viernes, 26 de agosto de 2016

Los mundos prehistóricos de Burne Hogarth

Burne Hogarth (1911-1996) no fue un dibujante especialmente prolífico en materia de dinosaurios, pero su labor docente fue fundamental para una generación de dibujantes que sí dedicaron muchas horas a dibujarlos [1]: Roy Krenkel, Frank Frazetta, Joe Orlando, Al Williamson, Ross Andru, Mike Espósito, Steve Dytko, Wally Wood…

En 1934 comienza a trabajar para el King Features Syndicate, pero su gran oportunidad llegó dos años más tarde cuando su rival United Features le ofreció encargarse de las viñetas de Tarzán tras la marcha de Harold Foster. Imprimió a la tira tal dinamismo y barroquismo que le valió el apelativo del “Miguel Ángel del cómic”.

Podemos encontrar un primer saurio de Hogarth en la portada de Sparkler #39 (1944), cómic-book (1941-54) pionero de United Features que se componía esencialmente de reediciones de tiras de prensa del syndicate.

En Kurdu, the tartar (1945), el último trabajo de Hogarth para Tarzán [2] hasta 1947, el hombre-mono llega a un valle perdido donde lucha contra un tiranosaurio cuyas incorrectas proporciones anatómicas han sido bastante criticadas: el cuello y las extremidades anteriores son muy largas, la cabeza pequeña, tiene dedos de más, sus débiles patas tienen apariencia plantígrada y no digitígrada, como correspondería a un terópodo, la cola es demasiado flexible, corta y delgada.

En este punto, voy a ser subjetivo: Para empezar, hay que entender el propio estilo de Hogarth. Sus figuras son dinámicas y, a veces, se ven algo alargadas para subrayar la acción (ver ilustración).

En la época en que se realizó el dibujo, los dinosaurios eran representados como monstruos torpes y pesados, pese a existir antecedentes tan brillantes como los laelaps de Charles R.Knight.

Mi opinión es que, tal vez, ésa fuera una de las razones por las que Hogarth no se sentía especialmente a gusto dibujando dinosaurios. Puede que descuidara o alterase la anatomía de la bestia en busca de ese dinamismo que no podía apreciar en las películas de la época (de El mundo perdido a Fantasía). Desde luego, hoy se tiene una visión mucho más ágil y activa de los dinosaurios.

Otra posible razón sería el evidente anacronismo al que, en cambio, había sucumbido sin problemas el padre de la criatura, E.R. Burroughs, mandando a Tarzán a su mundo perdido de Pellucidar.

Ya el primer dibujante de la tira, el apasionado de la serie histórica Harold Foster, había cruzado el camino del hombre de la selva con algún que otro saurio. Pero será el sucesor de Hogarth en la serie, Russ Manning, el auténtico experto en la materia a partir de 1967. En todo caso, la influencia de Hogarth parece patente en esta ilustración realizada en 1975, 30 años después de Kurdu, the tartar, por Manning, en la que podemos observar un tiranosaurio de proporciones similares.


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[1] En 1947 abre su Cartoonists and Illustrators School, que en 1956 será rebautizada School of Visual Arts, a la que se dedicará en exclusiva hasta 1970. También realizó un buen puñado de tratados didácticos, centrados fundamentalmente en la figura humana.
[2] A partir del 2 de diciembre de 1945, Hogarth fue sustituido como ilustrador por Rubén Moreira. Tras el fracaso de su tira Drago, Hogarth regresó al King Features para retomar las aventuras del salvaje de E.R. Burroughs otros tres años más (1947-50).

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