Críptidos, guía de viaje para encontrar dinosaurios vivos (I): El pterodáctilo de Culmont
El mito del dragón, el grifo... Desde siempre, los hallazgos paleontológicos han excitado nuestra imaginación y la gente ha creído ver monstruos en todas partes. Naturalmente, esos animales nunca terminan de ser atrapados o, si lo hacen, el cadáver desaparece misteriosamente y nadie lo vuelve a ver. Los intereses ocultos tras estas leyendas pueden ser muy variados: creacionistas, turísticos, económicos... o simplemente, afán de protagonismo. Tal vez sea momento de recordar el cómic “The Flying Dinosaur” (1946, Leonard Franck), en el que fabrican un dinosaurio
emplumado fake para cobrar una recompensa... Pero en el fondo, de lo que se trata es de crear la expectativa de realización de una inquietud que jamás podrá ser satisfecha, por mucho que avance la
paleontología: admirar a un dinosaurio vivo en su medio ambiente natural.
"The Flying Dinosaur"
Para cumplir este sueño, nos tendremos que conformar con el filón de relatos, novelas, cómics o películas en las que se ha materializado el encuentro imposible. Incluso vimos (“Pánico en la ciudad”) como El Chicago Tribune del 1 de abril de 1906 publica una monumental broma profusamente ilustrada cuyo titular reza: “Chicago, invadido por hordas de monstruos prehistóricos sembrando la muerte y la destrucción”. Esta nueva serie te propone un viaje a través de los principales escenarios donde se han avistado críptidos dinosaurianos, empezando por...
FRANCIA: EL PTERODÁCTILO DE CULMONT
El cómic de Tardí Adele Blanc-Sec (1976, adaptado al cine por Luc Besson en 2010) está ambientado en París a comienzos del siglo XX y las aventuras de la heroína comienzan con un pterodáctilo que escapa volando del
Museo de Historia Natural... Tras esta historia, nos parece escuchar el eco de un acontecimiento que conmocionó la prensa medio siglo antes. El 2 de junio de 1856, en la tercera página de La Ilustración apareció la siguiente noticia:
“¿Quién no conoce al volador reptil pterodáctilo, que fue descubierto en estado de petrificación en las canteras de Solenhofen, reino de Baviera, el cual tiene una semejanza mayor para con los dragones de los chinos, que
cualquier otro animal que conocemos en el día? Encontramos este fósil representado en todas las obras modernas de geología, y ahora podemos noticiar a nuestros lectores, de que últimamente se ha hallado un ejemplar vivo de este animal de tan extrañas formas. Acerca de este interesante descubrimiento, dice el Moniteur de l’Agriculture lo que sigue: ‘Ocupados unos trabajadores en el arranque de piedras en una cantera del término de Culmont (en el Departamento del Haute-Marne), se encontraron en una concavidad subterránea con un animal vivo y monstruoso, perteneciente a la clase de los reptiles, pero que se había considerado como una especie enteramente desaparecida. Su longitud es muy notable, tiene un hocico muy sacado, agudos dientes y anda sobre cuatro pies bastante altos, provistos de membranas que le sirven de alas para volar. En cada uno de los remos tiene cuatro fuertes dedos o garras con uñas bastante encorvadas y largas. La configuración se parece mucho a la del murciélago, y el tamaño es como el de un ganso bien cebado. Las alas membranosas miden en toda su extensión 3 metros con 22 centímetros. El color de este animal es de un negro sucio, y el pellejo está cubierto de pelo muy corto. Al abrirse las tripas del reptil salía un líquido incoloro, semejante al agua limpia. Luego que el animal vio la luz del día, desfalleció muy pronto, aleteando las membranas débilmente y dando un grito agudo, murió a la vista de los asombrados trabajadores. El cadáver fue conducido a Gray y, reconocido por un naturalista muy versado en paleontología, lo declaró definitivamente un Pterodactylus anas.”
El pterodáctilo de Culmont
Esta noticia, que fue reeditada el año siguiente en el número 245 de El Correo de Ultramar, había aparecido originariamente en el local La Presse grayloise, el sábado 12 de enero de 1856, y luego la reeditaron el citado Moniteur de l’Agriculture o Journal de Toulouse, el lunes 11 de febrero de 1856. Será también retomado, con reservas sobre su autenticidad, en las "noticias y mezclas" de los Annales de philosophie christian, volumen 72; incluso aparecerá en una nota de las Légendes de l’Ancien Testament de Collin de Plancy. Fue traducido al inglés el lunes 4 de febrero de 1856 en The Morning Chronicle y reimpreso el 9 de febrero en The Illustrated London News.
La propia denominación científica de la especie (“Pterodáctilo pato”) ya orienta sobre la categoría del bulo desde su propio nacimiento, pese a lo cual, como acabamos de ver, la repercusión en la prensa internacional fue considerable.
Hay autores [1] que afirman que los científicos están predispuestos en contra de la posibilidad de encontrar saurios mesozoicos vivos con el argumento de que tales hallazgos amenazarían los cimientos de la ciencia, pero lo cierto es tal circunstancia –como ocurre con las especies animales del Mesozoico que no llegaron a extinguirse, sin ir más lejos los dinosaurios supervivientes: las aves- no supondría un problema real, sino un hallazgo maravilloso... que de momento no ha sido debidamente documentado, a diferencia del celacanto, que se creía extinto desde el Cretácico y fue pescado en 1938, por ejemplo.
Si quieres saber más, aquí puedes encontrar (en inglés) un amplio y serio reportaje analizando supuestos avistamientos de pterosaurios y fotografías antiguas... con rastros de Photoshop o petroglifos y estatuillas precolombinas cuya ambigüedad ha tratado de ser defendida como testimonio de la presencia de pterosaurios en otras épocas, en un claro sesgo de confirmación de la predisposición a creer en ello.
Y aquí te hablamos de que, supuestamente, en pleno siglo XXI un grupo creacionista estaba recaudando fondos para capturar un pterodáctilo vivo. Y como ya conoces nuestra debilidad por el cómic, te dejamos con varios cómics en los que se ha identificado el mito del Thunderbird o pájaro del trueno de los indios norteamericanos con pterosaurios:
Monster Unleashed #6
Y por supuesto, no íbamos a olvidarnos del gran maestro Kirby, que en BullsEye #4 incluye a un "pájaro diabólico"...
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