jueves, 17 de septiembre de 2020

Los mundos prehistóricos de Daniel Torres

Torres, en su sancta sanctorum

Ya hemos hablado por estos lares de cómo Josep Toutain “colocó” a los principales talentos de su agencia, Selecciones Ilustradas, en las revistas de Warren, en particular en Vampirella. Además, en 1979 prestó apoyo económico y sus oficinas a Josep María Berenguer para crear una nueva revista al margen de Toutain, que terminará independizándose a través de Ediciones La Cúpula y servirá de rampa de lanzamiento a una nueva generación de dibujantes, la mayoría formados en los fanzines que florecen desde los últimos años del franquismo: El Víbora [1].

Tras publicar algunas historietas en el fanzine valenciano El gat pelat, Daniel Torres (1958) debutó en el número especial de verano del Víbora #8-9 (1980) con “Asesinato a 64 imágenes por segundo”, protagonizada por el detective Claudio Cueco, en el que algunos ven a un cruce de pájaro y Humphrey Bogart pero que a nosotros nos parece claramente un pterosaurio antropomorfo.

Pero la obra de Torres se desarrollará principalmente en las revistas de la antigua agencia Norma (creada en 1977 por el empleado de Selecciones Ilustradas Rafa Martínez), que en 1981 se lanza a la edición tras absorber los títulos de Editorial Riego Hunter y Cimoc (anagrama de “Cómic”), y funda la revista Cairo. En enero de 1983 aparece en Cairo #12 el emblemático personaje de Torres Roco Vargas, que ha protagonizado nueve álbumes. Dos meses después, el 3 de marzo, fallece en Bélgica el dibujante europeo de cómics más influyente y universal, Georges Remí, conocido por sus iniciales invertidas R.G. (“Hergé”), infectado por el VIH el mismo año en que Luc Montagnier descubre al virus causante del SIDA. Cairo le dedicó un monográfico con homenajes de sus colegas francobelgas y, en otoño de 1984, la fundación Miró de Barcelona organizó una exposición a la que acudieron 68 artistas con obras inspiradas en Tintín, estallando una polémica entre apasionados de la línea clara [2] de Hergé, liderados por Daniel Torres, y quienes criticaban la oportunidad de la convocatoria.

Última viñeta de "Reyes" (1993)

Dejándose llevar por la dinomanía desatada tras el estreno de Jurassic Park, en 1993 Norma lanza Cimoc: Especial Dinosaurios, a la que Torres contribuyó con dos historietas. “Cuando los dinosaurios dominaban la pasarela”, de la que ya os hablamos aquí, consta de tan sólo tres grandes viñetas y en las trece páginas de “Reyes” nos presenta un mundo mesozoico poblado por criaturas inteligentes que hacen un hallazgo turbador: un trilobites fosilizado. Tal vez hubo en la Tierra otros seres antes de que llegaran ellos, los "reyes" de la creación. Y Cimoc #151 incluía un encarte central con pegatinas de dinos dibujadas por Daniel Torres o Miguelanxo Prado.

Pegatinas de Torres para Cimoc #151

En 1995, Torres idea al dinosaurio Tom para un libro infantil. Pronto comprende las posibilidades del personaje, al que adapta al cómic para el suplemento El pequeño País. En 2000, Norma lanza la revista ¡Dibus! y Tom pasa inmediatamente a formar parte de sus activos. Su éxito ha tenido proyección internacional y le ha llevado a la televisión (2004) en una serie donde recorre el mundo impulsando con la cola la pequeña isla donde vive.

Tom ha sido objeto de toda suerte de merchandising

En 2017 se publicó “Júpiter”, última entrega de Roco Vargas. Parte de la historia tiene lugar dentro del cerebro de Roco, que ha quedado en coma a raíz de las heridas sufridas en su anterior aventura. En este onírico ambiente tienen lugar escenas tan sugerentes como las que ilustra la página con la que nos despedimos –de momento- de este genial ilustrador, esperando con impaciencia la salida al mercado de su próxima obra (Norma la programó para mayo antes de la pandemia): “El futuro que no fue”, protagonizada por el detective Archi Cúper, a la que –según la agencia Efe- seguirá otro episodio ambientado en la juventud de Roco.

"Júpiter" (2017)

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[1] Acaba de reaparecer virtualmente en Calameo.
[2] En 1977 se celebró una exposición sobre Hergé en Rotterdam para la que su colega Joos Swarte preparó el catálogo De Klare Lijn, aludiendo a las características de su estilo (y el de sus colaboradores Edgar Pierre Jacobs, Jacques Martin o Bob de Moor): definición de las figuras mediante líneas continuas homogéneas, ausencia de tonos intermedios o efectos de luces y sombras, efecto “máscara” (personajes caricaturescos sobre fondos realistas) y respeto a la narrativa clásica, todo ello a favor de una mayor comprensión de la historia. En realidad, Hergé había bebido a su vez de las viñetas de George Mc Mannus (Bringing up Father), cuyo estilo había evolucionado del Art Nouveau al Art Decó tras la Exposición de 1925 en París: simetría, contraposición de rectas y curvas, detallismo ornamental… Basta comparar las narices y ojos de los personajes de ambos autores para comprender la influencia del artista norteamericano al que el belga conoció a través de las revistas mexicanas que le facilitaba el líder rexista Léon Degrelle cuando aún era un boy-scout conocido como “zorro despierto”.

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