Dinosaur Babes (1996)
La trama de Las guerreras dinosaurio (Dinosaur Babes, 1996) cuenta un pasado anacrónico donde vivían los primeros seres humanos con los últimos dinosaurios, hace cuatro millones de años. En estos salvajes tiempos, una tribu de enmascarados tiene prisioneras a unas bellas mujeres que ofrecen en sacrificio a su deidad, en realidad un enorme tiranosaurio. Cuando esta tribu asola un poblado de gente apacible, los tres hombres supervivientes comienzan una aventura en busca de los bárbaros donde no falta todo tipo de amenaza prehistórica.
El largometraje, de alguna manera, podría vincularse con las producciones de la Hammer de finales de los sesenta en cuanto a argumento y pretensiones se refiere. Tenemos muchos de los mismos ingredientes, como un narrador omnisciente —que en algunos casos no guarda relación con lo que vemos— odiseas de hombres primitivos por llanuras inhóspitas, sacrificios y mujeres con muy poca vestimenta. Así, abundan los topless y algún momento de lesbianismo, pero nada demasiado explícito. Pero si las películas tan queridas protagonizadas por Raquel Welch y Victoria Vetri eran holgadas producciones, aquí desde el primer momento se comprende el nivel amateur de la propuesta, con escenas ramplonas, vestuario poco esforzado y unas melenas prehistóricas muy bien engalanadas. Las guerreras dinosaurio es, que nadie se lleve a engaño, un subproducto de serie Z, pero hay que reseñar por un lado un pequeño abrazo hacia la ciencia ficción más descalabrada. Digo esto porque llegado el momento, el protagonista se adentra en una desvencijada nave alienígena y toca una pistola que reposa en una pared. De inmediato, todos los conocimientos sobre su manejo y quien sabe qué mas —se utiliza un barato efecto de animación— se introduce su mente y aprende a disparar. Algo que resulta esencial para el rescate final.
Por otro lado, y para mí más llamativo, son las muy lustrosas escenas protagonizadas por dinosaurios. Tenemos una mezcla de un rudimentario pero encantador stop-motion que se entremezcla con marionetas de gran tamaño, y elevan la película por encima de su naturaleza cada vez que se introducen en la trama. Casi, podríamos decir, lo mismo que ocurría con el filme El planeta de los dinosaurios (Planet of dinosaurs, 1977).
De este modo, tenemos la caza de un Brontosaurus que vistosos movimientos de cámara, como acelerados, escenas con un par de saurópodos que engarzan su cuello, o un Lambeosaurus atrapado en una ciénaga que se convierte en una de las mejores set-pieces del largometraje. Por si fuera poco, también aparece un manso Stegosaurus bebiendo en un lago, un fiero Carnotaurus, y una madre de Centrosaurus que asola el poblado de la tribu malvada. Ahora bien, las escenas con mejor atmósfera en mi opinión son las protagonizadas por el gigante tiranosaurio que veneran las villanas. Las escenas donde aparece la marioneta tienen un halo especial, casi onírico, potenciado por su silueta contra la luna. Además, el aspecto casi pútrido del dinosaurio, con los dientes deformes y una gran cantidad de granos y forúnculos en la piel le dotan de un aspecto descarnado y horroroso muy a tener en cuenta. Mención aparte requieren los rugidos de las bestias, pues en el caso del tiranosaurio están «prestados» de Parque Jurásico (Jurassic Park, 1993), y el del Centrosaurus es muy similar, por no decir idéntico, del barrunte de un elefante.
Como anécdotas de la producción mencionaremos que el director, responsable también de los efectos especiales, empleó los modelos de dinosaurios que pululaban por su casa, con la excepción de la cabeza mutante del tiranosaurio que la realizó expresamente para la película. Conseguir una nave espacial de aspecto llamativo fue un poco más rudimentario: sencillamente acudió a una tienda de repuestos, y encontró una aspiradora vieja en un montón de basura. Tres horas después y con unos ligeros retoques, ya tenía su desvencijada maqueta para filmar.
Como vemos, Brett Piper (del que ya hablamos por aquí) era un económico artesaso de los efectos especiales, y un experto en el arte de la animación fotograma a fotograma. Así lo recuerda para este artículo la actriz Iris Lynne Sherman, que el filme da vida a la antagonista principal, la visceral Monga:
I was new to filming at that time. Several of the actors were far more advanced than I. Listening to the crew and cast members about how scenes were being shot was exciting. I learned that Brett Piper’s knowledge of stop-motion animation was admired by followers of that technique. I remember that everyone was extremely helpful to each other and wanted the best outcome for the project.«Por entonces yo debutaba en la interpretación. Varios de los actores tenían mucha más experiencia que yo. Escuchar al equipo y al reparto sobre cómo filmar las escenas era emocionante. Descubrí que Brett Piper y sus conocimientos sobre el stop-motion tenían muchos admiradores que seguían esa técnica. Recuerdo que todo el mundo intentaba ayudar al otro y quería que el proyecto saliese de la mejor manera posible.»
Por desgracia, la historia detrás de las cámaras no terminó de manera muy agradable, hasta el punto que Piper —director también de A Nymphoid Barbarian in Dinosaur Hell (1990)— reniega de ella y no quiere hacer declaraciones al respecto. Es comprensible dadas las circunstancias que terminaron asolando el metraje. Ahondando en esta situación, una vez que Piper había rodado todas las escenas, intentó conseguir que alguna compañía le comprara la producción y la distribuyese. En un primer momento se lo propuso a Troma pero el trato no fructificó, pues querían realizar una reescritura completa que no era del agrado de Piper. Con la siguiente empresa a quien se lo propuso, Take 2 Productions, tuvo más éxito, pero una vez el metraje cayó en manos de la compañía, apartó a Piper de la producción y la editó como quiso sin contar con el director.
OCTAVIO LÓPEZ SANJUÁN
Descubre más películas de dinosaurios en "Hace un millón de años. Todo el cine de dinosaurios (1914-1987)", publicado por Diábolo Ediciones.
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