lunes, 28 de febrero de 2022

Dinosaur tracks (III)

ANIMACIÓN EN LA ERA DEL JAZZ

El cine silente fue una oportunidad más de trabajo para muchos pianistas de ragtime y jazz e incluso pequeñas orquestas, como la de Erskine Tate en el Vendome Theater de Chicago, contratados para amenizar las proyecciones. Pero el sonoro supondrá la posibilidad de registrar la imagen de los músicos tocando en directo. No por casualidad, la primera película sonora se tituló The Jazz Singer (1927, Alan Crosland).

En 1929, la orquesta de Duke Ellington graba el corto Black and Tan Fantasy (Dudley Murphy), King Vidor estrena el drama con actores negros Hallelujah!, que incluía espirituales y jazz, y la orquesta de Paul Whiteman será la protagonista absoluta del filme King of Jazz [1] (John Murray Anderson). Con todo, en el musical cinematográfico se acabarán imponiendo las melodías descafeinadas de Tin Pan Alley, si bien hay que reconocer que muchas se convertirán en standars versionados por músicos de jazz. Sin embargo, hubo un género cinematógrafico donde el jazz encontró refugio: la animación. Sin ir más lejos, en otro corto de 1929, “The Jazz Fool” (Walt Disney), el propio Mickey Mouse interpreta a un pianista de ragtime [2] y el siguiente año otra gran estrella del momento, Krazy Kat, protagonizó “Jazz Rhythm” (Glenn Harrison y Manny Gould) [3].

Con el tiempo, Mickey acabará compartiendo pantalla con dinosaurios

Pero quien apostó más fuerte por el jazz fue el principal rival de Disney, Max Fleischer, que lo trató no como un mero fondo de sus cortos sino como un joven género musical merecedor de un mayor reconocimiento [4]. Así una gran variedad de músicos, como Ethel Merman, Rudy Vallee, los Mills Brothers, Cab Calloway y Louis Armstrong [5] comenzaron a aparecer en los dibujos animados de los hermanos Fleischer. Su método era inusual: elegían una canción del artista presentado y luego desarrollaban una historia alrededor de la interpretación.

Sammy Timberg

En 1931, Calloway y Fats Waller comienzan a poner banda sonora a Betty Boop, que el siguiente año protagoniza “Betty Boop’s Museum” (1932), donde fue director musical –junto a Leo Fleischer- Sammy Timberg (1903-1992), compositor de las partituras que acompañaron a los cortos de la serie Stone Age (1940) –lanzada tras el éxito de Fantasía de Disney-, como “Granite Hotel” y –junto a Winston Sharples (1909-1978)- “The Ugly Dino” (versión mesozoica de “El patito feo”). Timberg y Sharples fueron también los encargados de poner música al episodio “The Artic Giant” (1942), en el que Superman combate a un dinosaurio que ha invadido Metrópolis, en la primera serie de dibujos animados de la televisión… aunque, lamentablemente, ese mismo año los Fleischer se verán obligados a cerrar definitivamente las puertas de su productora. Betty Boop desapareció, pero Popeye pasó a la Famous Studios junto a artistas como Isadore Sparber -dirigió para Harvey Films Cock-a-Doodle Dino (1957)- o Seymour Kneitel, que animó dinosaurios junto al marinero tuerto en Prehysterical man (1948) [6] y dirigió el episodio Dizzy Dinosaurs de la serie A Kartune Musical Short (1952). En todos estos cortos, volvemos a escuchar la música de Winston Sharples.

"The Artic Giant"

En 1929, Paul Terry deja el estudio de Van Beuren (véase el primer capítulo de esta serie) para fundar con el animador Frank Moser el Terrytoons Studio, que llegó a producir un millar de cortos. Philip A. Scheib (1894-1969) escribió numerosas partituras para la casa, incluidas las de 2,000 BC (1931, Moser), Club Life in the Stone Age (1940, Mannie Davids) o la aventura de su estrella Mighty Mouse “Prehistoric Perils” (1952, Connie Rasinski). Con sus arreglos jazzísticos, Scheib se las apañaba para hacer que la orquesta pareciese más grande de lo que era.

Super Ratón volverá a encontrarse con dinosaurios en su primer largometraje, Mighty Mouse in the Great Space Chase (1982), que recopilaba los episodios emitidos bajo dicho título en el programa The New Adventures of Mighty Mouse and Heckel & Jeckel (1979), incluidos aquellos en los que el roedor llega a un planeta con dinosauroides. La música era de Ray Ellis (1923-2008) y el cofundador de Filmation Norm Prescott (1927-2005), que también pusieron banda sonora a The New Adventures of Flash Gordon (1979-1982).

"Buddy's Lost World"

Tratando de capitalizar el éxito de las Silly Simphonies de Disney, Leon Schlesinger, propietario de Pacific Art & Title, produjo para Warner Bros. las series Looney Tunes [7] (1930) y Merry Melodies [8] (1931). La primera estaba protagonizada por el negrito Bosko –protagonista de “Congo Jazz” (1930)-, creado por los antiguos animadores de Disney Hugh Harman y Rudolph Ising, que en 1933 se lo llevan a la Metro. Schlesinger lanza entonces a Buddy, el Bosko blanco, que no tuvo mucho éxito pero protagonizó un corto con dinosaurios: “Buddy’s Lost World” (1935, Jack King), con música de Norman Spencer.

Carl W. Stalling

Pero la verdadera estrella musical de los dibujos animados de la Warner fue el antiguo organista del cine mudo Carl W. Stalling (1891-1972). Stalling había dado el salto al sonoro escribiendo las partituras de algunos de los primeros cortos de Mickey Mouse y, de hecho, fue a raíz de una discusión con el viejo Walt sobre si debía escribirse primero la banda sonora y luego producirse la animación o al contrario, que Disney decidió poner en marchas las Silly Simphonies, con música de Stalling. Cuando el verdadero creador del ratón más famoso del cine, Ub Iwerks, abandonó a Walt para fundar su propia compañía, Carl le siguió, encargándose de la música del episodio “The Cave Man” (1934), en el que el personaje Willie Whopper se las ve con un dinosaurio. Cuando la compañía quebró e Iwerks fue contratado por Schlesinger, Stalling volvió a acompañarle. Permaneció en la Warner hasta su jubilación en 1958, escribiendo partituras que engarzan a la perfección con los efectos sonoros, introducen citas a obras clásicas o populares, cambian rápidamente de estilo para adaptarse a la acción y son tremendamente efectivas a efectos humorísticos.

"Prehistoric Porky"

Entre su extensa producción debemos destacar, por la presencia de fauna mesozoica, “Daffy Duck and the Dinosaur” (1939, Chuck Jones), “Prehistoric Porky” (1940, Robert Clampett), “Caveman Inki” (1950, Jones) o “Pre-Hysterical Hare” (1958, Bob McKimson), donde también hay temas de Milt Franklyn, Philip Green, Geordie Homel, William Loose o Spencer Moore.

"Wild Wild World"

Debemos destacar que Stalling no trabajó solo, siendo imprescindible en su labor la ayuda de Milt Franklyn (1897-1962) como arreglista, orquestando todas las piezas citadas. Tras el retiro de Carl, Franklyn le sustituyó, creando partituras dinosaurianas como “Wild Wild World” (1960, McKimson). Por otra parte, WB insistió a Stalling en que utilizara todo el material que necesitara de su catálogo y, la preferencia de Carl por las partituras del hijo de inmigrantes rusos Harry Warnow a.k.a. “Raymond Scott” ha llevado a que, aunque éste no escribió sus obras [9] con el fin de acompañar dibujos animados, hoy sea considerado un compositor de música para animación. En 1936, Scott había formado un sexteto de jazz con el trompetista Bunny Berigan, que en 1939 transformó en big band, pasando a trabajar para CBS tres años después y, en 1943, vendió su catálogo a la Warner. Todavía en 2003, puede oírse citado un puñado de veces su tema Powerhouse en el filme Looney Tunes: Back in Action (Joe Dante).

Disney y Stravinsky

Tampoco Igor Stravinsky escribió La consagración de la primavera (1913) pensando en el Mesozoico, aunque sí hay una esencia de primitivismo en su rompedor ballet, cuyas disonancias y polirritmos escandalizaron a los auditorios prebélicos. Sin embargo, hoy permanece en el recuerdo de buena parte del público gracias a su adaptación animada en el filme de Walt Disney Fantasía (1940), al que ya dedicamos este post. El compositor dio su consentimiento a este segmento tras conocer el story-board, aunque más tarde se mostró disgustado con algunos detalles, como que no hubiera presencia de mamíferos (lo que Walt suprimió para no enojar a los creacionistas). Años después, el animador italiano Bruno Bozzetto realizó una suerte de versión paródica llamada Allegro non troppo (1976) para cuyo episodio evolucionista echó mano del Bolero de Ravel, que no supo nada de este proyecto, ya que había fallecido cuarenta años antes.


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[1] Walter Lanz firmó un segmento animado para la cinta, además de Scrub Me Mamma with a Boogie Beat (1941) o The Sliphorn King of Polaroo (1945), con música del trombonista Jack Teagarden.
[2] Mickey repite papel en Blue Rhythm (1931, Burt Gillet), donde también se atreverá con W.C.Handy. Sin dejar a Walt Disney, en Music Land (1935, Wilfred Jackson) asistimos a un enfrentamiento entre los instrumentos del país de la sinfonía y la isla del jazz. En cuanto a los largometrajes de la casa del ratón, el segmento de Make Mine Music (1946, Jack Kinney, Clyde Geronimi, Hamilton Luske, Joshua Meador y Robert Cormack) “All the Cats Join in” se basa en la música de Benny Goodman, en The Jungle Book (1967, Wolfgang Reitherman) el Rey Louie es un remedo de Armstrong y Baloo un apasionado del scat, especialidad que da nombre al trompetista Scat Cat, líder de la banda de “gatos-jazz” de la también póstuma The Aristocats (1970, Reitherman).
[3] Ambos firmaron también el corto de la gata loca Birth of Jazz (1932). Además, Harrison dirigió Swing Monkey Swing (1937), con los Basin Street Boys, y Gould Mother Goose in Swing Time (1939).
[4] Moïse, Claude Michel: Jazz, Cartoons, and Jazz Cartoons, 2009, Wesleyan University.
[5] Los racistas cortos animados de MGM incluyen Swing Wedding (1937), donde hacen apariciones estelares los Mills Brothers, Ella Fitzgerald, Cab Calloway, Fats Waller, Ethel Waters o Louis Armstrong, Swing Social (1940), que parodia los espirituales y el gospel usando jazz, o Romeo in Rhythm (1940).
[6] Gene Deitch lo hizo en Have Time Will Travel (1960).
[7] Incluyó el corto Three Little Bops (1957, Friz Freleng), con Barney Kessel o Shorty Rogers.
[8] A la que pertenecen los cortos Hittin’ the Trail for Hallelujah Land (1931, Ising), Clean Pastures (1937, Freleng), en el que el cielo se actualiza a base de jazz y el propio Satanás acaba arrepintiéndose, Coal Black & the Sebben Dwarfs o Tin Pan Alley Cats (ambas 1943, Clampett), en la que un gato con aspecto de Fats Waller debe elegir entre el jazz o la música religiosa.
[9] Salvo tres anuncios de veinte segundos para County Fair Bread de 1962.

viernes, 25 de febrero de 2022

Las tablas de skate jurásicas de GreggArts

GreggArts es un escultor y ex-patinador belga que ha desarrollado una inusitada pasión por la customización de tablas de skate al combinar su descubrimiento de las infinitas posibilidades que ofrecen las herramientas de mano giratorias y su necesidad de estar en contacto con los monopatines. En su obra utiliza gráficos por computadora, impresión en 3D y escultura, buscando contrastes y contradicciones entre volúmenes y formas. Para personalizar las tablas y realizar sus esculturas mezcla diferentes materiales, aunque la escultura en madera sigue siendo la raíz de la mayoría de sus trabajos. De todas sus tablas, nos han llamado la atención estas dos con temática jurassicparkiana: 






Ahora está tallando el cráneo de tiranosaurio que veis sobre estas líneas, así que esperamos verlo terminado muy pronto. Y si quieres ver a GreggArts en acción, echa un vistazo al siguiente vídeo:



Nos lo chivó Geoilogico. ¡Gracias!

jueves, 24 de febrero de 2022

Unas cuantas ilustraciones dinosaurianas... (LXIV)

Fossil (Sonia Ku)

La ronda de ilustraciones mensual viene con la variedad de costumbre y encontramos estampas museísticas, distópicas, críptidos, un poquito de Jurassic Park y una pizca de extinción. La diversidad de estilos y la pluralidad en cuanto a la procedencia de los y las artistas también es destacable, reforzando a esta sección como una de las más distinguidas y de mejor gusto de este, vuestro blog.

Dino Warrior (Electronic Kimera)

The End (Steven Lefcourt)

Jurassic Park (Artjom Šõšov)

Mokèlé Mbèmbé (Miko Errante)

Natural History Museum (Patrick Corrigan)

miércoles, 23 de febrero de 2022

Viajando al pasado con BangBooDoragon

A nuestro invitado de hoy, el artista BangBooDoragon, le conocimos brevemente en la entrada que hicimos sobre los pokémon quimera de las ediciones Espada y Escudo. En esta ocasión podremos centrarnos en detalle en los trabajos de este joven estadounidense apasionado del paleoarte, los videojuegos y las criaturas mitológicas y fantásticas. Así pues, os dejamos que disfrutéis con la siguiente selección, que incluye paleoarte, caricaturas de organismos extintos, versiones realistas de pokémon prehistóricos así como otros inventados por él mismo, anacronismos con humanos, criaturas imposibles de videojuegos y líneas de juguetes y un largo etcétera. Os recomendamos, aun así, que os paseís por su galería, por que hay mucho, MUCHO más.
















martes, 22 de febrero de 2022

Esos locos libros de dinosaurios que nunca existieron


Ya sabemos que las criaturas del pasado han sido personajes recurrentes en la ficción literaria, el cómic o el cine desde que se tuvo conocimiento de su existencia. Su aparición en los distintos medios de entretenimiento ha sido variada y encontramos muchos ejemplos descabellados como las novelas dinoeróticas, dinosaurios zombies o como acompañantes de nazis. En estos casos, estaríamos frente a productos reales, pero también existen ideas o proyectos que nunca verán la luz que nos indican hasta donde se desbordaría la imaginación en diferentes escenarios con presencia dinosauriana y demás animales mesozoicos.

Un caso notorio es "Dinosaurs are ruining my life!", un presunto libro con portada de estética pulp y que podría ser una frase numerosas veces repetida por investigadores que se dedican al estudio de los lagartos terribles. Como subtítulo tenemos un "Save us, Jake Hunter!", que nos da pistas del origen de la portada, ya que formó parte de la promoción del videojuego "Jake Hunter: Detective Chronicles" durante su lanzamiento en 2008. 


En el mundillo conspiranoico y negacionista (o en la parodia de este) encontramos un nicho interesante en el que tienen cabida todo este tipo de obras. Desde títulos como "Things that never existed" en el que se deja claro la incredulidad acerca de la existencia de estos gigantes pretéritos, hasta los que parecen sesudos análisis de la realidad dinosauriana como "La conspiración de los dinosaurios del futuro" o "El engaño del Triásico".

En "La conspiración de los dinosaurios del futuro" escrito (supuestamente) por el profesor Nerio Roland, se trata "lo que niega la paleontología binaria y la ciencia mainstream" y que en resumidas cuentas es una conspiración a nivel mundial por la que los dinosaurios fueron creados en laboratorios por las élites posmasónicas iluminatis neorreptilianas del futuro, para ser enviados al pasado con la finalidad de producir combustibles fósiles. Así de saque, no se ven fisuras importantes en la línea de pensamiento de Roland y te deja con muchas ganas de profundizar en el desarrollo de su controvertida hipótesis...

En realidad, tanto este último título como los dos siguientes que comentaremos proceden de la página de Facebook Grupo para hablar como jipi conspiranoico y alinear los chakras, cuyo nombre ya deja caer la chanza hacia estas teorías tan poco ortodoxas. Por ejemplo, con la firma de Mateo Muñoz Braccialarghe, tenemos el tratado "El fin de los dinosaurios y los humanoides gigantes alienígenas de Chiloé", en cuya portada adelantan que la extinción de los reptiles mesozoicos está relacionada con la llegada a la Tierra de una raza de alienígenas gigantes que acabando devorándolos. 

Por su parte, el doctor Rafael Vilches Chang demuestra en su libro "El engaño del Triásico. Dinonegacionismo al desnudo" cómo los dinosaurios estaban imposibilitados para tener sexo y por tanto descendencia, poniendo al descubierto la confabulación masónica que ha ido creando fósiles con el objetivo de socavar los cimientos del cristianismo.

Dejando a un lado la temática conspiranoica, la otra gran parcela en la que abundan estos títulos de no-libros con fauna del pasado es la novela de ficción pulp. Ya hemos visto el caso de "Dinosaurs are ruining my life!", pero donde vemos los ejemplos más delirantes es en la cuenta Paperback Paradise. A través de sus diferentes canales, van publicando portadas modificadas, generalmente de literatura juvenil o de ciencia-ficción, entre las que podemos encontrar "I am fucking trippin'", "Operation: Dino-dick extermination" o "Sinners who met God's wrath". Si bien en las dos primeras reconocemos la portada de la novela "The Avengers of Carrig" de John Brunner, el tercer título se refiere a "The Dinosaur Mystery", de la escritora Gertrude Chandler Warner dentro de su serie The Boxcar Children.





Seguiremos rastreando la red en busca de más libros que nunca existieron sobre fauna extinta y soñando quizá, con que alguno ellos se haga realidad. ¿Conoces algún ejemplo más?

lunes, 21 de febrero de 2022

Dinosaur Tracks (II)

WAGNER EN LA ISLA CALAVERA

En 1874, Richard Wagner completó El anillo del nibelungo, un ciclo completo de óperas que le ocupó durante casi treinta años. El compositor alemán se inspiró en la mitología nórdica en busca de una historia épica apta para exaltar el nacionalismo germánico. Los nibelungos eran unos enanos mineros que vivían en las entrañas de la Tierra y tenían un tesoro protegido por un dragón al que vence el protagonista, que se vuelve invisible gracias a un objeto mágico y consigue un anillo de oro que permite dominar el mundo pero arrastra consigo una maldición... Espera, espera, ¿Hablamos de Wagner o de Tolkien?

Lo interesante del ciclo wagneriano es que el autor, que deseaba crear una nueva forma operística “total”, sin la tradicional sucesión de recitativos y arias, partió de la elaboración de grundthemen o leitmotivs que representaban a los distintos personajes y conceptos básicos, acompañándoles a lo largo de toda la obra. Esta técnica será retomada en la banda sonora que transformó por completo la relación entre la música y el cine. Y aunque en el celuloide no aparece ningún dragón, tenemos algo mucho mejor: dinosaurios.

Con la irrupción del sonoro, muchos pianistas perdieron sus contratos con los propietarios de los teatros donde acompañaban a las cintas silentes. A cambio, las bandas sonoras van a permitir que las mejores orquestas del mundo acompañen las proyecciones en las salas más humildes, perfectamente sincronizadas con las pantallas.

Max Steiner

La primera banda sonora de una película con dinosaurios del sonoro es obra de uno de los grandes compositores clásicos del cine: Max Steiner (1888-1971). Nacido en Viena, tuvo por padrino a Richard Strauss y fue discípulo de Gustav Mahler. Emigró a Estados Unidos al estallar la Gran Guerra y pronto se hizo hueco en Broadway y, luego, en Hollywood, donde fue pionero en componer para el cine, al que aportará partituras inmortales como las de Lo que el viento se llevó (1939), Casablanca (1942) o los musicales de Fred Astaire y Ginger Rogers. Pero la banda sonora que impulsó su carrera y supuso una auténtica revolución en el mundillo fue la de King Kong (1933).

La historia es original de Merian C. Cooper, codirector de la cinta junto a Ernest B. Schoedsack y fascinado por los gorilas desde niño. Sin embargo, no dejan de llamarnos la atención ciertas similitudes con un serial estrenado cuatro años antes, que traemos a colación no para cuestionar mitos, sino por derecho propio. El primer parecido, irrefutable, tiene lugar ya en el propio título, The King of the Kongo (1929, Richard Thorpe) [1]. A lo largo de sus diez capítulos, nos narra una expedición selvática de los protagonistas en busca de familiares desaparecidos, durante la que se encuentran con un gorila –precisamente, al que llaman “King of the Kongo”- y un dinosaurio –“interpretado” por un lagarto con prótesis pegadas. Se produjo en la transición del mudo al sonoro y está parcialmente sonorizado, siendo la banda sonora obra de Lee Zahler (1893-1947), conocido por haber puesto música al primer serial de Batman (1943).

Kong durante las prácticas del doctorado de odontología

Aunque RKO había encomendado a Steiner reutilizar partituras por razones presupuestarias, Cooper le encargó escribir una banda sonora original. Por primera vez, en lugar de música de fondo un largometraje sonoro va a tener una música temática, que agregará realismo a su fantástica trama, haciéndola más verosímil y marcando un hito al conducir las emociones de la audiencia como nunca se había hecho. Steiner estaba encantado ya que la temática le permitía utilizar desde melodías hermosas hasta acordes extraños y disonancias de todo tipo. Utilizó convenciones operísticas como el uso de leitmotivs al estilo de Wagner: cada personaje y conceptos principales tenían su propio tema. Tanto Kong (Si-Sib-Do) como Ann (a cuya imagen se desarrolla el tema de amor) son representados por motivos de tres notas cromáticas descendentes, en el caso de la joven completado por otras tres notas que también resuelven en Do (Sol-Fa#-Fa-Si-Re-Do). No deja de resultar curioso que Steiner echara mano de Wagner, reconocido antisemita al que el régimen nazi iba a volver a poner de moda [2], tratándose de un compositor judío (y alumno del también judío Mahler).

Motivo de Kong

Motivo de Ann

Además de dar soporte a partituras originales, el sonoro permitirá también afrontar nuevos retos en el terreno de los efectos especiales, especialmente notorios en el cine de dinosaurios, como devolver la voz a seres extintos millones de años atrás. El técnico de sonido ruso Murray Spivack [3] utilizó un compresor de aire y su propia voz para simular el siseo y rugido de los dinosaurios, mezclando la grabación de un puma para dar voz al tiranosaurio y graznidos de aves para el pteranodón.

"King Klunk"

El impacto de King Kong fue enorme y, ese mismo año, Steiner musicó también la secuela The Son of Kong, cuyas pretensiones y éxito fueron mucho más moderados, y el animador Walter Lantz realizó la parodia “King Klunk” (penúltimo corto de la serie de Pooch the Pup), con una partitura jazzística de James Dietrich (1894-1984). Lantz y Dietrich ya habían colaborado en otro corto con dinosaurios: “Stone Age” (1931), protagonizado por Oswald the Lucky Rabbit, el personaje que Charles Mintz había arrebatado a Walt Disney.

King Kong tai Gojira

King Kong fue repuesta numerosas veces. En los 60, la nipona Toho le enfrentó con su emblema, el dinosaurio radiactivo Godzilla (King Kong tai Gojira, 1962; King Kong no Gyakushū, 1967), con música del especialista Akira Ifukube, al que veremos cuando corresponda dentro de esta serie. Dino de Laurentiis dirigió un remake (1976) y una secuela (1986) sin dinosaurios. Sí pudimos verlos, sin embargo, en stop-motion en la parodia erótica King Dong (1984, Yancey Hendrieth), con una funky partitura original del bajista Hutch Hutchinson.

James Newton Howard

Curiosamente, la versión que volverá a reunir al simio gigante con dinosaurios, ya en 2005, será la de un renovador del legado de Tolkien (cerramos así el círculo -del anillo- volviendo a la mitología nórdica que inspiró a Wagner): Peter Jackson. Firmó la banda sonora James Newton Howard (1951), que ya había puesto música a las aventuras de Aladar, el Dinosaurio (2000, Ralph Zondag) de Disney. Howard fue contratado cuando Howard Shore (precisamente, quien escribió la partitura de El señor de los anillos para Jackson) abandonó el proyecto, tras haber grabado varios temas e incluso ser grabado dirigiendo a la orquesta en el teatro donde se iba a presentar al gorila gigante. En sólo cinco semanas, debía completar tres horas de banda sonora, por lo que se impuso sesiones maratonianas apoyado por copistas y orquestadores.



Motivo de Howard para Kong

En homenaje al primer Kong, utilizó también como motivo para el gorila una escala descendente (Sol-Mi-Mib-Do), armonizada en quintas (y octavas) paralelas. Pero, a diferencia de la versión original, sus motivos se desarrollan, van evolucionando con los personajes, en particular humanizando progresivamente a la bestia. Howard pondría luego música a Mi monstruo y yo (2007, Jay Russell), una revisión del mito de Nessie.

Kinky Kong

El rey de la Isla Calavera volvió a ponerse de moda. John Bacchus dirigió la parodia erótica Kinky Kong (2006), comercializada directamente en video, con música del grupo Pink Delicates. Las últimas revisiones del mito son Kong: La isla Calavera (2017, Jordan Vogt-Roberts), con banda sonora del ayudante de Hans Zimmer, Henry Jackman, o Godzilla vs. Kong (2021, Adam Wingard), a la que puso música el disc-jockey holandés Thomas Holkenborg, más conocido como Junxie XL.


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[1] Según su biógrafo Mark Cotta Vaz (Living dangerously: The Adventures of Merian C. Cooper, Creator of King Kong, 2005), a Cooper simplemente le gustaban las palabras fuertes y sonoras que comenzaban por K, como Komodo, la isla del famoso lagarto, donde había viajado su amigo Douglas Burden, que estaría en el origen de la pelea del gorila con el dinosaurio.
[2] El 30 de enero de 1933, poco más de un mes antes del estreno (el 7 de marzo) de King Kong, Hitler había llegado al poder y ese verano convirtió la celebración del cincuentenario del fallecimiento del compositor en el festival de Bayreuth –los suscriptores extranjeros cancelaron en masa su asistencia tras el cambio de régimen- en una cuestión de Estado.
[3] Nominado al óscar por Tora! Tora! Tora! (1970), lo ganó con Hello Dolly (1969). También fue profesor de batería y entre sus alumnos hay percusionistas de jazz como Joe Morello, Louie Bellson o David Garibaldi.

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