Fosilizado (David Ramos Gómez)
Hace 150 millones de años, un poderoso Diplodocus encontró la muerte.
Y aquí fue donde lo descubrieron los paleontólogos, junto a la colina donde tantas veces celebramos nuestro amor.
Se halló su esqueleto casi íntegro, medía unos 30 metros de largo. Recuerdo que cuando nos encontramos con la excavación en una de nuestras escapadas y lo vimos cuan largo era, nos pareció inmenso.
Inmenso era el amor que yo sentía por ti: lo era todo. Llenaba mis entrañas, traspasaba mi piel y se expandía a mi alrededor. No podía concebir mi existencia sin ti. Amaba el brillo de tus ojos al sol de la tarde, el sabor de tus labios después de comer fruta fresca, el calor de tus manos en invierno… Amaba tu forma de contar historias, tus ocurrencias tras un par de copas, incluso tus pequeños reproches. Disfrutaba de todos esos detalles y me alimentaba de mi propia devoción hacia ti.
Y siempre pensé que sentías por mí esa misma intensidad, que me querías con el mismo frenesí. ¿Tan cegado estuve que no supe ver que ya no me correspondías? Supongo que veía lo nuestro como un Diplodocus de 30 metros de largo, tan grande y fuerte que nada podía hacerle daño.
Desgraciadamente, un día descubrí que todo eso había sido una fantasía, y que lo nuestro llevaba dañado mucho tiempo. Me dijiste que no había funcionado, que ya no me soportabas; pero no fue hasta que te miré a los ojos y los vi vacíos de la luz que siempre creí haber atisbado cuando hablábamos de nuestra relación, cuando de verdad fui consciente de lo que estaba pasando: el afecto se había vuelto piedra, como los huesos del Diplodocus. Nuestro amor se había fosilizado.
Varios años y muchas lágrimas después, siguen volviendo a mi mente, una y otra vez, todas las esperanzas y las promesas que nos hicimos, y que nunca pudimos cumplir. Y pienso en lo mucho que te quise, y en lo poco que sirvió.
Aún sigo visitando la colina, donde nos dijimos por primera vez que nos queríamos, donde nos amamos tantas veces, y donde mi vida se hizo añicos.
Sin embargo, a pesar de todo el dolor que he pasado, mi corazón sigue latiendo por ti, sólo por ti. Y me odio a mí mismo por ello. Lo cierto es que nunca fuiste mía, aunque me gustaría creer lo contrario. Y yo siempre seré tuyo, aunque me duela admitirlo.
Hace 150 millones de años, murió un Diplodocus. Sus restos permanecieron aquí hasta que los paleontólogos los encontraron, hechos piedra. Hoy, sólo quedan los recuerdos de un idiota enamorado. Un idiota con el corazón roto. Un amor fosilizado.
LITTLE RAPTOR (David Ramos Gómez)
El último de los relatos presentados en el Tercer Certamen Literario Koprolitos es de una cara nueva por estos lares. Esperamos que David Ramos repita el año próximo. ¡Gracias!
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