Conocido como «el padrino del cómic británico» o “Uncle Pat”, Patrick Eamon Mills nació el 7 de marzo de 1949 en Ipswich (Suffolk). Situada a poco más de cien kilómetros al Nordeste de Londres, en el estuario del río Orwell, se trata de una de las ciudades más antiguas de Inglaterra y tiene una historia en la que la paleontología ocupa un lugar privilegiado, lo que –aventuramos posiblemente influyese en las inquietudes de Mills.
A mediados del siglo XIX, se descubrió en Ipswich un yacimiento de coprolitos que se disolvió en ácido, dando como resultado un superfosfato que constituyó la base de los
fertilizantes Fisons (Edward Packard, 1942), impulsando el desarrollo industrial de la zona. Ahora ya sabéis por qué hay una calle que se llama
Coprolite Street, como te contamos en su día. Packard fue alcalde de la localidad y como presidente del comité del
museo de historia natural (1846) impulsó la contratación del geólogo John Ellor Taylor como curador, incluyendo en su contrato contribuir a difundir la ciencia con cientos de conferencias gratuitas para las clases populares. Además de coprolitos, Packard aportó a la colección del museo un fósil de
Ichthyosaurus que también obtuvo en sus prospecciones y aún puede visitarse [1].
El ictiosaurio del Museo de Ipswich (la tomé
de aquí)
No hay mucha información sobre la infancia y juventud de Mills pero, según nos confiesa en
esta entrevista, parece que llegó al mundillo de casualidad. Aunque le gustaba escribir desde siempre, la culpa
la tuvo la editorial escocesa DC Thompson, donde fue subeditor. Entre otras publicaciones, la casa albergaba títulos de cómics tan importantes para los británicos como
Dandy o
Beano. Allí conoció a John Wagner, ayudante de editor, un joven de su edad nacido en Pensilvania de madre escocesa que regresó a casa cuando John tenía doce años. En
esta otra entrevista, Wagner nos cuenta
que aún siendo jefe adjunto del semanario femenino
Romeo, no se le había ocurrido escribir nada para dicho tebeo, hasta que vio a Pat intentarlo. DC Thompson pagaba poco, así que, en 1971, ambos se armaron de valor y comenzaron a colaborar como freelances con historietas breves de una página en la competencia, IPC, que había absorbido Fleetway (la casa del
Eagle) en 1963. No llegaron mucho más lejos, pero pocos años después, cuando D.C. Thomson lanzó la bélica
Warlord (1974), IPC se acordó de la pareja y les encargó una revista similar:
Battle (1975). El resultado satisfizo las expectativas de la editora, así que Wagner dirigió un tiempo
Valiant y Mills lanzó la popular
Action (1976), cuyo contenido
gore provocó su desaparición por la presión mediática. Pero pronto Mills encontró un
subterfugio para justificar sus violentos guiones: la ciencia–ficción.
El primer número de 2000 AD
2000 AD vio la luz el 26 de febrero de 1977 con la excusa de resucitar al viejo héroe del Eagle, Dan Dare, para el que Mills
escribirá varias historias con dinosauroides [2]. Pero los tiempos habían cambiado y, en plena explosión del punk (ese mismo mes se publica el primer álbum de The Damned y Syd Vicious entra en los Sex Pistols), los jóvenes Mills y Wagner supieron dar a la revista el enfoque necesario para
convertirla en el mayor éxito del cómic británico de los últimos cuarenta años, hasta el punto de que logró sobrevivir a la crisis que extinguió el comic–book europeo con el cambio de siglo y aún se publica.
En el debut de la revista, Mills presenta la fantástica serie Flesh (“Carne”), que transcurre en una futurista reserva de dinosaurios criados por cowboys como si fueran vacas, con destino a la industria alimentaria. El capataz defiende la explotación a tiro limpio y Old One Eye, una tiranosauria a la que deja ciega, le jura venganza y organiza una revolución sauria: los gigantes del Mesozoico no son vulgares corderitos para acudir pacíficamente al matadero.
Reagan (no, no es el que estás pensando) deja tuerta a Old One Eye
Pat se inspiró en parte en
Hook Jaw, serie que había escrito para el dibujante español Ramón Solá en
Action tras el éxito del
Tiburón de Spielberg, y en parte en
Westworld [3] (Michael Crichton, 1973). Pero, agobiado por sus múltiples compromisos y series,
tuvo que delegar los guiones desde el segundo número en Ken Armstrong, el Giolitti Studio [4] o Kelvin Gosnell. Sin embargo, no se resistió a retomarlos en persona para las dos últimas entregas, ya que tenía preparado algo muy especial de lo que aún hoy manifiesta que se siente especialmente orgulloso, como cuenta en
su página web. No quería que sucediera lo que en
King Kong, donde la tecnología vence a la naturaleza salvaje. Así que Old One Eye no muere a manos humanas, sino de vieja y, aún después de ser reducido a un montón de huesos, se venga de un paleontólogo prepotente que pretende cenar dentro de su esqueleto, cuando es expuesto en un museo.
Última página de Flesh: la venganza póstuma de Old One Eye
En cuanto al dibujo, Pat confió Flesh a los lápices españoles, que llevaban toda la década asombrando al mundillo en los cómic-books de Jim Warren (Vampirella, Creepy, Eerie) y en Europa eran conocidos y admirados desde mucho antes, gracias a la mediación de agencias como Selecciones Ilustradas o Bardon Art. Joan Boix se encargó de ilustrar las dos primeras entregas, tomando el relevo Ramón Solá los cinco siguientes, para volver a los lápices de Boix en los números #8-10 y #14, mientras Solá dibujó las entregas números #11-12, #15-16 y #19. Los restantes capítulos (números #13 y #17-18) fueron ilustrados por Félix Carrión. Por cierto, en España, las primeras entregas de Flesh fueron traducidas al castellano en la monografía de Ediciones Actuales S.A. «Guerra en las galaxias» (1978).
Influenciado por el popular The Evolution and Ecology of the Dinosaurs (Beverly Halstead, 1975), con las dinámicas ilustraciones de Giovanni Caselli [5], Pat Mills introdujo en la serie algunos dinosaurios hasta entonces inéditos en los cómics, como el enorme ornitomimosaurio Deinocheirus, si bien el dibujo de Ramón Solá no muestra la característica joroba de este terópodo, o Deinonychus, cuyo parecido óseo con las aves llevó a Ostrom a retomar la tesis de Huxley de que éstas provenían de los dinosaurios. Además, Mills y Solá conectaron la idea de los dinosaurios árticos de Robert Bakker con los pterosaurios peludos ilustrados por Caselli para llenar de pilosidades la piel de los tiranosaurios que llegan del Norte para unirse a la revolución sauria [6]. En suma, estamos ante el primer cómic hijo de la “Dinosaur Renaissance”.
Los tiranosaurios peludos (¿o emplumados?) de Solá
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[2] «Return of the Mekon», «The Dare Report» y «Fireflight» (Eagle #19-26 y #34-83, con Ian Kennedy, 1982).
[3] Según la novela Six-Gun Planet (John Jakes, 1970), cuyo éxito motivó la secuela Future World (1976) y la serie de televisión
Beyond Westworld (1980). En 2016, HBO la actualiza con elementos de todas ellas.
[4] Formado por Alberto Giolitti (Turok, King Kong), incluía a medio centenar de autores, muchos de los cuales han introducido
dinosaurios en sus obras, como Angelo Todaro (Turok), Enrico Bagnoli (Jann of the Jungle), Renato Polese (Viaggio al centro della Terra), Giancarlo Alessandrini (Martin Mystère), Giovanni Ticci (Turok), Massimo Belardinelli (Flesh II), Nevio Zeccara (Il mondo perduto), Franco Caprioli (Viaggio attraverso la preistoria) o Massimo Rotundo (portadas de Brendon #82 ó Il piccolo ranger #7).
[5] Liston, J.J. (2010) «2000 A.D. and the new ‘Flesh’: first to report the dinosaur reanissance in ‘moving’ pictures», en Dinosaurs and Other Extinct Saurians: A Historical Perspective. Geological Society, London, Special Publications (343), 335-360.
[6] Walt Williams («The Thing with Feathers» en el blog Prehistoric Pulp) sostiene que aunque en el cómic se les llama «peludos», gráficamente parecen dinosaurios emplumados.