Mundo Científico (1902)
Naturalmente, las revistas prebélicas que se acercaron con mayor rigor al mundo de la paleontología fueron las publicaciones científicas. Por otra parte, también pueden resultar algo más aburridas que las dirigidas al público en general, aunque, como veremos, alguna publicó incluso cómics tratando de resultar amena. En la entrega de “El organismo humano enfrente de la naturaleza circundante” publicada en 1863 en Criterio Médico, órgano oficial de la Sociedad Hahnemanniana Matritense (1845), dedicada a la homeopatía, fundada por Samuel Hahnemann, se hace un breve resumen del saber paleontológico de la época. Otra revista médica madrileña de la época, El Genio Médico-quirúrgico (1967-1882) se ocupó de los dinosaurios en febrero de 1875, al dar cuenta de la conferencia de Gimeno Cabañas para la Sociedad Histológica en torno a las células primitivas y su evolución.
Juan Vilanova, en la portada de Valencia Cómica
Año y poco después de que publicara “Lo prehistórico” en el primer volumen de los Anales de la Sociedad Española de Historia Natural (1872), en el debut de la Revista de Antropología (enero de 1874) Juan Vilanova publicó la primera entrega de “Origen, antigüedad y naturaleza del hombre”, donde afirma que “es exagerada y por demás superficial la creencia en tipos de tránsito entre grupos superiores descubiertos por la Paleontología, y con los cuales se quiere borrar el vacío que existe entre clase y clase, orden y orden, etc. Así, por ejemplo, se cita el Ictiosauro como lazo que une al pez con el reptil; el Plesiosauro y Pterodáctilo para llenar el hueco que existe entre reptiles y aves; el Labirintidon entre anfibios y reptiles, y así de otros varios; sin reparar que el Ictiosauro es un verdadero reptil que hasta para separarle de los peces
reúne la circunstancia de ser vivíparo...”
En abril de 1877, en su serie dedicada a los mares que España ha tenido a lo largo de los diferentes periodos geológicos, el Boletín de la Sociedad Geográfica de Madrid da un repaso a la flora y fauna cretácicas, incluyendo a Mosasaurus, Iguanodon y Megalosaurus o los pterosaurios Palaeornis y Cimoliornis. En julio de 1935, el Boletín de la Sociedad Geográfica Nacional publica el artículo “El
descubrimiento de dinosaurios fósiles por medio de aeroplanos”, una propuesta del paleontólogo Barnum Brown financiada por el petrolero Harry F. Sinclair, cuya compañía tiene como logo un saurópodo, como sabemos.
Le Monde avant la creation de l'homme, una de las obras más conocidas de Flammarion
Aunque puede parecer algo alejado de su principal objeto, el número de febrero de 1885 de Estudios Psicológicos (1878-1900, Barcelona) incluía la traducción de “La historia de la Tierra” (septiembre de 1884; pp.49-56) de Camille Flammarion, que la recorre en sentido inverso y, al llegar a “una época en que París y la mayor parte de Francia estaban sumergidas debajo de las aguas” describe así la fauna:
“Espantosos pterodáctilos de largas alas saltaban en el cielo, vespertillones de los sueños de la Tierra; y aquellos dragones volantes, aquellos murciélagos gigantes, eran entonces los soberanos de la atmósfera. El
dimorphodon maeronyx, el crassirostris [1] y el ramphorynchus, tan bárbaros como sus nombres, balanceábanse por los árboles; se servían de las manos y los pies para trepar por lo alto de las rocas; echábanse al aire abriendo sus paracaídas membranosas y se precipitaban en las aguas como anfibios.
Al propio tiempo, los saurios gigantescos, el ichtyosauro y el plesiosauro se combatían en el seno de las agitadas olas, llenando el aire con sus feroces aullidos, monstruos macrocéfalos de largas quijadas, cuya talla no
medía menos de diez a doce metros de largo (se han contado hasta 2072 dientes en la cabeza de alguno de aquellos dinosauros). El ignanadon y el migalosauro (sic) animaban la soledad de las selvas, en cuyo seno los árboles gigantescos, los helechos arborescentes y las cycadeas y coníferas elevaban sus cimas piramidales o redondeaban las cúpulas de verdura. Aquellos iguanodones, de la forma del kanguro, tenían catorce metros de largo; apoyando sus patas en una de nuestras casas más altas, habrían podido comer en el balcón del piso quinto”.
Rhamphorhynchus (Charles Whymper, 1905)
La revista internacional de ciencias Crónica Científica (1878-1892) publicó en febrero de 1884 una breve noticia sobre el descubrimiento por Marsh de Ramphorhynchus phyllurus, y en abril de 1888 una reseña sobre un artículo de M. Seeley en el Geological Magazine donde explica que los plesiosaurios eran vivíparos y las placas esternales de Iguanodon deben considerarse parte de su pelvis; en junio tradujo el artículo de M.L. Dollo “Iguanodontidae y Camptonotidae”, en el que desarrolla las dos primeras familias de ornitópodos, según la clasificación de Marsh. En octubre de 1891 publicó una crónica sobre el Congreso Internacional de Medicina Veterinaria de Bruselas, donde M. Bouley llamó la atención sobre el fósil de Iguanodon bernissartis montado en el Museo de la capital belga. En mayo de 1894 publicó la “Clasificación de los
dinosaurios” de M. Marsh (Sauropoda, Stegosauria, Ornithopoda, Theropoda y Hallopoda).
Ateneo: revista internacional, científica y literaria, órgano del Ateneo Caracense (de Guadalajara) y del Centro Volapükista Español [2], publicó en junio de 1888 una reseña de la conferencia que el 20 de abril había
impartido su socio Lucas Fernández Navarro en torno a la evolución, en la que se hizo referencia a la fauna mesozoica.
El Centenario (1893)
En 1893 apareció en la revista ilustrada conmemorativa de la efemérides del descubrimiento de América El Centenario (1892-1893, Madrid) el artículo “Paleontología americana comparada con la del Antiguo Continente”
(pp.200-217), donde Juan Vilanova y Piera menciona las diferencias entre ambos (en América no se han descubierto aún ictiosaurios, ni en Europa Stegosaurus, Atlantosaurus o Triceratops) y acompaña grabados de Brontosaurus excelsus, Triceratops, Ceratosaurus, Hesperornis o Ichthyiornis.
En la breve “revista quincenal de pedagogía, ciencia y arte” La Instrucción Pública (1902), Alfredo Opisso publicó “La vida a través de las edades geológicas”.
Ceratosaurio atacando a Estegosaurio, por Pallenberg
Fundada por los ingenieros Francisco Granadino y Augusto Krahe, Madrid Científico (1894-1936) dio cabida a algunos artículos de temática paleontológica, como “Animal fantástico” (1902), sobre Triceratops, “Animales prehistóricos” (1905), “Los iguanodontes de Bernissart” (1906), “Los diplodocus” (1907), “Monstruos prehistóricos de cemento” (1911), en torno a las estatuas que Joseph Pallenberg realizó en hormigón para el parque zoológico de Stellingen (Hamburgo) en 1909, “Un pretendido brontosaurio viviente” (1923), sobre el Mokèle Mbèmbé, o “Esqueleto de ictiosauro descubierto en Francia” (1925).
El Mundo Científico (1899-1911, Feliú y Susanna), de Barcelona, contenía noticias y textos divulgativos en torno a todo tipo de disciplinas científicas, lo que incluía por supuesto, a la paleontología. El 15 de febrero de 1902, da cuenta de “Tres monstruos prehistóricos” (Megalosaurus, Brontosaurus, Triceratops), acompañando la lámina a todo color con la que hemos abierto esta entrada, mostrando el combate entre dos megalosaurios, calcada de los Laelaps de Charles Knight. El 31 de enero de 1903 publica unos “Apuntes geológicos de la provincia de Oviedo”, en los que da un repaso a los fósiles asturianos, desde el plesiosaurio que se descubrió en Tazones de Villaviciosa al megalosaurio de Ruedes. El 5 de diciembre presenta al hainosaurio expuesto en el Museo de Bruselas, “Un lagarto de quince metros”.
El Mundo Científico (4 de marzo de 1905)
El 4 de marzo de 1905 al “Brontosauro o Lagarto gigante. Restauración de un fósil” y el 5 de agosto publica “En busca de fósiles”, con fotografías de restos de saurópodos en Como Bluff. El 4 de julio de 1908, El
Mundo Científico da noticia el Diplodocus donado por Carnegie al Museo de París. El 5 de agosto dedica algo más de una página a “El diplodoco; el mayor de los seres que han vivido en la tierra” y el 27 de septiembre una pequeña columna a Diplodocus longus y el nomen dubium Agathaumas ophenoceras. Y el 19 de marzo de 1910 llevaba en portada a la nueva estrella del Jardín de Plantas de París: Ichtyosaurus quadriscissus.
Fémur y tibia de saurópodo hallados en Como Bluff (El Mundo Científico, 5 de agosto de 1905)
La Revista Balear de Ciencias Médicas presentó el “Esqueleto de un Brontosauro” el 30 de junio de 1905. Pero es el pediatra José Ignacio Eleizegui quien está considerado como el renovador del periodismo médico moderno español. Fundó y dirigió España Médica (1911-1936) [3], con abundantes fotograbados (el propio Eleizegui era aficionado a la fotografía) y que no descuidó referencias a otras disciplinas cuando lo estimó
oportuno. Como el 20 de abril de 1913, en cuya séptima página introdujo un breve apunte sobre “La fauna antediluviana”, que ilustró con un par de estatuas de Pallenberg.
En 1908, la revista Arquitectura y construcción se hizo eco de la inauguración, el 11 de abril del año anterior, del Instituto Carnegie de Pittsburg. Junto a sus características arquitectónicas, por supuesto, la
cabecera mencionó su colección de dinosaurios, con el diplodocus a la cabeza.
En abril de 1936, La Fisiatría (1934-1936) –antes Acción Naturista-, órgano de la Sociedad Vegetariana Madrileña, publicó la historieta de Andanzas y desventuras de don Vulgarcete titulada “Un plancha de D. Vulgarcete”, en torno al Diplodocus, obra de Boni.
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[1] Suponemos que se refiere a Scaphognathus crassirostris, un pterosaurio ranforrincoideo del Jurásico Superior alemán.
[2] El Volapük es un idioma creado artificialmente por Johann Martin Schleyer en 1879 para facilitar la comprensión entre personas de diferentes culturas. Aunque alcanzó los cien mil hablantes, la mayor sencillez del Esperanto le robó la popularidad.
[3] Además, José Ignacio Eleizegui fue redactor médico del Heraldo de Madrid (1890-1939) y su hermano Antonio fundó y dirigió la Revista de Farmacia (1913-1935). Por cierto, el Semanario Farmacéutico de
22 de junio de 1873 se hizo eco de que “el Sr. Egozcue muestra un diente de Megalosaurus, procedente de Oviedo, y descrito como de Squalus por el Sr. Schultz en su Memoria geológica del Principado de Asturias”.