Astérix: en busca del grifo
Quienes habéis leído El Comicsaurio ya conocéis nuestra tesis de que, “dadas las dosis de espectáculo visual que ofrece la presencia de los seres más impresionantes que jamás hayan existido, la vis atractiva de los dinosaurios tiene por corolario que toda historieta, al margen de su género y temática, acaba incluyéndolos si tiene la duración necesaria”.
Sin embargo, los habitantes de una remota aldea gala parecían resistir irreductiblemente al invasor, digo a materializar nuestra teoría... hasta hoy. Y es que acaba de sucumbir a la tentación uno de los grandes clásicos del cómic franco-belga (o lo que es lo mismo, del cómic europeo). Estamos hablando nada menos que de Astérix.
El galo más universal del cómic nació junto a la revista Pilote (1959), una apuesta editorial cuidada, de gran formato y mayor precio que sus competidoras, que pretendía ofrecer a los adolescentes francoparlantes historietas con personajes fijos y continuidad argumental exclusivamente franco–belgas, aunque acabó siendo un verdadero laboratorio internacional donde se reunió la vanguardia del momento. La publicación fue un éxito inmediato, en buena medida gracias a Astérix, y acogería algunas series imprescindibles que tuvieron como estrellas invitadas a dinosaurios, como Bob Morane (adaptado por Gerald Forton), Tony Laflamme (Martial) o Arcane (Víctor Mora/Jaime Brocal), entre otras.
Nacido en 1926 en París hijo de inmigrantes polacos judíos, René Goscinny pasó su infancia en Buenos Aires y comenzó su carrera en Nueva York junto a Harvey Kurtzman, Bill Elder y Jack Davis (los fundadores de Mad), por lo que estamos ante un verdadero cosmopolita. En 1950 regresó a París y conoció al hijo de inmigrantes italianos Albert Uderzo, un año menor que él, con quien comenzó una fructífera asociación que duraría el resto de su vida.
Astérix le gaulois se ubica en el año 50 a.C. en la Bretaña, en la única aldea gala que aún no ha sido conquistada por los romanos gracias a una poción mágica que prepara su druida, Panorámix. De manera que, aparte de un cómic de ambientación histórica, estamos ante un verdadero tebeo de superhéroes. En 1961 se publicó el primer álbum recopilando las historias de Astérix y su inseparable Obélix, el superhéroe más genuino de la historia, pues no necesita tomar la poción al haberse vuelto sus efectos irreversibles tras caerse de niño en la marmita de Panorámix. Los 6.000 ejemplares vendidos animaron a los editores a continuar con la saga, y los siguientes álbumes aumentaron exponencialmente sus ventas hasta los 20.000, 40.000, 150.000, 300.000... Astérix y los normandos (1966) superó el millón de copias vendidas… ¡en dos días!
A partir de 1977, cuando un infarto nos dejó sin Goscinny, Uderzo desarrolló en solitario las andanzas de Astérix hasta que se retiró, entrado ya el siglo XXI. Falleció justo al principio de la pandemia, el 24 de marzo de 2020. En 2013 apareció el primer álbum apócrifo del guerrero galo, “Astérix chez les pictes”, obra del guionista Jean-Yves Ferri y el dibujante Didier Conrad, que han publicado otros cuatro hasta la fecha.
Sin embargo, los habitantes de una remota aldea gala parecían resistir irreductiblemente al invasor, digo a materializar nuestra teoría... hasta hoy. Y es que acaba de sucumbir a la tentación uno de los grandes clásicos del cómic franco-belga (o lo que es lo mismo, del cómic europeo). Estamos hablando nada menos que de Astérix.
El galo más universal del cómic nació junto a la revista Pilote (1959), una apuesta editorial cuidada, de gran formato y mayor precio que sus competidoras, que pretendía ofrecer a los adolescentes francoparlantes historietas con personajes fijos y continuidad argumental exclusivamente franco–belgas, aunque acabó siendo un verdadero laboratorio internacional donde se reunió la vanguardia del momento. La publicación fue un éxito inmediato, en buena medida gracias a Astérix, y acogería algunas series imprescindibles que tuvieron como estrellas invitadas a dinosaurios, como Bob Morane (adaptado por Gerald Forton), Tony Laflamme (Martial) o Arcane (Víctor Mora/Jaime Brocal), entre otras.
Nacido en 1926 en París hijo de inmigrantes polacos judíos, René Goscinny pasó su infancia en Buenos Aires y comenzó su carrera en Nueva York junto a Harvey Kurtzman, Bill Elder y Jack Davis (los fundadores de Mad), por lo que estamos ante un verdadero cosmopolita. En 1950 regresó a París y conoció al hijo de inmigrantes italianos Albert Uderzo, un año menor que él, con quien comenzó una fructífera asociación que duraría el resto de su vida.
En primer plano, Uderzo y, tras él, Goscinny
Astérix le gaulois se ubica en el año 50 a.C. en la Bretaña, en la única aldea gala que aún no ha sido conquistada por los romanos gracias a una poción mágica que prepara su druida, Panorámix. De manera que, aparte de un cómic de ambientación histórica, estamos ante un verdadero tebeo de superhéroes. En 1961 se publicó el primer álbum recopilando las historias de Astérix y su inseparable Obélix, el superhéroe más genuino de la historia, pues no necesita tomar la poción al haberse vuelto sus efectos irreversibles tras caerse de niño en la marmita de Panorámix. Los 6.000 ejemplares vendidos animaron a los editores a continuar con la saga, y los siguientes álbumes aumentaron exponencialmente sus ventas hasta los 20.000, 40.000, 150.000, 300.000... Astérix y los normandos (1966) superó el millón de copias vendidas… ¡en dos días!
A partir de 1977, cuando un infarto nos dejó sin Goscinny, Uderzo desarrolló en solitario las andanzas de Astérix hasta que se retiró, entrado ya el siglo XXI. Falleció justo al principio de la pandemia, el 24 de marzo de 2020. En 2013 apareció el primer álbum apócrifo del guerrero galo, “Astérix chez les pictes”, obra del guionista Jean-Yves Ferri y el dibujante Didier Conrad, que han publicado otros cuatro hasta la fecha.
Conrad es un veterano de Spirou, donde creó con el guionista Yann la serie Bob Marone, parodia del arriba mencionado Bob Morane, agente de la Patrulla del Tiempo (una organización del futuro que controla los viajes en el tiempo y lucha por evitar que otros viajeros corrompan la historia: ¿les suena a los del “Ministerio del Tiempo”?), obra del novelista belga Henri Vernes. En el álbum de Bob Marone “Le dinosaure blanc” (1984), Conrad dibujó un buen puñado de dinosaurios... y claro, esto es como el rascar, todo es empezar.
Asterix y los pictos
Ya en su primer álbum, “Astérix y los pictos”, ambientado en Caledonia (Escocia), Ferri y Conrad nos presentan a Aenor, el simpático gigante benefactor del pueblo picto que habita junto a un lago... Obélix cree que se trata de algún tipo de nutria, pero en realidad es el plesiosaurio al que hoy conocemos como el monstruo del lago Ness, o un pariente próximo.
Recién aparecido, el último álbum del pequeño guerrero galo, “Astérix et le griffon”, nos cuenta las vicisitudes de la expedición organizada por Julio César en busca de un grifo que habría sido visto en Barbáricum, el territorio de los sármatas. Pero el druida Sakaeljamonov ha conseguido contactar en sueños con Panorámix para pedirle ayuda para defender a su animal sagrado… así que éste acude acompañado por Astérix y Obélix para complicarles la excursión a los romanos.
Que en el origen de algunos mitos clásicos (dragones, gigantes...) haya podido mediar el encuentro con algún fósil inexplicable es algo de lo que ya hemos hablado en alguna ocasión. Para el que quiera profundizar un poco más en el tema, os recomendamos la lectura de The First Fossil Hunters: Paleontology in Greek and Roman Times (2000), de Adrienne Mayor, historiadora de la Universidad de Stanford que sostiene que en el origen de la leyenda del grifo se encuentran los protoceratops del Gobi: el gran tamaño, el pico, los nidos, la gran gola que serviría de soporte a las alas...
"Astérix: Tras las huellas del grifo"
Éste es precisamente el punto de partida de Ferri, y es que el grifo que busca César no es sino un Styracosaurus congelado bajo los hielos desde el Mesozoico, gracias al que los sármatas mantienen a distancia a los invasores, aterrorizados por la visión del animal. Y realmente ésta es la pega que podemos ponerle a Conrad, que no ha dibujado a Protoceratops sino a Styracosaurus, propio de Norteamérica. Suponemos que se trata de una decisión estética, ya que los cuernos de los estiracosaurios son mucho más espectaculares que la gola desnuda de los protoceratops. En cualquier caso, el álbum no sólo es otra entretenidísima aventura de nuestro galo favorito sino un valioso aporte a la difusión de lo que en la actualidad se piensa de la prehistoria de la paleontología, por lo que desde aquí lo recomendamos muy
efusivamente.
0 comentarios:
Publicar un comentario