jueves, 7 de abril de 2016

Apocalipsis (Juan José Santana)

Ya solo se oyen disparos aislados, esta oleada ha terminado. Esas cosas son como autómatas, por muchos que elimines, siguen adelante como si nada, ajenos a los que caen a su alrededor.

- ¡ALTO EL FUEGO, ALTO EL FUEGO!

La orden del jefe de sección nos llegó alta y clara. Me senté con la espalda apoyada en el parapeto de la muralla. Miré a mi compañero de ese día. Era un joven de unos 30 años, no especialmente fuerte y un tanto desharrapado, aunque no creo que yo tenga mejor aspecto. Llegó al castillo de Santa Bárbara hace unos días con un grupo de supervivientes y, tras haber trabajado en la rehabilitación de la aljibe, lo han destinado aquí. Bebo un poco de agua de la cantimplora, la tenemos racionada hasta que la aljibe esté operativa y la lluvia nos eche una mano.

- ¿Cómo te llamas chiquillo? Yo soy Luis, el negro para los amigos.

- Antonio -respondió lacónico el muchacho-.

- Llevo aquí con mi familia casi desde el principio, fue una suerte que viviéramos en El Plá. Si hubiéramos estado más lejos no sé si habríamos llegado al castillo. ¿De dónde vino tu grupo?

- No sé de donde salieron mis acompañantes, los encontré al pie del monte, buscaban una forma de segura de subir. Yo vengo de San Vicente.

- ¿DE SAN VICENTE? ¿Cómo has cruzado toda la maldita ciudad?

- No quiero hablar sobre eso, han sido un par de meses demasiado duros y largos.

Se hizo un incómodo silencio que aproveché para recapacitar sobre lo poco que me había contado.

- Perdona que insista, pero no lo entiendo. En San Vicente había un punto seguro en los alrededores del polideportivo, está la autovía para huir al interior y, en todo caso, el cuartel militar de Rabasa está cerca. ¿Por qué te la has jugado viniendo aquí?

- Porque el punto seguro se convirtió en un buffet para zombis en menos de una semana. Los cabrones del cuartel cerraron las puertas en cuanto entró el último de sus familiares, y ahora tiran a matar. En cuanto a la autovía... dejo de ser una opción en cuestión de horas. He pasado una temporada muy dura vagando por la zona de los lagos de Rabasa pero, como te he dicho, no quiero hablar de ello.

- ¡ALERTA, ALERTA, OTRA OLEADA! -otra vez el jefe de sección-.

Nos preparamos en el parapeto, apuntando a los pasos habituales de los no muertos, a la espera de la orden de disparo.

- ¿En qué pensarán esas cosas? -me pregunté en voz alta-.

- Los zombis no piensan. ¿Y tú? ¿En qué piensas cuando los liquidas?

- En los familiares y amigos que he perdido. ¿Tú también piensas en los tuyos?

- No, yo pienso en los Iguanodon.

Tardé unos segundos en asimilar la singular respuesta.

- ¿Dinosaurios? ¿En eso piensas entre bala y bala? Tú no estás bien del coco.

- No, pienso en el doctorado en paleontología que estos malnacidos no me han dejado completar. Mi trabajo trataba sobre ese género y sus familiares en la Península Ibérica. Estos desgraciados han acabado con mi sueño.

- ¡FUEGO, FUEGO!

La descarga de fusilería resuena a mí alrededor. ¿Cuántos zombis más quedan en Alicante?

JUAN JOSÉ SANTANA


Como se suele decir, "a la tercera va la vencida" y Juan José Santana ha conseguido alzarse con el triunfo en el Quinto Certamen Literario Koprolitos con este relato de zombies en su tercera participación tras "Icnitas" y "Comienzos". ¡Muchas felicidades al ganador!

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