosaurio (y la williamsonia) podría haber ilustrado a sus anchas thecodontosaurus, scleromochlus o melanosáuridos, todos ellos ya descritos en la época en que escribió el guión.
Dicho lo cual, se trata de un álbum entretenido, ideal para pasar una tarde de verano y que, desde aquí, recomiendo a todos los amantes de la "línea clara" y el cómic en general.
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