martes, 30 de junio de 2020

El bestiario triásico de Mario Lanzas

Mario Lanzas completa la trilogía de mapas del Mesozoico inspirados en la antigua cartografía medieval con este bestiario triásico que se une a los que ya hemos visto por aquí correspondientes al Jurásico y al Cretácico. Entre la fauna de este período encontramos algunos animales menos conocidos, pero no por ello menos apasionantes como por ejemplo el Tanystropheus y su larguísimo cuello, o el Atopodentatus y su extraña mandíbula. Recuerda que si quieres ver más sobre la obra de Mario o adquirir algunos de sus diseños, pásate por su Instagram o por su tienda en RedBubble.


























lunes, 29 de junio de 2020

Nomen ignotum (II): Cóctel de dinosaurios

El Allodocus, creación de "Saurophaganax yea", un nombre mucho más original

Algún placer debe dar eso de inventar dinosaurios cuando incluso hay páginas en Internet dedicadas a ello en exclusiva: en https://www.fandom.com puedes acceder a la Wiki “Dinosaurios inventados”, donde hemos encontrado 27 especies nuevas, como el Deinonyrex, el Allodocus o el Baryosuchus. Como puede apreciarse, se trata de simples mezclas de taxones existentes (Deinonychus+Tyrannosaurus rex, Allosaurus+Diplodocus…) lo que viene a reducir la “inventiva” a un mero ejercicio de coctelería.

En Calameo hemos encontrado toda una Enciclopedia de dinosaurios inventados, donde vemos muchas mezclas similares, como el zebrasaurus, junto a otros especímenes más originales como el terrible Franco (sic), ceratópsido que lanza rayos láser por los ojos.

Franco (a mí no me miren, yo no he sido)

Naturalmente, bautizar a un dinosaurio con el nombre de otros animales es una técnica típica paleontológica (piénsese, por ejemplo, en el iguanodonte, "diente de iguana", o en el ornitomimo, "imitador de los pájaros"). Así que, en última instancia, lo que estos "creadores" hacen no es sino jugar a ser paleontólogos, vocación secreta que muchos no sabemos cómo ocultar.

Pero lo cierto es que incluso a algunos auténticos "paleontólogos" se les va la mano con esto de la creatividad y las mezclas, y pretenden hacer pasar sus engendros por reales. Como recuerda la versión online de El País (12/03/2020), en octubre de 1999 National Geographic se hacía eco del hallazgo del eslabón perdido entre las aves y los terópodos no avianos: el Archaeoraptor liaoningensis, encontrado dos años antes en China, que habría sido adquirido de un modo más o menos oscuro por un Museo de Utah y resultó ser un collage de restos de diferentes especies.

Por supuesto, también algunos autores de cómic con instinto de barman se han sentido atraídos por los cócteles de dinosaurios. He aquí un par de ejemplos:

Mento the Mighty

En 1960 Don Heck (1929-95) publicó "I Saw Droom, the Living Lizard" (Tales to Astonish #9), una estrambótica historia alternativa del origen de los dinosaurios que refleja en portada Jack Kirby, y “The Fantastic Menace of Mento the Mighty” (Strange Tales #78), protagonizada por un científico loco que crea un monstruo mezcla de gorila y dinosaurio al que bautiza como Gorosaurio. Tan espeluznante nombre deja de atemorizar en cuanto decide personalizar a su ejemplar con un nombre propio y aprovecha para encajar publicidad subliminal de caramelos. Una lástima.

Rinosaurs, los más juguetones de Savage Land

En Extraordinary X-Men #6 (2016, guión de Jeff Lemire), el español Víctor Ibáñez (1980) nos presenta a los “rinosaurios”, híbrido de rinoceronte y dinosaurio que habita en los bosques de la "Tierra Salvaje" de Ka-zar. Lemire ha introducido también dinosaurios en los cómics Bloodshot Salvation #10 (2018, con Doug Braithwaite) o The World of Black Hammer: The Quantum Age (2019, con Wilfredo Torres).

The Quantum Age

Bloodshot Salvation

Naturalmente, existen muchos otros dinosaurios híbridos en los cómics, como los ylimphes, dinosauroides con cola de escorpión que te presentaremos en un próximo post, pero aquí nos hemos limitado a los que mezclan distintos animales en el nombre.

En vista de lo visto y dado que para ser creativo parece bastar tener tijeras y pegamento, os propongo un reto final: ¿qué animal/es mezclarías tú con dinosaurios para que tuvieran un nombre chulo? Venga, me lanzo para romper el hielo: el Perraptor vulgaris sería un dromeosáurido con caracteres caninos, pero de ninguna raza en concreto, mas bien un cruce de muchas, y el Mininomimo garldfieldis un cruce de félido y terópodo procrastinador con bastante mala uva. ¿Quién se anima?

viernes, 26 de junio de 2020

Los dinosaurios pop de Buba Viedma

Buba Viedma es un ilustrador afincado en Madrid que en 2007 creó el estudio creativo Mentecalamar, centrado principalmente en la ilustración y el diseño gráfico. Por aquel entonces, Viedma trabajaba como director de arte en una agencia de publicidad, y empezó a realizar encargos de ilustración y diseño para algunas promotoras, bandas de música y salas de conciertos. Desde entonces Mentecalamar ha trabajado para clientes como Vice España, Brands & Roses, FOX TV, Santillana, Fanta o Samsung entre otros. Su obra está plagada de referencias pop, con ilustraciones de vivos colores y cierto toque vintage. Y por supuesto, hemos encontrado algún dinosaurio entre sus trabajos, como por ejemplo, la ilustración de aquí abajo, para el relato "The Palaeontologist" de Sam Payne publicado en la revista Popshot. Pero también un terópodo glam para el artículo "Changes" de Diego RJ en el número 100 de la revista Yorokobu o un Godzilla representando la letra G en el alfabeto "Horror Sans" dentro del proyecto 36 days of type. Esperamos ver más dinosaurios de Buba Viedma pronto...



jueves, 25 de junio de 2020

Crystal Palace: El día que conocimos a los dinosaurios

Crystal Palace hoy (foto propia)

Hito de la arquitectura industrial diseñado por Joseph Paxton (1803-65), Crystal Palace se construyó a partir de módulos prefabricados de cristal y metal en el londinense Hyde Park con motivo de la I Exposición Universal (“Great Exhibition of the Works of Industry of all Nations”), que tuvo lugar del 1 de mayo al 11 de octubre de 1851, mostrando al mundo el poderío de Imperio Británico a la par que los avances de la ciencia.

"What should be done with the Crystal Palace?" (1851, Punch)

Aunque se había planificado como un objeto de arquitectura efímera, debiendo ser destruido tras ésta [1], pronto surgió la inquietud entre los pragmáticos británicos sobre su posible reutilización, como recoge en la ilustración de arriba la revista satírica Punch [2].

Los obreros que participaron en el traslado de Crystal Palace a Sydenham Hill, durante una pausa en el trabajo

Paxton impulsó la Crystal Palace Company, que lo compró y trasladó a Sydenham Hill, donde fue rodeado de unos espléndidos jardines con lagos artificiales con tres pequeñas islas para las que la compañía encargó al asistente del superintendente de la exposición, el artista, naturalista y geólogo Benjamin Waterhouse Hawkins (1807-94), que construya 33 modelos de criaturas de diferentes periodos geológicos a escala real que se convertirán en la primera exhibición de reconstrucciones de fauna extinta de la historia.

El taller de Sydenham donde se construyeron las reproducciones

Aunque se propuso a Gideon Mantell coordinar la muestra, éste declinó, si bien existen diferentes versiones de la verdadera razón: problemas de salud o desconfianza en el proyecto [3]. De modo que Hawkins contó con el asesoramiento de Richard Owen, que en 1841 había propuesto agrupar megalosaurio, iguanodón e hylaeosaurus en un solo género [4], que bautizó en griego como “lagartos terribles”, caracterizado por dedos cortos en el pie, cinco vértebras fundidas en el cinturón pélvico y hábitat terrestre.

Colocando a los iguanodontes en la isla artificial

Siguiendo las instrucciones sobre el tamaño y la forma general de los animales de Owen, Hawkins realizó los bocetos y posteriormente esculpió los modelos con ladrillos, cerámica, hierro y hormigón. No sería razonable juzgar el resultado con los conocimientos paleontológicos actuales, ya que las figuras se adaptaron rigurosamente al estado de la ciencia de mediados del siglo XIX y, por aquel entonces, el iguanodón tenía un cuerno en la nariz y aspecto de cuadrúpedo mamiferoide.

Invitación diseñada por Hawkins para la cena de inauguración

La inauguración se celebró la nochevieja de 1853 con una cena en el interior del iguanodón a la que los artífices invitaron a colegas naturalistas, geólogos y/o paleontólogos como William Buckland, Edward Forbes, Joseph Prestwich o John Gould.

El restaurante más exclusivo del mundo

La efemérides se inmortalizó en un grabado que publicó el Illustrated London News del 7 de enero de 1854. El sueño ya era un hecho: los dinosaurios habían regresado del pasado para aterrorizar a Londres, y estaban aquí para quedarse.

"On visual education as aplied to geology" (1853)

El 17 de mayo, Hawkins impartió una conferencia ante la Royal Society of Arts defendiendo las posibilidades pedagógicas de las representaciones artísticas en el campo de la geología; esta charla fue publicada bajo el título "On visual education as applied to geology" por el Journal of the Society of Arts, acompañando un esquema de la exposición.

Aspecto actual de la estación de Crystal Palace (foto propia)

Pero la apertura al público tuvo que esperar a la entrada en funcionamiento de la nueva estación de ferrocarril de Crystal Palace, el 10 de junio de 1854. Podemos imaginar la reacción del público al ver con sus propios ojos aquellas criaturas y, muy en particular, a los impresionantes dinosaurios, de los que, en muchos casos, ni siquiera habían oído hablar. Los más avisados no podían llegar a hacerse una idea de qué clase de animales serían aquellos y seguramente por más que les hubiera llegado que se trataba de reptiles gigantescos, les impactaría profundamente verlos reproducidos cuando el mayor reptil al que habían tenido acceso directo era una serpiente o, los más afortunados, un cocodrilo del Zoo [5], que el año anterior acababa de inaugurar el primer acuario público del mundo.

Duria antiquior (c.1830, Henry Thomas de la Beche)

Aunque ya a comienzos de los años 30 Henry Thomas de la Beche había realizado varios grabados con escenas prehistóricas basada en evidencias fósiles (lo que hoy llamamos paleoarte) que habían sido ampliamente difundidos, y en marzo de 1852 Dickens había publicado la primera referencia literaria a un dinosaurio fuera del mundo de la ciencia [6], el impacto de la inmediatez de las estatuas de Hawkins cautivó inmediatamente la imaginación de los londinenses. Por otra parte, a mediados del siglo XIX un tercio de la población inglesa era analfabeta, por lo que no conocerían la obra de Dickens, y los grabados de De la Beche circulaban esencialmente dentro de círculos académicos. No se trata aquí de hacer un estudio sociológico, pero es lógico suponer que la mayor parte de los visitantes de Crystal Palace tenía algún tipo de inquietud intelectual, al menos en una primera etapa porque posiblemente el boca a boca acabara atrayendo a todo tipo de público.

Lo cierto es que el éxito fue inmediato y apabullante, suponiendo el despegue de la dinomanía, fenómeno sociocultural que podría definirse como un “apetito desordenado” de acaparar información sobre los dinosaurios: su forma de vida, apariencia, tamaño, etc. [7]

Las reproducciones "de bolsillo" que se pusieron a la venta

La propia Crystal Palace Company puso a la venta pequeñas reproducciones con fines educativos al nada despreciable precio de 30 libras, en lo que podríamos considerar el primer fenómeno de merchandising mesozoico.

"A Visit to the Antediluvian Reptiles at Sydenham" (1855, John Leech)

La principal publicación satírica británica, Punch, se hizo eco de las reacciones del público a través de los grabados de sus dibujantes, como John Leech (1817-64).

El indiscutible éxito de la exposición llevó al consistorio neoyorquino a encargarle una exposición similar para Central Park, donde se erigiría un Museo Paleontológico. Pero el mafioso “Tweed Boss” destruyó todo su trabajo en 1871.

Otra ilustración de Punch sobre el impacto de la primera observación de dinosaurios en los visitantes: ¡cuidado, pueden producir pesadillas!

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[1] Finalmente, fue destruido por un incendio en 1936, cuando Azaña es elegido presidente de la República Española en el aún superviviente Palacio de Cristal (1887) del madrileño Buen Retiro, construido a imagen de Crystal Palace.
[2] Incluye los comentarios de todo tipo de sectores sociales, desde la señora que nunca le vio utilidad, pasando por el gentleman snob que la encuentra instructiva pero decadente, el chaval de la calle –nos recuerda inevitablemente el entorno de Oliver Twist- al que sólo le importa que está sin blanca, el conquistador que aprovecha la noticia para arrimarse, el ama de casa práctica que se pregunta qué harán con el espejo gigante de la exposición, un caballero realmente alarmado por la noticia (podría tratarse de la caricatura de algún impulsor del evento, incluso del propio Paxton), el vividor que especula con su reutilización como casino o el hombre de negocios encantado con la clausura (suponemos que piensa que así el público se olvidará de las distracciones y se centrará más en la industria y el comercio).
[3]Sanz, J.L. (2003) “Aproximación histórica al género Iguanodón”, en Libro de resúmenes de las XIX Jornadas de Paleontología. Morella 2003, Pardo Alonso, M.V. y Gozalo, R. (editores).
[4] Seeley los dividió en 1887 en saurisquios (con cadera “de lagarto”) y ornistiquios (“de ave”), pero Bakker vuelve a agruparlos un siglo después.
[5] Aunque el Zoológico de Londres, uno de los más antiguos del mundo, se inauguró en 1828, hasta 1831 no adquirió ningún reptil. No tenemos la certeza de que existieran cocodrilos en el Zoológico de Londres en 1854, pero todo apunta a que sí, ya que se trata de uno de los reptiles que mejor se adaptan a la cautividad.
Bell, Catharine E. (Ed) 2001, Encyclopedia of the World’s Zoos, Fitzroy Dearborn Publishers, Londres.
[6] Se trata de un simple guiño en el primer párrafo de la primera de las veinte entregas mensuales de 32 páginas al precio de un chelín de la novela Blake House de Charles Dickens, que no vuelve a referirse a fauna extinta en toda la obra: “Londres. Acaba de terminar el primer trimestre académico y el rector está sentado en la taberna de Lincoln. Un tiempo implacable de noviembre. Tanto barro en las calles como si las aguas se hubieran vuelto a retirar de la faz de la Tierra y no fuera increíble encontrarse con un megalosaurio de doce o más metros subiendo como un lagarto gigantesco por Holborn Hill”.
[7] Sanz, J.L. (2009) “Los dinosaurios, un mito cultural”, en Revista Digital Universitaria vol.10 #2, Universidad Nacional Autónoma de México.

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