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Reptilicus" es una de las pocas producciones europeas dedicadas al fantástico mundo de las criaturas gigantes, y dentro de ese abanico tan limitado, posee unas características que la hacen totalmente única.
El argumento narra cómo unas prospecciones en el terreno ponen al descubierto unos restos descongelados de lo que parece ser es una bestia prehistórica [1]. Pronto se desplazan al lugar dos paleontólogos, el Dr. Dalby y el Dr. Martens, que ponen de manifiesto lo extraordinario del hallazgo: hasta ahora, no se habían descubierto restos orgánicos de reptiles prehistóricos, pues todos los animales encontrados en milenarios bloques de hielo eran mamíferos, mamuts por ejemplo. De hecho, más adelante un periodista sugerirá bautizar al animal como Reptilicus martensius, en honor a su naturaleza reptiliana y al descubridor del espécimen.
Para un mejor estudio, los paleontólogos trasladan los restos —un fragmento de la cola— hasta el acuario de Copenhague. Allí llega también el general Grayson, donde a regañadientes tiene la misión de supervisar que nada ocurra con los despojos. Tras un descuido en que los restos terminan por descongerlarse por completo, los científicos descubren que la piel del animal se está regenerando por sí sola, así que deciden nutrirla para acelerar el proceso. Una noche de tormenta el animal, totalmente recompuesto, escapa de las instalaciones y comienza su devastación por todo el territorio danés. Al tratar de identificar a la enorme bestia de casi treinta metros, el paleontólogo Martens se aventura a determinar que se trata de una suerte de híbrido entre un saurópodo y un reptil, en uno de esos experimentos que hizo la naturaleza hace setenta millones de años entre animales de esta naturaleza y mamíferos (!).
El argumento genera cierto interés, pero lo cierto es que el largometraje es uno de esos proyectos inclasificables, pues funciona tanto como película de monstruos, pero también como musical, como reclamo turístico de Dinamarca. Incluso tiene tintes de comedia, tanto voluntaria como involuntaria por la ingenuidad de sus giros argumentales, por su rudeza en la puesta en escena y por los adorables efectos especiales. Legendario es el aspecto de la criatura, una especie de comunión imposible de serpiente cuadrúpeda y animal alado.
Esta naturaleza entrañable de la producción proviene en parte del escaso conocimiento de la realización cinematográfica que poseían sus artífices, como ellos mismos declararon posteriormente. Por ejemplo, esto queda patente en la escena donde la cantante Birthe Wilke, que dos años antes había representado al país en Eurovisión, canta la famosa tonada expresamente compuesta para el filme titulada «Tivoly Nights». El director, Sidney Pink, desconocía cómo grabar correctamente la escena, así que filmó todo el segmento sin interrupción con una anticuado sistema de grabación que permitía capturar el sonido junto a la imagen. O por ejemplo en la hilarante escena en que el controlador del puente, totalmente aterrorizado —atención a su interpretación— decide levantar la construcción provocando que los huidizos ciudadanos caigan de manera caótica al río. Aunque se prepararon nada menos que cinco cámaras para filmar la costosa, peligrosa y espectacular secuencia, la falta de coordinación entre el equipo causó que sólo un operario de cámara decidiera activar la grabación. Asimismo, para realizar dicha escena peligrosa, los participantes eran sencillamente los integrantes de un club de atletismo, a los que les prometieron una cantidad de dinero y equipación deportiva. No obstante, que nadie se engañe por esta descripción del rodaje, pues realmente a pesar de sus limitaciones el largometraje es una superproducción: baste comprobar la implicación de los cuerpos militares para la escena del bombardeo marítimo, momentos que en otra producción se hubieran obtenido mediante metraje reciclado de otras películas pero que aquí se rodaron expresamente.
Sidney Pink
No obstante, las carencias sobre la técnica cinematográfica se trasladaron también a la filmación de las secuencias de efectos especiales. Kay Koed se encargó de las miniaturas, y el artista Orla Hoyer se ocupó de diseñar a la criatura, incluso se cree que construyó una versión a tamaño humana de la misma que debía ser operada por dos técnicos, pero no está claro si esta versión se empleó finalmente en el filme. Sin embargo, el equipo no estaba familiarizado con el rodaje de este tipo de tomas, y no cesaban los problemas a la hora de conseguir las correspondientes secuencias. No fue hasta la llegada de Bent Barford —considerado uno de los maestros del stop-motion de Dinamarca y más ducho en este tipo de menesteres— que se pudieron obtener los planos protagonizados por Reptilicus.
Kay Koed a la izquierda, con pipa
Kay Koed en el set de rodaje
Con todo, la dinámica de filmación era particularmente peculiar. Puesto que la producción había alcanzado un acuerdo para distribuir la película en Estados Unidos, primero se grababan las tomas en danés, de cara al estreno en este país, y luego se rodaban las mismas tomas en inglés, cambiando el idioma hablado por los actores, pero con exactamente el mismo escenario. Con la salvedad de la actriz Bodil Miller, la cual no dominaba el inglés y era sustituida por Marlies Behrens, con una mejor dicción anglófona, en su papel de experta enviada por la UNESCO.
"Reptilicus", versión danesa con Bodil Miller
"Reptilicus", versión americana con Marlies Behrens
Pero de poco sirvió este doble esfuerzo, pues cuando el productor Ib Melchior y la contrapartida estadounidense vieron la película, la consideraron demasiado especial para estrenarla en Estados Unidos. Así que decidieron no solo doblar la narración totalmente con actores de doblaje americanos, sino alterar el montaje y algunos elementos para hacerla, en principio, más digerible para su país. Con este objetivo por ejemplo eliminaron las pocas secuencias donde Reptilicus vuela, y añadieron un poco esforzado efecto óptico superponiendo una especie de escupitajo fosforescente y ácido de Reptilicus que, supuestamente, deshace a aquellos que son alcanzados por el asqueroso fluido. Decimos esto porque, como esas escenas no se rodaron, y el montaje está esclavizado por esta situación, en cuanto los diferentes figurantes son recubiertos por la saliva verduzca, la escena de inmediato cambia de plano. Por no hablar del momento en que se recorta, literalmente, a un personaje de un fotograma para fingir que es engullido por la bestia. Inenarrable.
En este sentido, "Reptilicus" es el mejor ejemplo para demostrar que una duración más corta —el montaje americano— no quiere decir que tenga una mejor dinámica, puesto que se denota atropellado, y mucho más caótico e interrumpido que el ya de por sí peculiar, pero más fluido, montaje danés.
Estos cambios terminaron por obligar a Sidney Pink, el responsable del rodaje danés, a entrar en un litigio legal para reclamar los derechos de los que era partícipe, pues no se había contado con él para realizar dicha tergiversación. Pero tampoco obtuvo mucha suerte en Estados Unidos, y pronto adquirió un extraño status de película singular con situaciones extravagantes. En España nunca se estrenó, pero recientemente —en 2010— se realizó un doblaje en castellano para la emisión televisiva del remontaje americano.
Como curiosidad, se realizó una novelización del largometraje, si bien la trama contenía una gran profusión de momentos eróticos. A nivel de papel impreso, sorprende también que "Reptilicus" se convirtiese en cómic, que de nuevo y por problemas legales sucesivos números fueron cambiando de nombre, desde "Reptisaurus" a "Scarysaurus".
El filme de esta serpiente alada danesa ha quedado como toda una rara avis dentro del cine de monstruos gigantes y bestias prehistóricas, si bien ciertas menciones en largometrajes de culto como "
La cabaña en el bosque" ("Cabin in the Woods", Drew Goddard, 2012) le han añadido una capa de película de culto por su naturaleza despreocupada pero adorable.
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[1] Un hallazgo que recuerda, tangencialmente, al descubrimiento de dos dinosaurios descongelados —un tiranosaurio y un brontosaurio— en el filme "Dinosaurus!" (Irvin S. Yeaworth. 1960), estrenada un año antes.
OCTAVIO LÓPEZ SANJUÁN
Puedes leer más sobre "Reptilicus" y otras películas con dinosaurios en "Hace un Millón de Años", el nuevo libro de Octavio López Sanjúan editado por
Diábolo Ediciones. Lo puedes pillar
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