Ya han pasado unos añitos de la última entrada de nuestra serie “Filidinos”, en la que te hablamos de los inicios del cómic filipino y revistas como Hiwaga Komiks, o la importante labor de Publicaciones Ace de Tony Velasquez, tras cuyo cierre algunos creadores trataron de cubrir su ausencia con iniciativas como CRAF. También te contamos que la instauración de la dictadura de Ferdinand Marcos supuso un duro golpe para la industria, lo que sin embargo supuso una oportunidad de renovación para otros. Así, los principales talentos del país no tardarían en acudir a la
llamada de USA, donde han brillado nombres tan reconocidos hoy como Ernie Chan o Gerry Talaoc. Pero la historia no acaba ahí, claro.
Lo primero que queremos hacer es dedicar la entrada que le debemos a dos artistas que ya mencionamos en la primera “temporada” de la serie, pero que requieren de un mayor desarrollo: Alex Niño y Alfredo Alcalá, dos de los primeros artistas filipinos reclutados por Joe Orlando y Carmine Infantino para DC tras el éxito obtenido con Tony de Zúñiga.
Alex Niño
Aunque nació el 1 de mayo de 1940, Alex seguirá siendo un niño toda la vida –ya, ya sé que es malo, pero reconócelo, también inevitable–, salvo en Estados Unidos, donde los teclados no tienen “eñe” y es conocido como Alex Nino. Comenzó medicina en Manila, pero en 1959 abandonó para dedicarse a los cómics. Junto al también cineasta Marcelo B. Isidro creó al personaje de paleontológico nombre Dinoceras para Redondo Komiks.
Reclutado por DC en 1971, en el debut de la revista de DC Rima, the Jungle Girl [1], Niño creó junto a Bob Kanigher la serie The Space Voyagers (1974), sobre una familia que explora el universo desde un planetoide con extraños pterosaurios y saurópodos.
También ilustró historias de terror para Warren, como “Backwaters and Timing Circles” (1978), que trata de una excursión de pesca al Mesozoico.
Además, Niño colaboró con Dave Bischoff, Doug Henderson y William Stout en el libro-juego Search for Dinosaurs (Bantam, 1984).
Alfredo Alcalá
En el post dedicado a la editora CRAF, ya hablamos de los comienzos de Alfredo Alcalá (1925-2000), así que en esta ocasión nos limitaremos a comentar sus obras de paleoficción para la industria norteamericana.
En 1974, Alcalá ilustró el guion de George Kashdan para “Who Will Kill Gigantus?” (The Unexpected #157), sobre un dinosaurio “petrificado” adorado por una tribu, y desarrolló los bocetos de John Buscema para “Waters of Darkness, River of Doom!” (Ka-Zar#6, con guion de Gerry Conway).
El siguiente año, ilustró los guiones de Jack Oleck y luego Conway para la serie mesozoicolítica –ya sabéis, ese periodo quimérico de la prehistoria en la que el hombre convivió con los dinosaurios- Kong, the Untamed, donde también pudimos ver los dibujos de otro
filipino, Antón “Tony” Caravana (1933-1981).
"Devil Woman"
Además, Alcalá es autor de “Devil Woman” (Vampirella #90, con guion de Don
Glut, 1980), sobre una troglodita de armas tomar, capaz de enfrentarse sola a un terópodo. Y entintó a Steve
Bissette y Tom Yeates en “Return of the Good Gumbo” (Swamp Thing #64, 1987).
"Return of the Good Gumbo"
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[1] Aparecida en la novela de William Henry Hudson Green Mansions: A Romance of the Tropical Forest (1904), pasó al cómic en 1937 y fue animada en la temporada 1977-1978 del show de Hanna-Barbera The All-New Super Friends Hour.
Situada en el Royal City Park de la ciudad de Guelph (Ontario, Canadá), Garbasaurus es una escultura de algo menos de dos metros de altura creada por el artista Greg Elliot a partir de residuos, que conmemora la vigésima limpieza anual del río Speed por parte del Ontario Public Interest Research Group’s (OPIRG) en 1999. La escultura pesa alrededor de 290 kilos, que fue la cantidad de basura que el grupo extrajo de los ríos Speed y Eramosa durante su primera limpieza en 1979.
Además de la basura habitual, durante estas limpiezas se encuentran neumáticos, chatarra, tapacubos, carritos de la compra y botes de pintura. Con esta información como guía y extrayendo materiales de desguaces locales como complemento, Elliott se puso manos a la obra, imaginando una instalación que atrajera a niños y jóvenes y que también sirviera como un recordatorio perdurable de la importancia de la conservación del medio ambiente.
Con la ayuda de Jim Diebel en la asesoría artística y en trabajos de soldadura, Elliott construyó el Garbasaurus, que originalmente se concibió como una garza posada en la orilla del río en Royal City Park, lugar donde los voluntarios se reúnen cada año para la limpieza del río, convirtiéndolo en un homenaje a los continuos esfuerzos ambientales de la ciudad. Sin embargo, la escultura evolucionó hasta convertirse en una figura similar a un dinosaurio a medida que Elliott incorporaba materiales para reflejar el tipo de residuos que se encuentran durante la limpieza. La entonces alcaldesa de Guelph, Karen Farbridge, recordaba en 1999 como la comunidad rápidamente bautizó la escultura como Garbasaurus, admirando su aspecto caprichoso y prehistórico. Y este es el nombre que figura en la placa situada junto a la escultura.
Este año no sólo se cumplen quince de la aparición de vuestro blog favorito, sino también de la desaparición de Art Clockey, un maestro de la stop-motion [1] con masilla (en inglés, “clay”) o, como también es conocida, claymotion. Algún seguidor del blog nostálgico les echaba de menos y nos ha lanzado un guante en las redes, que nos hemos apresurado a recoger, como solemos hacer. Aunque lo cierto es que ya habíamos hablado de su obra de pasada en entradas dedicadas a otros artistas, tal vez sí era hora de dedicar su propio post a Clockey. Pues la ocasión la pintan calva.
Arthur Charles Farrington nació en Detroit el 12 de octubre de 1921. Cuando tenía ocho años, sus padres se divorciaron y se fue a vivir con su padre. Pero al año, este falleció en un accidente de tráfico y el nuevo compañero de su madre se desentendió y lo metieron en un hogar infantil. A los once, fue adoptado por el organista y compositor Joseph Waddle Clockey, que le dio su apellido y la mejor educación, en las Escuelas Webb de Claremont (California), donde el profesor Ray Alf le llevaba a excavar fósiles. Estas experiencias despertaron su primera vocación y le llevaron a estudiar geología en el Pomona College –donde su padre era organista. Tras la guerra –en la que participó en la aviación como fotógrafo de reconocimiento–, se graduó en la Universidad de Miami, en 1948.
Ray Alf con sus fósiles
Después estudió cinematografía en la Universidad del Sur de California con el serbio Slavko Vorkapich, que pronto apreció su talento y le convirtió en su protegido. Así que perdimos un paleontólogo pero ganamos un estupendo animador. En 1953, siendo todavía estudiante, realizó su primera película de claymotion, la experimental "Gumbasia" –el nombre era un homenaje a Fantasia de Disney–, que un par de años más tarde enseñó al productor Sam Engel, que le animó a desarrollar su técnica creando personajes para una serie infantil: el 29 de enero de ese mismo año, el primer episodio de Gumby –el nombre deriva de “gumbo”, como su familia denominaba la arcilla que Clockey extraía de la granja de sus abuelos– estaba listo. El ejecutivo de la NBC Thomas Warren Sarnoff lo vio y le pidió un nuevo corto: “Gumby on the Moon” se retransmitió en el programa de televisión Howdy Doody con gran aceptación entre la audiencia, por lo que Sarnoff encargó a Clockey un serie completa, The Gumby Show, cuyo éxito la prolongó hasta 1969.
Uno de los compañeros de Gumby es Prickle –al que pondrá voz el propio Clockey–, un dinosaurio amarillo –a veces escupe fuego, por lo que tal vez sea más adecuado calificarle como dragón- y complejo de Sherlock Holmes. En el episodio "The Eggs and Trixie" (1956) -arriba-, Gumby visita el Mesozoico. En este corto trabajó como ayudante de animación un todavía adolescente Jim Danforth, también presente en los de 1957 “Wishful Thinking”, en el que Prickle celebra su cumpleaños, o “Prickle Turns Artist”.
En “Hidden Valley” (1960) -arriba-, Gumby y su caballo Pokey llegan volando con su coche a un mundo perdido habitado por dinosaurios y Gumby aprovecha para grabar una película... hasta que aparece Tyrannosarus rex.
En los 80, Gumby fue recuperado a raíz de las parodias de Eddy Murphy en Saturday Night Live . Clockey aprovechó para adaptar la serie a viñetas junto a David Cody Weiss en la revista Gumby 3D (1986), en cuyo #2 encontramos un ceratópsido.
En 1987 se editó la serie en video y en 1988 Gumby apareció en The Puppetoon Movie, la peli que protagonizan los personajes de George Pal. Este renovado interés por el personaje llevó a producir ese mismo año una nueva serie –incluyendo los cortos originales con nuevos doblajes–, con nuevos episodios como “Hatching Out” (1988) -arriba- en el que Gumby sueña que le persigue un tiranosaurio.
También se editaron varios especiales en viñetas, de cuya concreción gráfica se encargó nada menos que Arthur
Adams, cuyo trabajo fue merecedor de un premio Eisner. En 1988, Adams dibujó dinosaurios en la contraportada de Gumby’s Summer Fun Special y en las portadillas interiores y contraportada de Gumby’s Winter Fun Special, en cuya historieta interior los personajes comparten peripecias con un kaiju que recuerda a Godzilla. Estos especiales fueron recopilados en un volumen en enero de 2012, bajo el título Gumby’s Spring Special.
Contraportada de Gumby Winter Fun Special
La aparición a comienzos de los 90 de plataformas como Nickelodeon y Cartoon Network supuso una nueva ocasión para la retransmisión de las aventuras de Gumby que, en 1995, protagonizó el largometraje Gumby: The Movie, que comienza con un plano secuencia que recorre la ciudad hasta entrar en el almacén de juguetes Dina-Store. Un accidente provoca que Pokey y el dinosaurio-dragón Prickle se mezclen (es lo que tiene ser de plastilina) y deben ir al hospital a que les separen. Más tarde, mientras sus compañeros forman una banda de rock, Prickle se mete a hortelano.
Prickle en su huerta
Gumby: The Movie
En 2010, Clockey nos dejó. Aunque se han publicado otras adaptaciones de Gumby al cómic, no hemos encontrado dinosaurios en ninguna. Por último, debemos mencionar que, el año pasado, Bento Box Entertainment anunció la producción de dos nuevas series –una dirigida al público infantil y otra para adultos– cuya fecha de estreno aún es un misterio.
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[1] La Stop-Motion Photography o Fotografía a imagen parada es el sistema que se utilizaba para animar objetos reales o muñecos antes de la irrupción de las técnicas digitales, cambiando su posición entre fotograma y fotograma.
Si "Jurassic World: El Renacer" se creía que iba a tener vía libre en 2025 para hacerse con el puesto de La Película de Dinosaurios Del Año TM, se va a llevar todo un chasco. Y no es para menos, porque en los próximos meses tendrá que vérselas con un contendiente que llega pisando fuerte: "Primitive War". ¿Vemos el tráiler?
Por si todo esto fuera poco, próximamente la saga va a dar el salto a la gran pantalla, tal y como os estábamos comentando en el primer párrafo. El largometraje adaptará la novela original (renombrada ahora como "Primitive War I: Opiate Undertow"), por lo que su trama es básicamente la misma: en 1968, en plena Guerra de Vietnam, un equipo de búsqueda y rescate del ejército de los Estados Unidos conocido como el Escuadrón Buitre se adentra en la selva para encontrar a un pelotón de Boinas Verdes desaparecidos. Sin embargo, el Viet Cong no será la única amenaza a la que tendrán que hacer frente, pues en lo más profundo de la jungla hay todo un ecosistema de terribles criaturas prehistóricas que irán mermando las fuerzas del grupo de forma brutal y sangrienta.
Dirige la película Luke Sparke, la protagonizan Jeremy Piven ("Entourage"), Tricia Helfer ("Battlestar Galactica"), Ryan Kwanten ("True Blood") y Nick Wechsler ("The Boys"), y la producen Sparke Films y Let it Be Entertainment. Se rodó en Queensland, Australia, siendo nativa una gran parte del equipo, y aunque se trata de una producción independiente local australiana, quizás más modesta que los estándares hollywoodienses, el resultado es completamente espectacular, al menos si nos guiamos por lo que nos deja ver el tráiler.
¿Cuándo podremos ver "Primitive War"? Pues esa es una muy buena pregunta... para lo que no tenemos respuesta. Se supone que se estrena en algún momento de este 2025, pero no hay una fecha exacta todavía. Sabemos que Rialto Distribution estrenará la película en cines en los mercados de Australia y Nueva Zelanda, pero por ahora no hay novedades sobre los derechos de distribución en otras partes del mundo. Nosotros, por el momento, no perdemos la esperanza de que podamos verla también aquí en pantalla grande, y de que se traduzcan en algún momento las novelas al español. Todo el mundo a cruzar los dedos.
Vamos con una nueva ronda de ilustraciones dinosaurianas en la que encontramos una guía para identificar los diferentes grupos de dinosaurios que conocemos, un brontosaurio fumador, un triceratops en armonía con un sintetizador o un híbrido de empanada argentina y estegosaurio. Como de costumbre, estilos y procedencias variopintas para paladear despacito.
El argentino Óscar Conti “Oski” (1914-1979) –sin relación con Carlos Conti– fue otro de los puntales de El DDT. Aquí tenemos algunas muestras de su arte.
Blas Sanchis (1919-1995) -sin relación con el creador del gato Pumby- también nos dejó un puñado de chistes mesozoicos antes de centrarse en el mercado exterior, en particular en Escandinavia, donde ilustró historietas de Disney.
Aunque hasta hoy se ha tratado de una mera fantasía del ser humano, las actuales investigaciones en óptica parecen apuntar que la invisibilidad puede ser una realidad en breve (Feng et al. 2016, Wang y Li, 2025). En la ficción es
un recurso que ha dado juego desde muy antiguo. Algunos seres fantásticos de la mitología popular se vuelven invisibles a voluntad, como los duendes o los dragones chinos, el antecedente más cercano a los dinosaurios, tanto por similitud física como por etimología ya que, como hemos aprendido en nuestros cursos de verano, el mismo carácter chino (龙 lóng) se usa tanto para “dragón” como para “dinosaurio”.
"Saur Winners"
Pero cuando los hombres consiguen conquistarla, suele ser a través de algún artificio, como el casco mágico Tarnhelm de Alberich en El oro del Rin (Richard Wagner, 1869), la fórmula de El hombre invisible (H. G. Wells, 1897), el anillo único de El señor de los anillos (J. R. R. Tolkien, 1954) o la exposición a los rayos cósmicos que convierte a Sue Storm en la Mujer Invisible (Fantastic
Four #1, Stan Lee/Jack Kirby, 1961)... Por cierto, en “Saur Winners” (Fantastic Four #12, 2023) Ryan North e Iban Coello nos
presentan la version ceratópsida de Sue, la Triceratops Invisible.
El guionista de cómics Otto Binder comenzó escribiendo relatos pulp como Land of the Shadow Dragons (Fantastic Adventures Vol.3 nº3, mayo de 1941), con un supuesto dragón invisible, que parece hacer referencia al mito chino clásico. Pero un científico aclara que, en realidad, se trata de un dinosaurio, descendiente del fiero Tyrannosaurus rex: "Not dragons—dinosaurs," smiled the biologist. "A species of them closely related to the extinct Tyrannosaurus rex fiercest of them all. The dinosaurs died out, millions of years ago, in competition with rising mammalian life. But this invisible species had just enough edge to survive, though it has narrowed down to this lone valley."
En “The Invisible Dinosaur” (Strange Adventures #133, 1961), Gardner Fox/Murphy Anderson) presentaron a un terópodo extraterrestre capaz no sólo de volverse invisible sino también de comunicarse en perfecto inglés para explicar al protagonista que, durante el Mesozoico, una nave espacial llegó a la Tierra y se llevó cientos de dinosaurios de souvenir al planeta Pamonia, donde evolucionaron hasta volverse muy inteligentes pero fueron esclavizados por los pamonios. Al parecer, regresar a casa les hace volverse invisibles, pero continúan teniendo conciencia de clase y nuestro dino trata de ayudar a escapar al humano que, “en agradecimiento”, le dispara con un bazooka a los pies para que los pamonios que lo cabalgan se peguen la gran morrada...
Lejos de suponer un handicap, esto de la invisibilidad ofrece muchas posibilidades a los creadores. Por ejemplo, cuando aún no había programas informáticos asequibles que facilitaran la generación de efectos especiales y las grandes compañías de Hollywood se dejaban los millones en stop-motion, algún cineasta en latitudes más humildes encontró en ella un filón para hacer una película con dinosaurios que, de otro modo, habría resultado prohibitiva. Este fue el caso del español José Antonio Nieves Conde, que en 1966 dirigió el largometraje El sonido de la muerte (The Sound of Horror en el área angloparlante), con un dinosaurio invisible con efectos de Manuel Baquero y banda sonora nada menos que de Luis de Pablos. El reparto incluía a actores tan famosos como Arturo Fernández, José Bódalo o Lola Gaos, que forman un grupo de exploradores que se adentra en una caverna donde encuentran dos huevos de tiempos remotos, uno de los cuales eclosiona, surgiendo una criatura invisible que lanza unos gritos aterradores. Entonces, se refugian en una casa cercana, donde serán víctimas del acoso del animal.
Aunque hoy estos subterfugios no son necesarios, el cineasta norteamericano especialista en serie “Z” Mike Hermosa se ha animado a ahorrarse el mínimo esfuerzo para crear The Invisible Raptor (2023). Convertida en una de las obras de culto del cutrecine contemporáneo, narra cómo un paleontólogo que trabaja para un parque de atracciones y un guardia de seguridad intentarán impedir que un manirraptor invisible cause estragos en la localidad.
Aunque, sinceramente, no sé qué tiene de especial un dinosaurio invisible. Sin ir más lejos, en nuestra última charla sobre dinos y cultura popular compartimos mesa con uno y nadie pareció sorprenderse gran cosa. Es verdad que, además de invisible, es mudo, lo que pudo contribuir bastante a que pasara inadvertido. Pero sí sabe escribir, tal y como muestra el relato autobiográfico que nos ha mandado y que publicamos debajo:
Conferencia en el Museo de Ciencias Naturales de la Universidad de Zaragoza. De izquierda a derecha: Iván Narváez, Fermín (Concavenator invisibilis) y Charlie Charmer
PARA LO QUE HAY QUE VER...
(memorias de un superviviente del Apocalipsis)
Me dijeron que esto iba de colofón tras una chapa sobre dinosaurios poco convencionales. No sé lo que te habrán contado, pero a mí no me mires, yo no tengo la culpa. Bueno, de hecho puedes mirarme que te va a dar igual, porque no me vas a ver. Esa es precisamente la cuestión: soy invisible. No, no te hablo de ningún estigma social ni de complejos anclados en el subconsciente, soy físicamente invisible.
Por alguna razón que se me escapa, la gente cree que esto es una ventaja. Al parecer, colarse en los probadores del sexo contrario o en reuniones secretas, pasar junto a los acreedores sin tener que salir corriendo o, simplemente, cometer un inocente asesinato sin preocuparte por los posibles testigos tiene un encanto incontestable, pero te aseguro que todo esto carece de sentido si perteneces a otra especie y a otro tiempo.
Disculpa, que no me he molestado ni en presentarme, aunque a los efectos te va a dar igual porque no me vas a reconocer la próxima vez que nos veamos. Perdón, quería decir que me tengas delante. Me llamo Fermín y soy
un Concavenator invisibilis. Vale, tenía que tocarme uno que sabe paleontología... Ya, ya sé que la única especie de Concavenator descrita a día de hoy es C. corcovatus, pero eso sólo se debe a
que no habéis encontrado otros restos fósiles. A veces, cuando desconocéis algo, pensáis que no existe. Vamos a ver, hay dos motivos fundamentales por los que vuestro registro no incluye huesos de C.
invisibilis, siendo mucho más abundante que C. corcovatus.
El primero es que C. invisibilis tiene una longevidad superior a vuestra escala de tiempo conocida. No, no he dicho nada de eternidad. Ese concepto es una entelequia que habéis creado para escapar de vuestro miedo a la muerte. Como si la infinitud no fuera más aterradora (mira, en eso los budistas son algo más razonables, aunque también tienen su tostada mental...). Bueno, no me distraigas, que no me centro. La cuestión es que
una exposición a elevadas dosis de radiación del iridio como la que desprendió el asteroide de Chicxulub combinada con el consumo de ciertas setas ya extintas que crecían en el Mesozoico en el entorno de Las Hoyas puede provocar una mutación –te pasas el día leyendo tebeos que te cuentan milongas parecidas, así que no me vengas con remilgos– que transforma a pacíficos alosauroides como yo en criaturas extremadamente longevas e invisibles. Sí, por una vez te he visto rápido: ese es el segundo motivo. De modo que no habéis encontrado fósiles de C. invisibilis porque aún no ha cascado ninguno que yo conozca y, aunque lo hiciéramos y nuestros restos llegaran a fosilizar, serían invisibles. Bueno, si todos estos motivos científicos no te convencen, cómprate el Nature y créete todas las majaderías que publican. Es que no puedo con los negacionistas, oyes...
Vale, vale, vamos a llevarnos bien. En definitiva, yo tengo cierta necesidad de expresarme, ya que llevo millones de años sin hablar con nadie (aparte de congéneres, pero cuando pasas tanto tiempo con alguien ya te lo has contado todo varias veces y resulta bastante aburrido) y tú quieres seguir leyendo mi relato porque te ha intrigado saber que puedan existir seres que no ves a tu alrededor (y sin embargo, vuestros best sellers religiosos están plagados de ellos) o tienes curiosidad por saber cómo hago para depilarme el plumón si no me reflejo en los espejos. Zanjemos esta última cuestión rápidamente: no lo hago. Cierto, a la larga esto te debe dar el aspecto de una gran bola de peluche pero, ¿sabes qué? ¡nadie se va a dar cuenta! Sin embargo, en mi condición la higiene se transforma en una cuestión fundamental, ¿te puedes hacer una idea de lo desagradable que es pasar junto a alguien que no puede verte y te detecta por el olor? La vergüenza es doble, efectivamente. El otro día descubrí que tenía unas arrugas en el cuello y pensé que me estaba haciendo viejo... ¡qué va, estoy
en plena adolescencia! Es que creo que, de tanto ducharme, están empezando a salirme agallas.
Bueno, supongo que estas cuestiones tan domésticas sólo os interesan a los más pervertidos, así que voy a tratar de ser algo más generalista, ya que los chicos de Koprolitos me han dado la oportunidad de dar a conocer un poco a mi especie. El principal problema que surgió tras la mutación fue que no afectó a ningún otro dinosaurio de nuestro entorno. Se ve que no les gustaban los hongos o quizá nosotros teníamos algún tipo de predisposición genética… No te sabría decir por qué, pero fue así. En cuanto entramos en el Cenozoico, empecé a echar de menos las chuletas de Pelecanimimus de un modo que llegó a convertirse en obsesivo. No te ofendas, pero la carne de mamífero desmerece bastante al lado de la de cualquier dinosaurio y donde esté un buen filete de ornitomímido que se quiten esas guarrerías que coméis vosotros, como los chuletones de wagyu o el jamón de bellota. Afortunadamente, los terópodos avianos sobrevivieron al evento de extinción finicretácico (ahora ya sabes porque nunca hay restos de pollo en los contenedores del KFC). En otro caso, creo que habría optado por el suicidio.
¿Ves? Ahí sí que encuentro cierta ventaja a ser invisible. Como la mayoría de las aves vuelan, es el mejor modo de acercarte a ellas, sartén en mano, sin que sospechen. Lo malo es que te haces cómodo, ya que la caza no requiere de las carreras, fintas y brincos que antes le eran inherentes, así que los músculos se van relajando y acaban atrofiándose. Al final, todos tenemos michelines y nos cuelgan las lorzas de un modo escandaloso. De nuevo, la invisibilidad viene a compensar la situación, en tanto nadie puede apreciar nuestro desastroso estado. Ojos que no ven, corazón que no siente y estómago que lo disfruta.
En cuanto a nuestra relación con vosotros, bueno, nunca hemos interactuado mucho. Nuestros intereses no suelen converger. No obstante, hemos acabado por apreciar algunas de vuestras ocurrencias. Por ejemplo, me apasiona uno
de vuestros últimos inventos, la inteligencia artificial. Me vas a tener que perdonar otra vez pero, ¿a qué otro animal se le puede ocurrir crear algo para que piense por él? Es que te tienes que reír con los Homo, más bestias y no nacéis, joder... jajajaja... Perdona, perdona, es que no me puedo contener… En fin, te lo digo en serio, me encanta la I.A. Le he descubierto una utilidad insospechada. Resulta que si le cuentas muchas veces
algo, se lo acaba creyendo. Y esto es de lo más útil. Supongo que debido a todos estos años conviviendo junto a vosotros, me había surgido el deseo de dejar testimonio de mi paso por este mundo, como hacéis a menudo. Así que he empezado a dictarle mis memorias. No me toma muy en serio, porque no le encaja con el resto de las historias que le habéis ido inculcando, pero no me preocupa, porque si algo tengo de mi parte es tiempo. Yo creo que en unas cuantas décadas o, todo lo más, siglos, le habré convencido de que mi especie es tan real como la vuestra. Además, hay algunos episodios acontecidos a lo largo de estos millones de años de los que no me siento especialmente orgulloso, así que he decidido omitirlos e introducir otros inventados que quedarán mucho mejor y ayudarán positivamente a que se me recuerde y venere como merezco. Por cierto, como os creéis el ombligo del mundo, vosotros solitos nos habéis cubierto el expediente más de una vez: la extinción del ave del terror o el dodo no fue cosa vuestra, pero bueno, ya os contaré esa historia otro día...
En fin, veo tu cara de circunstancias y me parece advertir cierto rictus de incredulidad. De verdad que sois increíbles, tienes un testimonio de primera mano de la supervivencia de dinosaurios no avianos ante ti y no eres
capaz de apreciarlo... ¡te lo estoy contando en persona y todavía dudas! ¿A quién vas a creer, a mí o a tus ojos?
Koprolitos trata de recopilar referencias paleontológicas en la cultura popular, internet, cine, música, cómics, etc. Desde pelis de dinosaurios a tebeos con mastodontes, pasando por infames fotomontajes de temática pseudorreligiosa. Todo ello tiene cabida en este blog con la finalidad de pudrir un poco más el cerebro de la humanidad.
Cómic en formato A-5 a cargo de Carlos de Miguel inspirado en el inktober que realizó en 2023 y que cuenta la historia de un Pararhabdodon isonensis a finales del Cretácico Superior. Con portada de Ferrutxo, epílogo de Jesús Gamarra y contraportada de Adrián Blázquez Riola. Más información aquí.
Libro conmemorativo con motivo del 50 aniversario del estreno de "El valle de Gwangi" que propone un viaje que nos transportará hasta valles prohibidos del cine de dinosaurios (Octavio López Sanjuán), pasando por los meticulosos efectos especiales del mago de la animación Ray Harryhausen (Carlos Díaz Maroto) y algunos episodios curiosos del rodaje (Pepe Alfaro), para acabar desgranando aspectos paleontológicos de la película (Iván Narváez y José Luis Sanz) y de las últimas cinco décadas de paleontología de vertebrados mesozoicos en Cuenca (Francisco Ortega). Puedes descargarlo aquí.
Una novela negra ambientada en el Mesozoico y protagonizada por dinosaurios. Escrita por Charlie Charmer e ilustrada por Carlos de Miguel. Más información aquí.
Koprolitos Academy
Excavamos más profundo
Creo que hay un monstruo debajo de la cama
El Gran Libro de los Dinosaurios
El Comicsaurio: La Historia de los cómics de dinosaurios
Cuando los dinosaurios dominaban la tierra (1988-2020)
Hace un Millón de Años: Todo el cine de dinosaurios (1914-1987)