lunes, 23 de julio de 2018

Llámame... Diplodocus

Diplodocus (Knight, c.1906)

Descrito por Marsh en 1878, mi popularidad ha sido tal que aún hoy día soy considerado por muchos como un sinónimo de “dinosaurio”. En buena medida esto se debe a que en 1905 se realizó una reconstrucción en yeso de mi esqueleto por encargo del magnate Andrew Carnegie, que envió copias a los principales museos del mundo [1]. Si te he de ser sincero, me gusto más con chicha, tal como Joseph Pallemberg me esculpió, en 1909, para el zoo Hagenbeck de Hamburgo.

Sin embargo, los paleontólogos no acababan de ponerse de acuerdo sobre mis hábitos o la forma en que debía colocar las patas: Hay y Tornier pensaban que estar orientadas hacia fuera, doblando las rodillas como una lagartija, tal como se ve en las ilustraciones que siguen, siendo rebatidos por Holland, que comprendió que, de haber sido así, la tripa me habría impedido avanzar.

Smith, 1910

Mary Mason Mitchell bajo las directrices de Oliver Perry Hay

Heinrich Harder, 1916

También hubo cierta confusión sobre mis hábitos, supuestamente acuáticos debido a mi peso y a la situación de las fosas nasales en la parte posterior del cráneo, a lo que Kenneth Kermack alegó en 1951 que la presión habría dañado mis órganos y Robert T.Bakker en 1971 que iguanas y monitores tienen orificios nasales en esa zona y que mis dientes [2] eran propios de una dieta más dura que las plantas acuáticas, mi tórax y patas se parecen más a los del elefante que a los del hipopótamo, y mi cuello estaba hecho para ramonear como el de las jirafas, tal como me dibujó Charles Knight… ¡en 1907!

Curiosamente, todavía en 1942 Zdenek Burian me retrata con las patas encorvadas (y por supuesto, en un hábitat lacustre), como hará el dibujante de cómics Sam Glanzman en World around us (1958).

Burian

Glanzman

Y bien entrados los 70 sigo siendo representado a remojo, como puedes comprobar en esta soberbia ilustración de 1977 de Berni Wrightson o en el primer capítulo de la serie educativa Érase una vez…el hombre (1978).


En el capítulo que me dedicó James A. Michener en su novela Centennial (1974) hago mi aparición estelar saliendo de las aguas de un lago y dice de mis patas: “Eran enormes, cuatro pilares de gran solidez unidos al torso por juntas de una construcción tan tosca que, aunque la criatura era anfibia, no podía sostenerse fácilmente en tierra firme, donde el agua no la levantaba.”

Puedes ver la diferencia con estas ilustraciones realizadas por John Sibick en los 90 ó por Nobu Tamura en 2012. Observa cómo ha cambiado también la postura de mi cola, erguida para mantener el equilibrio.


Una vez aclarados estos conceptos, debo confesar que si una manifestación artística me ha apasionado, es la música. El británico Dan “Diplo” comenzó tocando en la facultad en los ’90 (compartiendo cartel con el futuro batería de Radiohead) con un combo llamado Diplodocus squad, Thomas Wesley Pentz, popular DJ del pueblo de Elvis (Tupelo, Misisipi) es conocido con el apodo de “Diplo” y el líder del grupo de rock chino 二手玫瑰, que podríamos traducir por Rosa de Segunda Mano, se hace llamar 梁龙 (Liáng lóng), o sea, Diplodocus. Aquí hablamos del single Diplodocus (2008) del grupo de música electrónica holandés Noisia y aquí de la canción infantil Le monde Diplodocus (2012) del cantante galo Nicolas Berton.

Diplodocus Squad

Ya en España, en 1966 Los Relámpagos lanzaron un single con la canción “Diplodocus”, que ese mismo año versionó Rocío Dúrcal en su Lp “Acompáñame”, como nos recuerda Carlos de Miguel en su relato “Todo es culpa de Rocío Dúrcal”.


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[1] En 1913 llegó la copia del Museo de Ciencias Naturales de Madrid, único dinosaurio montado en España hasta el triceratops que en 1980 exhibió el Instituto de Paleontología de Sabadell.
[2] En realidad Bakker se refirió al brontosaurio, pero sus conclusiones afectaban por extensión a todos los saurópodos.

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