Dulce vendetta (Alberto V. Aguilera)
El humo del cigarro se mezclaba con la atmósfera agobiante del callejón.
- Apágalo, está al caer.
Tsaagan procedía a aplastarlo con sus flamantes bambas mientras su compañera metía las manos en cada bolsillo de la chupa comprobando que no faltaba nada.
- Ya lo hice antes de salir de casa, Mei. Está todo. -aseguraba mientras se pasaba el índice rápidamente bajo la nariz.
- Lo que hacemos es arte. No podemos dejar nada al azar -dijo mientras terminaba con el último bolsillo, bien escondido éste.
Tsaagan la miró, curioso.
- Pensé que era justicia. Así al menos lo asegura el Dr. Holtz.
Mei sonrió dulce y malévolamente. “También”, susurró.
A través de la apestosa neblina que emanaba de cada apestosa alcantarilla de la apestosa ciudad que nos ocupa ahora, se vislumbraba una sombra. Una apresurada sombra que se dirigía a ellos sin saberlo.
Era un hombre con gabardina, maletín y, bueno; la vestimenta y apariencia de rigor de cualquier hombre con prisas que atravesara una callejuela en dirección a un importante simposio de ciencias en un ambiente de película de cine negro.
- Conque tomando un atajo, ¿eh?
- ¿Quién…? -comenzaba el hombre cuando los fuertes brazos de Tsaagan rodearon los suyos impidiéndole escapar.
- Eres Fed Alanuccia, ¿cierto? El grandilocuente profesor. Un ejemplo para todos. - La mujer que hablaba se adelantó y pudo verla en su totalidad. Una belleza de largas piernas, pelirroja, con un grueso mechón cubriéndole un ojo. Desde luego era un espectáculo.
- S-sí, soy.... yo -articuló finalmente el profesor Fed.
- ¿Reconoces ser uno de esos idiotas BANDits? -preguntó Tsaagan.
Esas palabras lograron sacar al ilustre Fed de su ensoñación pelirroja.
- ¿¿Cómo?? ¿¿De eso va todo esto?? ¡¡Sois escoria y no os tengo miedo!! ¡Jajajaja! Hoy vi a uno de vuestros queridos dinosaurios redivivos. Sí, ¡una paloma que picoteaba un grumo repugnante pegado a la calzada! ¡Qué pena que la espachurrara un lindo Chevrolet! ¡Corred, llevaos sus restos a algún idiota paleontólogo para que afirme que es un hallazgo revelador de la evolución de los dinosaurios. ¡Adelan…! -calló obedientemente cuando vio que la chica se abría la cremallera de la chupa mostrando…
- No… ¿Tú,… vosotros? No, por favor, por favor, sé lo que nos hacéis. Dejadme ir, perdonad todo lo que he dicho. ¡Por favor!
- Qué atrevida es la ignorancia. Te atreves a burlarte de toda y cada una de las evidencias científicas que los paleontólogos descubren, estudian y publican con mucho esfuerzo. Pero claro, es lo que sois. Idiotas, aneuronados, encefalogramas planos que negáis las evidencias, que os meáis sobre la enorme tarea de personas con más neuronas que vosotros. ¡BANDits, el grano en el culo de todo paleontólogo y paleofriki que se precie! –La furia de la chica era palpable.
Con la boca abierta cual cocodrilo al sol matinal el profesor observaba ojiplático lo que Mei guardaba bajo su chupa para ocasiones especiales: Una camiseta roja con un Diplodocus que, mirando enfurecido un desfile de dinosaurios (no avianos y emplumados, por supuesto), gritaba “¡Yo también quiero plumas!”. El despiporre, para cualquiera que no sea un Bandit, claro; y la seña de identidad de un grupo autodenominado The Featherillion que se dedicaba a asaltar a esta pobre gente nesciente y les tatuaba una hermosa pluma en la frente a modo de venganza.
Las víctimas, con unas dosis saludables de imaginación, hablaban de un súcubo de pelo ígneo, unas piernas larguísimas, perfectas, y una camiseta hortera. ¿Su nombre? Mei Pesadilla Roja, Mei La Que Marca; o, simplemente, La Pluma Roja (aunque la tinta que usaba en su arte era siempre negra).
Y así, el profesor Fed Alanuccia, con la gabardina bajo el brazo, el cuello de la camisa suelto, sudando a mares, nervioso,… humillado, y con un hermoso recuerdo plumífero en la frente, abandonó el callejón y se dirigió, no hacia el simposio, sino de vuelta a la estación; y de paso por una sombrerería que había cerca.
Quienes abandonaban también la dichosa calle eran Mei y Tsaagan, ambos sonrientes.
- Después de esto podría imaginar que eres Paul Sereno y echarte un polvo. -Mei miraba a su compañero, divertida y lujuriosa.
- ¿Quieres imaginar que soy un fósil…
- …excelentemente preservado? Es una deliciosa tentación –agregó la pícara.
- No hace falta ese tipo de excusas entre nosotros, ¿verdad?
- No, sólo un sofá bajo techo y música de Ray Troll.
La pareja se alejaba ya del lugar de los acontecimientos. Sobre el alféizar de una ventana desvencijada, de un edificio desvencijado, de una esquina recién restaurada, un cuervo con tres ojos había observado, con sumo interés, toda la escena de principio a fin…
Pero, bueno, eso es ya otra historia con derechos de autor de por medio.
REKUZZA (Alberto V. Aguilera)
Un nuevo relato de los que se presentaron al Tercer Certamen Literario Koprolitos. Alberto V. Aguilera debuta en el certamen con un relato que contiene numerosos guiños a científicos, películas o libros... Esperamos que se anime a participar el año que viene.
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