Cromosaurios (I)
EL CROMOLÍTICO
Comercializados tradicionalmente como regalo promocional, en la mayoría de los casos acompañando a productos alimenticios, los cromos suelen ser concebidos como productos dirigidos esencialmente al público infantil por sus valores pedagógicos, pues sirven para desarrollar las capacidades sociales de los niños a través de juegos o intercambios y, como cualquier colección, para aprender a organizar y estructurar. Incluso su temática (dejando al margen los de fútbol, claro) ha sido con frecuencia buscada como refuerzo gráfico de la materia escolar (naturaleza, historia…). Este carácter infantil unido al hecho de su –cada día menor- gratuidad parece restarles valor, aunque hay cromos de una calidad artística indiscutible. En las próximas entregas vamos a realizar un breve recorrido por la historia de este soporte deteniéndonos, como siempre, en los casos en que el medio ha contribuido a la paleocultura popular. Bienvenidos al mundillo de la paleocromolitografía.
Si bien las técnicas de estampación son milenarias en China y el grabado en madera (xilografía) se practicaba en Occidente desde finales de la Edad Media, la mayor dureza –y por tanto resistencia- de la piedra hará que la litografía (1796, Aloys Senefelder) revolucione la impresión de imágenes, permitiendo un aumento considerable de las tiradas y abaratando el producto final, favoreciendo de este modo su difusión a nivel popular.
Dinosaurios astrónomos en una caricatura de 1861 litografiada en Punch
Aunque la caricatura se había extendido gracias a la xilografía, la expansión de la litografía impulsa la edad de oro del género, que comienza en 1820, cuando aparecen la gala La caricature y la británica The Monthly Sheet of Caricatures, a la que sucederá Punch en 1841.
En 1817, el adolescente suizo Rodolphe Töpffer se inicia con su padre (pintor) en la técnica de la litografía que en los años 30 utilizará como base para sus cuadernillos de ilustraciones secuenciales que hoy se consideran los primeros cómics de la historia.
Godefroy Engelmann, el padre de la criatura
En 1837 Godefroy Engelmann inventó un sistema de litografíado a todo color al que denominó “cromolitografía”. Para conmemorar la Exposición Universal de París de 1867, Bognard Lithography editó la primera serie de pequeñas cromolitografías coleccionables –a las que pronto se conocerá aquí por el apócope de “cromos”- de que tenemos noticia, ilustrados con la imagen de los diferentes pabellones.
Mientras en el área anglosajona las primeras “trading cards” (pronto especializadas en deportes) se distribuyeron en el último cuarto de siglo junto a cigarrillos, la empresa alemana de alimentación Liebig comenzó a regalar “sammelkarten” junto a sus “extractos de carne” en 1872. Algunos estaban dedicados a la fauna extinta, incluyendo dinosaurios, como la serie “Periodos geologicos” (1892), que se editó en Alemania, Italia (donde se conocen como “figurine”) Holanda (“ruil kaarten"), Francia y Bélgica (“cartes à collectionner”).
En 1884 la gala Chocolates Poulain comienza a introducir cromos dentro de sus tabletas, iniciativa con gran éxito que pronto seguirán otras empresas del ramo, como la suiza Suchard, que en 1899 editó doce tarjetas ilustradas con imágenes de fauna extinta.
“Animales prehistóricos” fue una de las 50 series -600 cromos en total- del español Álbum Nestlé (1930-1935), que Chocolate Nestlé ya había editado en los años 20 en otros países europeos. Ilustrados por Pere Clapera (1906-84) y con los nombres de los dinosaurios sin traducir, se entregaban como regalo en el producto de la casa “Lactógeno para el recién nacido”, sustituto de la leche materna. El editor fue Joan Barguñó, que en 1939 publicó una colección de 36 cromos con el mismo título.
Chocolates Juncosa editó en los años 30 la colección Historia Natural, que incluía algún cromo con dinosaurios, como el nº 47 dedicado al iguanodonte.
Fundada por Emilio Díaz Ferrer, alcalde afecto al régimen de Alcañiz en 1941-49, la casa Chocolates Díaz patrocinó la colección de 40 cromos “Animales prehistóricos”. Bajo la ilustración del "Rinoceros tricornio" -como el "Tricerraptos", se trata de un verdadero nomen ignotum que tal vez rindiera honores a la Guardia Civil- puede leerse el nombre del artista: “Masiá”, autor de otras series de cromos de distinta temática (deportes…) en los años 30.
Reverso y anverso del "Rinoceros tricornio"
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