La demora de la cultura popular. A propósito de "65"
Cuando uno termina el visionado de 65 (que ya os presentamos por aquí a finales de 2022) y hace un recuento de las posibles referencias y reminiscencias que el largometraje contiene para con la cultura dinosauriana, el resultado es ciertamente abultado. Por supuesto, la premisa en que un viajero espacial acabe en territorio prehistórico asediado por todo tipo de fauna mesozoica retrotrae a clásicos como la soviética El planeta de las tormentas (Planeta Bur, Pavel Klushantsev, 1962), King Dinosaur: El planeta infernal (King Dinosaur, Bert I. Gordon, 1955) o El planeta de los dinosaurios (Planet of Dinosaurs, James K. Shea, 1977). Pero también esa combinación entre armamento futurista probada contra grandes carnívoros rememora de manera indisoluble con el relato de Ray Bradbury El sonido del trueno, llevada al cine con repelentes resultados en 2005 [1]. Y ya que hablamos de referentes literarios, servidor no puede evitar acordarse de aquellas libro-aventuras editadas por Timun Mas donde se exploraban este tipo de entornos, descritos siempre de manera atmosférica y salvaje, desde el puntos de vista de un viaje coetáneo, como fueron El último dinosaurio o Al encuentro de los dinosaurios. También, a modo de curiosidad, mencionaremos la historia Naves de estrellas, escrita por el paleontólogo soviético y amante de la ciencia ficción Ivan Yefremov, donde unos extraterrestres de aspecto humano visitan el Cretácico para toparse con nuestra animales prehistóricos favoritos.
Sea como fuere, en la presente producción encontramos abundante fauna del pasado. Y quizás uno de los elementos que más interesante hacen de 65 sea su intención de no emplear únicamente bestias conocidas, sino que se atreva a jugar con la evolución especulativa —como hizo King Kong de Peter Jackson o la citada El sonido del trueno, ambas de 2005— y en su intento de aventurarse a cómo podrían haber evolucionado ciertos animales, nos muestre animales un tanto distorsionados de lo que estamos acostumbrados a ver en pantalla. Una tendencia hipotética donde el geólogo Douglas Dixon era uno de sus máximos fantasiosos, como dan fe sus increíbles y delirantes publicaciones.
De los habituales y tipificados por la paleontología, el primero en aparecer en pantalla bien podría ser un Velociraptor, con un tamaño más ajustado a la criatura real que los agigantados presentes en la saga jurásica. Ahora bien, su escaso plumaje dista un tanto de lo que actualmente se cree sobre cómo estaban completamente recubiertos de plumas. Posteriormente, los protagonistas tratan de salvar de un lodazal lo que parece ser una variante del tireóforo Jakapil. Una pobre criatura que al final termina devorada por una bandada de Troodon, de nuevo con un plumaje casi inexistente.
Podemos identificar a dos tipos de pterosaurios, Thalassodromeus con su inconfundible cresta pero con diversas licencias en su cráneo, y fugaces Dsungaripterus que sobrevuelan a los protagonistas. Sin olvidar lo que parece ser un Oviraptor, en una escena que acontece en una gruta con un suspense muy bien conseguido deudor de Alien, el octavo pasajero (Alien, Ridley Scott, 1979).
En el sentido antes descrito de animales que no se ajustan a los conocidos por la ciencia y que se embarca en esa fauna hipotética con la que juegan los cineastas, podemos citar esos carnívoros de tamaño medio con la caja torácica especialmente prominente y rasgos casi antropomórficos pero con una sed carnívora insaciable y que persiguen a los protagonistas hasta la playa. Algunas fuentes consultadas señalan a estas criaturas como Lagosuchus, aunque la postura de sus extremidades delanteras —más abiertas que lo habitual en los dinosaurios— presentan grandes dudas en este sentido. O esos dos grandes tiranosáuridos cuya piel parece estar revestida de una coraza, muy similar a la que poseían los anquilosaurios.
Ahora bien, de esta gama de animales especulativos es el que bien podríamos definir como el dinosaurio antagonista del filme, un gran terópodo muy parecido a un tiranosaurio, pero que en contraposición, posee unas extremidades superiores muy desarrolladas, lo que le otorgan la capacidad en muchas ocasiones de caminar a cuatro patas.
Y continuando con el contraste de la película con el resto de filmografía dinosauriana, esta 65 permite plasmar en pantalla ese momento tan icónico y trascendental de la historia del planeta como fue el impacto de un enorme meteorito a finales del cretácico. Como hizo el filme Dinosaurio (Dinosaur, Ralph Zondag y Eric Leighton, 2000) de Disney, podemos deleitarnos con una reconstrucción catastrofista de aquella hecatombe planetaria.
Eso nos conduce a su vez a otro de los grandes rasgos distintivos del cine de dinosaurios, que es su retraso a la hora de actualizar la información ofrecida por los paleontólogos. De esta manera, si el cine tardó casi treinta años en adaptar para la cultura popular la imagen del dinosaurio de sangre caliente, más ágil y un ave en realidad, aquí ocurre lo mismo con el momento de la datación de la quinta extinción. Hace décadas se tenía la certeza que el impacto del asteroide se produjo hace 65 millones de años, si bien recientemente —para ser concretos en el año 2012— gracias a las últimas investigaciones durante la Comisión Internacional de Estratigrafía [2] se llegó a la conclusión de que eso se produjo un millón de años antes, es decir, hace 66 millones de años Se demuestra con el título de la presente película, una vez más, esa tardanza y resistencia por derribar ideales en la cultura popular.
En cualquier caso, y dejando al margen las apreciaciones paleontológicas, el largometraje que nos ocupa resulta un entretenimiento muy eficaz con elementos muy sugerentes. Así, la odisea que recorre el traumatizado protagonista [3] y su relación con la niña que debe proteger, aun sencilla, se ejecuta empática y pronto el espectador queda atento a las diferentes barreras que se encuentran en su camino hacia esa cápsula de salvamento que promete devolverles a su planeta. Con una muy agradecida fotografía que resalta la belleza del Mesozoico —con algunas sorpresas visuales donde se potencian los claroscuros— la travesía de los protagonistas viene espoleada por una conseguida sensación de peligro inminente que se esconde detrás de cada arbusto y cada recoveco, amén de unas notables escenas de suspense. De este modo, el espectador está continuamente en tensión aguardando algún ataque prehistórico, y a la conclusión de la narración, esta 65 se resuelve como una aventura muy disfrutable con un encantador envoltorio de ciencia ficción. En este sentido la producción no promete ser otra cosa, y con las bazas que propone, el resultado es honesto y satisfactorio. De todas las referenciadas al inicio de la reseña con una premisa, sin duda 65 se erige como una de las más destacables.
OCTAVIO LÓPEZ SANJUÁN
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[1] También fue adaptada en televisión en 1989, dentro de la serie The Ray Bradbury Theater.
[2] International Commission on Stratigraphy (https://stratigraphy.org/)
[3] Curiosamente, la actriz que interpreta a la hija del protagonista, Chloe Coleman, tiene un rol muy similar en la coetánea Dungeons & Dragons: Honor entre ladrones (Dungeons & Dragons: Honor Among Thieves, John Francis Daley y Jonathan Goldstein, 2023).
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