Ponte la plumuca (Charlie Charmer)
- “Plumuquería Jehol”, ¿dígame? –contestó Chang, engolando la voz de un modo ridículo.
La señora Zhou torció el gesto, arrugando el labio superior. ¿Qué era eso de dejarla a medias para atender al teléfono? A una clienta de tantos años como a ella se le debía un poco más de respeto.
- Por supuesto, cariño. Déjame ver… -Chang hizo una pausa, como si estuviera consultando una agencia ficticia- ¿El jueves te viene bien? Tengo un hueco a mediodía. Vale, te apunto entonces. Hasta el jueves. Chao, chao.
El plumuquero volvió junto a la señora Zhou. Sabía que la única posibilidad de evitar ser increpado era facilitarle las explicaciones de oficio.
- Es una pollita famosa, una actriz.
Las pupilas de la yutirannus [1] se dilataron. Mientras esperaba su turno, se había leído todas las revistas del corazón de la plumuquería y había aireado los trapos sucios de todas sus conocidas con una vecina que también había acudido a teñirse las canas. Podía perdonar falta de tacto y educación de su plumuquero si le contaba las intimidades de una artista.
- Con todos sus compromisos, aún tenía pendiente la última sesión de la deplumación lácer –cotilleó Chang, rasgando aún más sus ojos al entornarlos maliciosamente.
La deplumación lácer, o sea, por laceración, estaba reservada a las saurias más sacrificadas. Había diversos métodos, a cual más doloroso. Pero cuando las heridas cicatrizaban, tardaban mucho tiempo en volver a salir las plumas.
- Dime, Chang ¿quién es esa pollita?
- Sabe que no puedo decírselo, señora Zhou. La discreción es una de las divisas de esta plumuquería.
Aquella aseveración no hizo sino aumentar la curiosidad de la tiranosauroide, que empezó a mover las crestas del hocico de modo compulsivo. Chang se arrepintió enseguida de haberla provocado de aquel modo.
- Comprendo. Tú sólo dime, ¿es de Yixian? ¿una dromeosáurida tal vez? ¿una troodóntida?
- Señora Zhou…
Los ojillos de la yutirannus escudriñaban cada mínima reacción del graciliraptor [2] a sus cuestiones. Interpretaba con seguridad cada pequeño gesto y contraatacaba con nuevas preguntas sin darle tiempo a pensar. El plumuquero sabía que no tenía escapatoria, así que terminó claudicando.
- Que no salga de aquí, por favor –rogó, como quien tira una piedra al agua y espera que no se hunda.
- Por supuesto, ¿por quién me has tomado?
- Es Gong Xun, la mei [3] que protagoniza “Ámame hasta que te mate”.
- ¡Gong Xun! Me encanta, tiene mucha clase.
- Es un encanto. Y siempre deja propina.
La señora Zhou resopló, tratando de sortear el reproche velado que escondía la última frase del plumuquero.
- Bueno, mira a ver si podemos terminar rápido, que me cierran el mercado…
Súbitamente, una pareja de bolongs [4] policías irrumpió en el establecimiento escoltando a un beipiaosaurus [5] ataviado con una larga toga negra bajo la que asomaban unas puñetas de primorosos encajes blancos, perfectamente almidonadas. Del susto, Chang derramó el tinte sobre la señora Zhou. Afortunadamente, casi todo el líquido fue a parar al delantal protector, pero algunas gotas salpicaron el rostro de la tiranosauroide, que se incorporó en el asiento de un respingo e hizo temblar las paredes con sus bramidos. A buen seguro, de no haber estado presentes las fuerzas de seguridad, el ornitópodo habría tenido que aprender a peinar con un solo brazo.
- ¿Qué… qué sucede, señoría? –preguntó el graciliraptor.
- Esto es una emergencia. Señora, por favor, tenga la bondad de abandonar el local –dijo el beipiaosaurus, dirigiéndose a la estupefacta clienta.
- ¿Cómo diceee? -dijo la señora Zhou, cuya mirada habría deshelado un glacial, escupiendo bilis a través de sus desencajadas mandíbulas.
Los bolongs se miraron entre sí, tratando de evaluar si reunían las condiciones para compeler a la yutirannus a obedecer las órdenes, y acabaron tragando saliva, dejando reposar las porras en sus cinturones para evitar provocar aún más a la terópodo. Por fortuna para ambos, ésta se limitó a recoger con furia el bolso de la percha, destrozándola del manotazo, y a resoplar a pocos centímetros del rostro del plumuquero, al que sin duda culpaba de toda aquella situación.
- ¡Qué vergüenza! Una que creía que ponía su plumaje en manos de un artista y resulta que no es más que un vulgar delincuente. No te preocupes, miserable, que ya me encargaré yo de que todo el mundo se entere de qué madera estás hecho -Chang sabía que, además de no tener plumas en la lengua, la señora Zhou nunca bromeaba.
- Pero, señora Zhou, yo no… -trató de defenderse el aludido, infructuosamente.
- No tenemos nada contra este caballero –intercedió el beipiaosaurus, aunque los policías no pudieron reprimir un bufido sarcástico al oír llamar “caballero” a un terópodo con la permanente teñida de fucsia y un lunar del tamaño de un pisidium [6] pintado en la mejilla- Ya he dicho que se trata de una emergencia…
- Usted se calla, mamarracho –le interrumpió la tiranosauroide, recorriéndole de arriba abajo con la mirada para dejar claro que se refería a su atuendo-. Seguro que es otro pájaro de la misma calaña…
Era obvio que la señora Zhou había perdido los estribos y aún el Norte, vituperando de aquel modo a la autoridad, lo que podía constituir un delito de desacato y obligó a los policías a desenfundar sus armas, aunque se abstuvieron de utilizarlas incluso cuando la yutirannus se abrió paso entre ellos empujándolos a ambos. El portazo con que se despidió hizo pedazos todas las lunas del escaparate y aún los espejos del interior sufrieron algunas grietas por la reverberación.
- Y ahora, ¿quién me paga los desperfectos? ¿y las pérdidas que tendré cuando esa harpía dé rienda suelta a su lengua viperina? –se quejó amargamente el graciliraptor- ¡Ay, mal repenomamus [7] me lleve!
- No se preocupe, señor…
- Chang. Chinchong Chang.
- No se preocupe, señor Chang –los visitantes reprimieron la risa como pudieron-. Le compensaremos los daños y perjuicios. Siempre que los acredite adecuadamente, claro.
Chang miró escéptico al tericinosauriano. La Administración siempre hacía promesas que luego la burocracia dejaba en agua de borrajas… ¿qué tenía que acreditar si todo había sucedido ante los ojos de la propia autoridad?
- Y encima le han dado la excusa para ir cascando lo de Gong Xun a los cuatro vientos…
- No sé de qué habla, pero ahora lo que importa es atender la emergencia que nos ha traído aquí…
- ¿Emergencia? Yo sí que estoy ante una emergencia. No tiene la menor idea de lo que la señora Zhou es capaz…
- Ya le he dicho que le compensaremos. Además, el encargo que le traigo le puede reportarle pingües beneficios.
De repente, el plumuquero comprendió que aquel beipiaosaurus y él podían llegar a hablar el mismo idioma.
- ¿De qué beneficios estamos hablando?
- Pues… Tenemos una partida disponible para estos casos que… Podemos ofrecerle 200 liras.
- Ni hablar del plumuquín –a Chang se le encendieron los ojillos, aquello era suficiente para cubrir una semana sus gastos, justo hasta que las insidias de la señora Zhou perdieran fuerza, y el seguro cubriría los cristales rotos, si no conseguía colocárselos también al juzgado. Pero el graciliraptor era un comerciante nato y sabía que nadie muestra todas sus posibilidades a la primera de cambio-. Ha dicho que se trataba de una emergencia, seguro que el Ministerio puede hacer un esfuerzo mayor, que contribuya a solventar las molestias que ha causado su irrupción y la de sus musculosos muchachos en mi establecimiento.
Uno de los bolongs carraspeó. No tenía nada que ver con aquel piropo. El tericinosauriano entendía a la perfección este tipo de lenguaje, pero no le pareció oportuno intimar al plumuquero a obedecer por la fuerza. Si trabajaba bajo presión, el encargo podía sufrir las consecuencias, y no tenía tiempo para andar con experimentos.
- Ya veo que no tiene una pluma de tonto. Puedo ofrecerle 350 liras. Ni una más. Lo toma o lo deja.
Los dos policías comenzaron a mascullar imprecaciones. A ellos les racaneaban las dietas del modo más miserable y aquel plumífero se lo iba a llevar crudo en un momento, sin comerlo ni beberlo. Al final, pidieron permiso –en realidad, se limitaron a informar de su intención saludando de modo protocolario- y salieron a fumar un cigarro.
- De acuerdo, ¿de qué se trata? –preguntó Chang.
Por 350 liras, estaba dispuesto a degollar a quien fuera con sus tijeras. Sin embargo, el encargo que le traían era bastante más inocente, tanto que el secretario no pudo evitar cierto rubor al contárselo. El graciliraptor no daba crédito:
- ¿Una plumuca? ¿Tanto lío para una mísera plumuca? Y con la estupenda plumambrera que tiene…
El beipiaosaurus se apartó cuando Chang hizo además de ir a tocársela. Él era un saurio de pluma en pecho, además de un venerable representante de la justicia.
- Usted no lo entiende, el reglamento… La cuestión es que, sin la plumuca, el juez no puede celebrar la vista… ¿Ha oído hablar de la “operación chuches”?
- Pues claro, ¿y quién no? Es el escándalo de corrupción que ha salpicado a medio Gobierno… o tal vez a todo… Un momento, ¿quiere decir que el juicio contra esa panda de golfos depende de mi plumuca?
Esta vez no fue la avaricia la que hizo temblar las tijeras en las manos del ornitópodo. Ni se le llegó a pasar por la cabeza que, tratándose de un asunto tan importante, podía sacar bastante más que 350 liras por su trabajo.
Llevaba años despotricando y oyendo despotricar a todos sus clientes de cómo les robaban a manos llenas aquellos en quienes habían depositado su confianza. Si le hubieran expuesto el caso desde el principio, se habría ofrecido a hacerlo gratis. Pero, si salía mal, la culpa sería suya. De repente, sintió un vacío oprimiéndole en el estómago.
- ¿Es que no hay más plumucas en el juzgado?
- Pues no. Ha habido un desafortunado accidente y… Bueno, señor Chang, ¿la va a hacer o no?
Los policías hicieron ademán de entrar, pero el secretario les hizo una seña. Con que cubrieran la puerta para que no aparecieran intrusos era suficiente.
- Yo… ni siquiera tengo plumas con qué hacerla, ¿Por qué no van a una tienda especializada? –Chang sabía, al igual que el Secretario, que la única legal que había en la ciudad, ya que se trataba de un monopolio de concesión estatal, estaba cerrada por vacaciones.
- Por favor, estamos hablando entre saurios adultos. No ofenda a mi inteligencia.
El secretario se acercó a la cortinilla que separaba la trastienda del local y la corrió, sin más protocolo. Sabía de sobra que Chang, como cualquier otro plumuquero de Yixian, recogía cada día montones de bolsas de plumas y plumones cuando barría. Las fábricas de colchones, edredones y cojines las compraban al peso, pero los plumuqueros siempre conservaban las más vistosas para fabricar plumucas en sus talleres clandestinos, generalmente ubicados en el mismo establecimiento. Los ingresos que esta actividad reportaba les permitía vivir holgadamente. Y Chang tenía un último modelo aparcado en la puerta.
- ¿Pasamos?
- Está bien. Está bien, maldita sea. Pero le advierto que nunca he hecho una plumuca de juez, no sabría qué tipo de plumas ponerle…
La pequeña salita olía a desinfectante e insecticida. Sin embargo, no había tufo alguno de tintes o betún, lo que tranquilizó al oficial. Sobre la mesa de trabajo, aparte de los útiles más variopintos, había una plumuca a medio hacer sobre un soporte con aspecto de cabeza de terópodo. En una caja, en el suelo, asomaban moldes con otras formas craneanas, a modo de grotesco cementerio.
El secretario echó un rápido vistazo a los sacos rebosantes de filamentos multicolores que había amontonados a lo ancho de la estancia sin orden aparente, dándole un aire psicodélico. Había tenido suerte. Allí había material de sobra para equipar a todo el juzgado. Se acercó a una bolsa repleta de pequeñas protoplumas de vaporoso aspecto.
- Éstas servirán ¿de qué son?
- De cadera de sinocalliopteryx [8]. Una auténtica preciosidad. Todas son del mismo individuo, me llevó un año recopilarlas.
- Perfecto. Pues manos a la obra. Tiene veinte minutos.
- Pero ¿se ha vuelto loco? Con veinte minutos no tengo ni para empezar. Una plumuca en condiciones me lleva mínimo de hora y media.
- No tenemos hora y media. La vista comienza en media hora, y tenemos que llegar al juzgado y buscar al juez para que se la ponga. Como máximo tiene veinticinco minutos.
Las subsiguientes lamentaciones de Chang cayeron igualmente en saco roto. El tericinosauriano le hizo saber que confiaba en su buen hacer profesional y que, en cuanto al tiempo, no había lugar a negociación. Si no cumplía el encargo, se le acusaría de desacato.
Aunque peinar y teñir semanalmente a una yutirannus como la señora Zhou suponía cierta experiencia trabajando bajo presión, a medida que transcurrían los minutos el graciliraptor parecía cada vez más cercano al colapso nervioso. Hinchaba y deshinchaba el pecho como si estuviera en celo. El sudor le empapó las plumas, que se le pegaron al cuerpo, dándole un aspecto demacrado y desaliñado. Cuando terminó la plumuca, justo en el límite de tiempo que le habían marcado, parecía haber envejecido diez o doce años de golpe.
En cuanto el último raquis estuvo engarzado, el beipiaosaurus tomó la prótesis, sin dar tiempo al plumuquero ni de peinarla o espolvorearle un poco de talco, y salió del local a paso acelerado, seguido de los bolongs. Entonces, el graciliraptor dio un salto con las escasas energías que le quedaban y se plantó tras ellos, en la calle.
- Esperen, esperen, ¿y mi salario?
El secretario judicial hizo una seña a uno de los policías para que le atendiera y continuó su camino sin detenerse.
- ¿Qué pías tú?
- No me han dicho cómo o cuándo voy a cobrar. Tengo que hacer frente a las facturas y…
- Se me ponen las plumas de punta, mira.
- Oiga, no le consiento el cachondeíto. Quiero cobrar…
El bolong sacó la porra.
- Pues sigue por ese camino y verás como cobras.
- Perdone mi insistencia, agente –trató de mantener la distancia y la compostura-. Comprendo que no me paguen en el acto, pero pasado mañana vendrán unos proveedores a los que seguramente no voy a poder pagar y me gustaría poder explicarles, al menos, cuándo voy a cobrar este encargo…
- Cuando los paleobatracios críen plumas ¿Quieres que dé parte del material que tienes ahí escondido? Deberías agradecer que el Secretario no haya levantado acta.
- Yo creía que los funcionarios eran gente seria, pero ya veo que los que me han visitado hoy no son más que granujas de media pluma.
El bolong miró a ambos lados de la calle y después envió al plumuquero de un empujón al interior del establecimiento. Pasó tras él y colocó el cartel de “cerrado”. La señora Zhou llegó pocos minutos después, acompañada por una vecina.
- ¿Ves lo que te decía, Puri? Ese sinvergüenza ha terminado echando el cierre para no tener que dar explicaciones sobre sus problemas con la justicia. Yo, desde luego, me voy a ir buscando otra plumuquería más seria.
- Pues el caso es que parece que se oye ruido dentro –observó Puri.
- No me extrañaría que estuviera destruyendo pruebas de algún delito o algo por el estilo –la señora Zhou era una gran aficionada a los programas de radio sensacionalistas-. Seguro que estaba chantajeando a alguna clienta famosa, como Gong Xun…
- ¿Gong Xun viene a esta plumu?
- Como lo oyes. Chang no tuvo ningún recato en contarme que le estaba haciendo la deplumación lácer.
- Ay, hija, con lo que debe doler eso. Pero, claro, las artistas llevan una vida muy sacrificada.
- Y fíjate, la pobre debe andar muy mal de trabajo o le pagan muy mal, porque llevaba tiempo con la última sesión pendiente…
CHARLIE CHARMER
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[1] Terópodo tiranosauroide asiático de unos 9 metros, considerado el mayor dinosaurio con plumas.
[2] Dromeosáurido microraptorino de menos de metro y medio.
[3] Terópodo troodóntido que se descubrió en la formación Yixian durmiendo con la cabeza bajo el ala.
[4] Ornitópodo iguanodóntido asiático de cabeza robusta, con poderosas mandíbulas.
[5] Thericinosáurido (terópodo manirraptor de gigantescas garras en las manos) de algo más de dos metros, considerado el mayor dinosaurio con plumas antes del descubrimiento del yutirannus.
[6] Molusco bivalvo surgido en el cretácico y tal vez la especie actual más dispersa en aguas dulces.
[7] Triconodonto del tamaño de un perro y aspecto de demonio de Tasmania. Hasta ahora, único mamífero dinosaurófago del que exista evidencias: recientemente se encontró en Yixian un ejemplar juvenil de psittacosaurio (ceratópsido sin gola y bípedo del Cretácico Inferior) en el interior de la caja torácica de un repenomamus.
[8] Compsognátido (pequeños celurosaurios emplumados) cuyo nombre significa “hermosa pluma china”.
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