Cosmosaurios (I): La Luna
Para concluir este año tan atípico, en el que el confinamiento nos ha vuelto más caseros que nunca y un poco a modo de catarsis, comenzamos esta nueva serie en la que te propongo un crucero que no podrás encontrar en ninguna agencia de viajes. Sube a bordo y ponte cómodo, porque partimos inmediatamente en nuestra nave hasta al infinito… y más allá.
Olvida todo lo que has estudiado, leído o escuchado sobre nuestra galaxia en los medios de comunicación porque ya sabes que la especialidad de nuestro blog es la fauna extinta y eso es precisamente lo que vamos a buscar fuera del campo gravitacional terrestre… ¿Cómo? ¿Quién ha dicho que no hay dinosaurios fuera de la Tierra? Y no, no nos referimos a la mascota de Bob Behnken [1].
En el pasado, hubo quienes defendieron la idea de que planetas similares, en condiciones análogas, podrían llegar a ofrecer fauna parecida. Si bien hoy la comunidad científica lo cree poco probable, ¿qué opinan del tema los creadores de ficción? Por supuesto, la idea es lo suficientemente atractiva como para que no haya dudas al respecto: no sólo es factible sino que, como vamos a tener ocasión de comprobar, es más que frecuente. A la luz de los testimonios que os traemos podríamos asegurar que prácticamente todo el universo está plagadito de dinosaurios.
¿Quién llegó primero? (lo vi aquí)
Así que, abróchate el cinturón de seguridad, pues despegamos ya en nuestro tour espacial. Primera parada: La Luna, claro, que para eso está ahí al lado, a tan sólo 363.104 kilómetros en su perigeo [2], que viene a ser como ir de Madrid a Peñíscola y volver todos los días durante un año (puede parecer una paliza, pero ¿qué me dices de una paella después de un chapuzón en el mar a diario?). Comienza la cuenta atrás: 10, 9, 8, 7...
El influjo que la cercanía de la Luna ejerce sobre el planeta -modulando las mareas, por ejemplo- y su señorío de la noche, la han investido de un halo místico otorgándole la capacidad de convertir hombres en lobos o despertar de su letargo a vampiros… Además, su proximidad a un planeta tan lleno de vida como el nuestro ha dado pie a especulaciones sobre su posibilidad de albergarla también. Los selenitas podrían tener cualquier aspecto, y hay quienes se han preguntado si no podrían ser seres como los que habitaban la Tierra en etapas anteriores... efectivamente, como los dinosaurios.
En la decana revista pulp Argosy, Otis Adelbert Kline publicó por entregas su novela Maza of the
Moon (1929-1930), protagonizada por Ted Dustin, que inventa una nave espacial con la que viaja a la Luna donde encuentra extrañas selvas infestadas de reptiles gigantescos, aunque el que dibujó el inigualable Frank Frazetta para esta portada parece más un dragón que un dinosaurio.
En Astounding Stories, Charles Willard Diffin publicó The Moon Master (1930), cuyo protagonista viaja a la cara oculta Luna en un cohete que funciona gracias a la energía atómica y descubre toda suerte de fauna propia del Mesozoico.
En Harvey Comics, Paul Reinman dibujó la brevísima historieta «Moon Descent» (Alarming Tales #6, 1958), donde la Luna es colonizada en el Mesozoico.
Ha sido precisamente la cercanía de nuestro satélite lo que la ha convertido en el primer objeto de deseo espacial del hombre, finalmente satisfecho en 1969 con la misión Apolo XI, a la que siguieron varias más hasta 1972. El embrujo de nuestro primer amor espacial se fue diluyendo a la vista de los resultados (nada de vida o metales preciosos…) y las restricciones presupuestarias dirigieron los esfuerzos hacia otras metas más rentables o prometedoras. El conocimiento directo ha podido terminar con parte de su secular misterio, pero sigue siendo una importante fuente de inspiración para los creadores.
En el relato de Frederick D. Gottfried Hermes to the Ages (1980, en Analog), un cosmonauta ruso encuentra los restos de un “homosaurus” en la Luna.
Robert J. Sawyer escribió el cuento Uphill Climb (1987), ambientado en la Luna, donde evoluciona una raza de tiranosaurios inteligentes llamados “quintaglios”, que protagonizarán su posterior trilogía Quintaglio Ascension (1992).
El bioquímico Thomas P. Hopp es autor de la saga Dinosaur Wars (2013), que narra como, tras 66 millones de años exiliados en su base del cráter Phaeon de la Luna, los dinosaurios deciden recuperar lo que es suyo: la Tierra. Lamentablemente, algunos sudorosos y apestosos mamíferos con pelo han evolucionado desde entonces hasta hacerse dueños del planeta y no les pondrán las cosas fáciles...
Si a alguien le sorprende esto, será porque no conocía Dinosaur Thunder (2012), de James F. David, en la que los astronautas que llegan a la Luna descubren que no fueron los primeros...
Iron Sky (2012) es un filme de Timo Vuorensola en el que por fin descubrimos lo que hay en la cara oculta de la Luna: una base fundada por los nazis que huyeron tras la derrota en la Segunda Guerra Mundial. En la secuela Iron Sky: The Coming Race (2018), tras el holocausto nuclear los nazis regresan a la Tierra, concretamente al centro de la Tierra, donde veremos a Hitler cabalgar sobre un tiranosaurio.
[1] Tripulante de la Space X que se llevó un dinosaurio de juguete de sus hijos en la nave para detectar cambios gravitatorios, como puede verse aquí.
[2] Momento en que su órbita pasa más cerca de nuestro planeta. En el apogeo (el punto más lejano), la distancia aumenta hasta los 405.696 Kilómetros.
[2] Momento en que su órbita pasa más cerca de nuestro planeta. En el apogeo (el punto más lejano), la distancia aumenta hasta los 405.696 Kilómetros.
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