Los mundos prehistóricos de Emilia Pardo Bazán
Emilia Pardo Bazán (1851-1921), escritora, feminista, amante de Galdós. De nuevo, como cuando hablamos de Unamuno, estamos ante un personaje complejo, que se cuestiona y cuyo pensamiento va evolucionando.
Hija de un matrimonio noble gallego, recibió una exquisita educación y se casó a los dieciséis años (las costumbres de la época) con un joven de diecinueve, también de buena familia. En 1876 tuvo su primer hijo y debutó como escritora con un ensayo sobre el padre Feijóo y Jaime, un libro de poemas dedicado a su primogénito. Pero a nosotros nos interesa más su colaboración del siguiente año en la revista La Ciencia Cristiana, donde publicó en varias entregas sus “Reflexiones Científicas contra el Darwinismo”, que la autora denomina hipótesis transformista.
Ilustración de Benjamin Waterhouse Hawkins utilizada por Thomas Huxley para defender las teorías darwinistas
Recordemos que el autor de El origen de las especies (1859) acaba de publicar El origen del hombre en 1871. Los círculos católicos estaban en plena ebullición tras ver cuestionar sus dogmas. Te ofrecemos algunos extractos:
“Darwin ha dado el nombre de selección natural a aquella ley por la que, según él, la naturaleza asegura la conservación del individuo más fuerte y apto, y se descarta al más débil (...) Abundan hechos que demuestran que la selección no perpetúa lo mejor, sino –permítaseme la perogrullada- lo que puede.” Del mismo modo, “¿qué fundamento científico tiene atribuir a la acción del atavismo las degeneraciones más bien que los amejoramiento? Si en una familia de escasa talla aparecer un individuo de alta estatura y vigorosas proporciones, ¿por qué no lo deberá a una influencia atávica latente? (...) Por otra parte, no es posible desconocer que si la herencia perpetúa los progresos adquiridos, quizá en mayor escala conserva las predisposiciones morbosas y funestas”.
Y hablando de ontogenia y filogenia, sostiene que no hay rastros fósiles que avalen la última y “Si les decís que la época cretácea, que no
encierra la menor señal de mamíferos, abre un paréntesis gigantesco entre las series jurásicas y terciarias (...) alegarán con Darwin que las faunas y floras extinguidas no han dejado rastros; que los continentes sumergidos sepultaron quizá en el océano los testimonios favorables
a la evolución...”
Y sostiene la inmutabilidad de la especie humana, defendiendo que la configuración del cráneo del Neandertal “no solamente no envuelve inferioridad, sino que la poseyeron, en épocas bien recientes, personas distinguidas por su valor, virtud e inteligencia” y por lo que se refiere al cerebro del Cromañón “hasta tiene desenvolvimiento y forma superior a la de la mayoría de los que hoy observamos en europeos civilizados”.
Y critica al racismo subyacente en Darwin (aunque ella misma llegó a denostar a los judíos): “En opinión de los darwinistas, las razas salvajes contemporáneas, por su inferioridad física y moral, por su degradación, por su carencia de ideas elevadas y abstractas, son vivo testimonio del bajo origen y del gradual perfeccionamiento del hombre (...) Por de pronto, debemos recordar que las razas que arriban al apogeo de la civilización, suelen tomarse a sí propias por tipo superior (...) Las poblaciones más rezagadas son dueñas de literatura, tradiciones y cantos, que no por llevar el sello indígena son menos interesantes”.
"A Venerable Orang-Outang" (The Hornet, 1871)
Como podemos ver, sus influencias religiosas (entre las que podríamos destacar la influencia del padre Angelo Secchi, del Observatorio del Vaticano) empujan a la joven autora a rechazar de plano las ideas evolucionistas. Sin embargo, posteriormente se adherirá a movimientos como el naturalismo o el positivismo, más en línea con el darwinismo, del que nunca aceptó la idea de la inferioridad de la mujer.
Su ensayo de 1883 La cuestión palpitante impulsó el naturalismo en España, pero su alegato de Zola y la literatura francesa, considerada atea y pornográfica aquí, fue un escándalo del que se resintió su matrimonio, al tiempo que catapultó su fama de provocadora y rebelde. Tres años
después publicó su obra más famosa, Los pazos de Ulloa.
Ilustración de Edouard Riou para El mundo antes del diluvio (1872)
El 19 de septiembre de 1894 publicó en El Atlántico la quinta entrega de su ensayo “Desde la montaña”, en el que nos cuenta que, según Vitu, el mito medieval del dragón se habría originado en algún plesiosaurio o ictiosaurio superviviente en las marismas que rodeaban París.
En el número de 11 de diciembre de 1899 de La Ilustración Artística, la escritora publicó el artículo “La vida contemporánea”, que escribe en relación con los coches de caballos: “y es seguro que en lo por venir el caballo, nobilísimo animal, cuadrúpedo asociado a todas las glorias militares de los bípedos (excepto a las
navales), quedará relegado a los Museos de Historia Natural, donde se enseñará su esqueleto como hoy se enseña el del mastodonte, el plesiosauro y el megalosauro antediluvianos”.
Entrada al "Mundo subterráneo" de la Expo de París 1900, presidida por Iguanodon
El 20 de septiembre de 1900, la escritora publica en El Imparcial un artículo sobre las atracciones (de las que se estaba hablando mucho porque amenazaban con declararse en huelga) de la Exposición Universal de París. Una de ellas, “Mundo subterráneo”, era una reproducción de grutas célebres y a la autora le recuerda a Verne y la aplaude, ya que “solo el hecho de que niños y mujeres comenten el plesiosauro y el ictiosauro, y se den cuenta de las evoluciones geológicas, algo significa”.
En 1912, la autora publica En las cavernas, una recreación del origen del hombre y la civilización a través de los amoríos de una pareja
paleolítica.
0 comentarios:
Publicar un comentario