domingo, 29 de marzo de 2015

Relación a extinguir (Marcos García Barreiro)

Mi actual novio, el número nueve por la lista "Formales", y el número catorce por la lista "General", me está demostrando cada día su amor por los dinosaurios y otras criaturas de épocas muy pretéritas. Eso significa que pronto tendré que ir a por el décimo. Pero por ahora seguiré soportándolo hasta el verano, lo que me permitirá darle unas cuantas oportunidades de cambiar su afición a los bichejos fosilizados por otra afición mucho mejor: yo, Laurencia Ledicia.

Por lo demás, estoy bastante satisfecha con él: discutimos lo justo, a menudo salimos bien en las fotos, disfrutamos de entretenidas conversaciones, y nuestros cuerpos - ¿o debería decir nuestras hormonas o genes? - nos animan a procrear seres de raza humana en lo que pudiera ser una perversión más de la naturaleza.

El principal obstáculo en nuestra relación es su absorbente interés por los dinosaurios y demás animalillos salvajes antiquísimos. Por si fuera poco, le divierte visitar gran variedad de museos aburridísimos, no sólo de animales desaparecidos para nuestro bien, sino incluso de otras civilizaciones, e incluso de pintura. ¿Qué atractivo le encuentra a esos horribles esqueletos? ¿Qué ve interesante en unas pinturas abstractas? ¿Qué puede importarle cómo vivían los humanos primitivos? Lo primero que debiera preocuparle es cómo hacerme feliz, y luego, que se lea cuantos artículos quiera sobre magníficas ciudades desaparecidas bajo las aguas.

Hace una semana se le olvidó llamarme para quedar conmigo, como venía siendo habitual desde meses atrás. Enfurecida de esperar y de enviarle mensajes por teléfono que no contestaba, me presenté por sorpresa en su casa y sentí asco cuando lo descubrí en la cama leyendo un libro "apasionante", muy lejos del teléfono que representa mi conexión con él. "Perdona Trilerencia Pudicia, me dejé la batería del chisme sin cargar; y me olvidé de nuestra cita por culpa de esta obra brillante que trata sobre todas las grandes extinciones que se sucedieron en este planeta, y su influencia en las especies supervivientes, y...", fue su vulgar disculpa, que acepté a regañadientes porque lo conozco y no debiera hacerme demasiadas ilusiones con respecto a determinados asuntos. A veces pienso en dejarlo en manos de mi prima Yelinda, que está secretamente casi enamorada de él, porque no lo conoce tan bien como yo, y porque a ella le gustan los simios, los delfines y los cavernícolas. Sin embargo, en temas clave, como elegir camisas, o compartir comidas, son polos opuestos. Así que por ahora me lo quedo yo, y no se lo recomiendo a ninguna pariente o amiga.

Le encanta enseñarme reportajes de revistas con la esperanza de que yo simpatice con tales ramas de la ciencia, y suele traerme galletas con formas o dibujos de diplodocus, stegosaurios, licántropos, braquiosaurios, tractoroides, y etc. La semana pasada me regaló un colgante con la figura grabada de un trilobites. "¿Es el Trilobites de la Suerte?" - le pregunté con un toque de sorna que él no percibió. "No, mi querida Liricia Lorenza. Se trata de una copia de un auténtico trilobites del cámbrico, de hace unos cuatrocientos millones de años", - me contestó fascinado por el regalo que a mí me dejaba como si nada. Mejor una caja con un kilo de bombones, o de gambas, o un collar de diamantes antiquísimos, pero le dije que era un bonito detalle, y que no me esperaba menos de él en mi cumpleaños.

En realidad, no sé si me molestó más que todavía no supiese pronunciar mi exótico nombre, o el hecho de verme con un trilobites de esos al cuello, un tanto repelente y desfasado. Me dan ganas de enviarlo al devónico. Cuando me lo pongo, parezca que lleve colgando un sello sumerio para estampar en documentos mercantiles. Pero al menos, se acordó de mi cumpleaños y me compró un objeto que consideraba digno de mi belleza. Y sé que está ahorrando para llevarme al Geoparque de Arouca, en Portugal, para visitar fósiles empedrados que me traen sin cuidado.

Ayer le he escuchado comentar a un amigo su intención de construir una especie de inútil coche con forma de trilobites, como el que vio en una página paleontoérotica de internet, para apuntarse con semejante aparato al desfile del carnaval. ¡Allá él con sus dislates! Pero un día de estos, le esconderé una iguana bajo las sábanas para darle un gran susto y hacerle reflexionar. Entonces será una ocasión perfecta para ponerle en claro ciertos asuntos, y decida entre aumentar su dedicación a mí, o fosilizar su atortugada existencia, tal si fuere una reencarnación de un tricerátops cualquiera.

ARTI RAYBOL (MARCOS GARCÍA BARREIRO)

Y este es el otro de los relatos que han ganado el certamen de este año. Marcos García Barreiro ya participó en la tercera edición con "Exploración de novedades". ¡Enhorabuena Marcos!

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