viernes, 11 de diciembre de 2015

Traduciendo sin piedad III: Comiendo sobre los peces antes de que se descoyunten los discos

Hoy traemos a esta sección un libro infantil y un opúsculo integrista bíblico a cuyos traductores (la prudencia y la vergüenza ajena me impide nombrarlos) habría que colgar por los pulgares... si no fuera por lo sano que es el humor y las risas que son capaces de proporcionar a sus lectores.



En este libro de 2013, la traducción parece del “Google Translator” y encima está incompleta, con fragmentos en inglés. Basta con un fragmento del comienzo para entenderlo:

A 50 metros de largo y un peso de hasta 20 toneladas (¡que sería 40.000 libras!), El Spinosaurus era uno de los carnívoros más grandes, o los animales carnívoros, que jamás haya existido. Era un dinosaurio depredador que probablemente prefiere comer en los peces, pero nos hubiera encantado aprovechó la oportunidad de comer otros tipos de presas, como hacer una comida de otro dinosaurio.

Aparte de lo difícil que resulta tratar de leer algo así, la información que transmite es incorrecta, ya que el original habla de “50 feet long” (esto es, 50 pies), lo que corresponde a unos 15 metros. Todo esto se agrava al tratarse de un libro de supuesto carácter educativo.



Este ensayito resulta ya bastante patético por sostener un creacionismo radical más que trasnochado que hace sonrojar a cualquiera, pero limitándonos a la materia que nos ocupa, en la versión castellana hemos encontrado algunas traducciones que terminan por convertirlo en un auténtico clásico del humor que recomiendo activamente a cuantos deseen echarse unas buenas risas.

Para abrir boca, encontramos que “los primeros animales (y los humanos) fueron mandados ser vegetarianos. No había comedores de carne en la creación original”. Debemos saber también que la paleontología estudia en realidad el producto del diluvio universal y “los fósiles de dinosaurios, que fueron hechos como resultado de ese diluvio, fueron probablemente formados hace como 4,500 años”. Kem admite que el famoso Behemot pudiera ser un braquiosaurio que “De modo poderoso, movía su cola ¡como un árbol cedro!”.

Pero lo mejor es la relación de las teorías sobre la extinción que expone a sus lectores: “fueron evenenados; fueron cegados de cataratas y no pudieron reproducirse (…), los discos descoyuntados…”, pero “Por supuesto, los creacionistas no serían sorprendidos si alguien encontrara un dinosaurio vivo (…). No importa lo que sea encontrado, o qué tan contradictorio sea a las ideas evolucionistas” y es que “Actualmente, la muerte es un resultado que entró cuando el primer hombre desobedeció a Dios”.

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